MADRID / Diálogos de timbres: la electrónica frente a lo instrumental
Madrid. Fundación Juan March. 6-XII-2023. CrossingLines. Director y sintetizador: Pablo Carrascosa. Obras de Webern y Sánchez-Verdú.
Desde principios del siglo XX, el timbre fue adquiriendo una importancia cada vez mayor hasta convertirse en elemento generador de la música. Entre los compositores de la Escuela de Viena, fue Anton Webern, por su radical concisión, el que más lejos llegó en su tratamiento. La música instrumental posterior fue explotándolo aún más, y la llegada de la electroacústica abrió nuevos mundos a muchas cosas, el tratamiento del timbre entre ellas.
La Fundación March, en su Aula de (Re)estrenos, ha tenido la idea de complementar, más que de enfrentar, timbres instrumentales y electrónicos a través de las músicas de dos compositores de distinta época, aunque ambos significativos en cada una de ellas: el austriaco Anton Webern y el español José María Sánchez-Verdú.
La concentrada concisión de la música weberniana no es sinónimo de simplicidad, ni siquiera de sencillez (de hecho, es muy difícil de tocar); es una especie de minimalismo, que no tiene mucho que ver con algunos minimalismos posteriores, que se basa en aquilatadas construcciones llenas de paradigmas de simetrías y melodías de timbres que constituyen los auténticos desarrollos. De Webern se escucharon cuatro obras esenciales: el Cuarteto para violín, clarinete, saxofón y piano op.22, las Cuatro piezas para violín y piano op.7, las Variaciones para piano op.27 y los Tres cantos op.23 sobre textos de quien fue su escritora preferida en su última época: Hildegard Jone. Obras lapidarias, difíciles y magistrales que fueron interpretadas con calidad por CrossingLines, conjunto en el que intervenían Christie Finn (soprano) Lluis Castán (violín), Víctor de la Rosa (clarinete), Tere Gómez (saxofón) y Lluisa Espigolé (piano).
Las obras de Webern estuvieron precedidas por un Preludio e intercaladas con tres Interludios , todos de estreno absoluto, que José María Sánchez-Verdú ha compuesto para sintetizador modular. Este ingenio electrónico es, desde que Robert Moog lo introdujo en los años sesenta del pasado siglo, una especie de estudio electrónico portátil que puede enlazar diversos módulos con funciones diferentes. Con él, Sánchez-Verdú propone una serie de piezas que trabajan el timbre y que, muchos años después de Webern, también practican un personal minimalismo y modulan el “kaum hörbar” (apenas audible) con que el austriaco matizaba sus pianissimi. El compositor español hace mover su música en los umbrales de la audición y va bordeando tímbricamente esas estancias tímbricas que allí resultan especiales en las fronteras del silencio. Piezas en el fondo muy conceptuales. Lo cierto es que música instrumental y música electrónica no se enfrentaban, sino que se complementaban, de modo que el concierto se desarrolló como un continuo coherente, sin aplausos hasta el final del acto. El sintetizador estuvo manejado por Pablo Carrascosa, el director de CrossingLines, especialista en la materia.
Creo que la Fundación March ha hecho una propuesta valiente e interesante. De vez en cuando se necesitan este tipo de iniciativas para percibir que la música no se estanca ni es una reliquia de un pasado cerrado. Webern era un pasado todavía abierto. Sanchez-Verdú, un presente que mira al futuro.
Tomás Marco
(fotos: Alfredo Casasola / Archivo Fundación Juan March)