MADRID / Ekaterina Semenchuk: cantidad y calidad
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 4-X-2021. XXVIII Ciclo de Lied. Ekaterina Semenchuk, mezzosoprano. Semjon Skigin, piano. Obras de Glinka y Mussorgski.
Un estricto y sugestivo programa escogió la cantante Ekaterina Semenchuk para presentarse en Madrid. La serie de doce canciones Despedida de San Petersburgo de Glinka apenas aparece en los conciertos y los Cantos y danzas de la muerte de Mussorgski se adjudican normalmente a los bajos, aunque registramos una memorable lectura de Marjana Lipovsek. Aquella es un conjunto lírico de buena factura y correcta distribución de melodías y caracteres. Contiene un poco de todo: canción de cuna, barcarola veneciana, cavatina italiana, bolero español, baladas narrativas, declaraciones y quejas de amor. En cuanto a las segundas, pertenecen al canon más oscuro, hondo y expresivo del género. Para una voz femenina propone un desafío por su insistencia en el registro central inferior. La solista se mostró generosa de recursos al atravesar la riesgosa zona.
Semenchuk llegó a lo más alto y lo más abismal, si es que los abismos pueden medirse. Para ello cuenta con una voz abundantemente distribuida en sus registros, capaz de ancha vibración y blandos y acariciantes filados. Su dicción, aunque no entendamos su lengua, es cuidadosa, sus intenciones son exactas y variadísimas, su musicalidad intachable y su capacidad para viajar de un carácter a otro, propia de una gran artista. Se advierte su cultura lingüística y musical por el vasto currículo de conciertos que exhibe, al cual se añade alguna incursión en la ópera contemporánea y, por fin, en Verdi.
En el caso, las propinas nos llevaron un poco al contorno del menú predispuesto. Hubo un Mussorgski combativo, un Ravel juvenil y castizo a la francesa y, desde luego, un anticipo de la infaltable Carmen de toda mezzo que se precie, con su habanera, en el ejemplo, sutil y contrastada. El francés de Semenchuk resultó impecable. La faena de su pianista, adecuada y digna, incluido un breve intervalo instrumental con Chaikovski y Rachmaninov.
Blas Matamoro
(Foto: Rafa Martín)