MADRID / Desmontando falaces argumentos

Madrid. Café Comercial. 7-V-2019. The London Music N1ghts. Aurora Peña, soprano. Concerto 1700. Director: Daniel Pinteño. Obras de De Bailly, Sanz, Torres, Literes, Basset, Nebra y Herrando.
A día de hoy sigue vigente una teoría falaz e injusta surgida en el siglo XIX que denuesta la música que se hacía en España en la centuria anterior, por estimar que estaba hecha por compositores extranjeros o por nacionales que habían sido objeto de una fuerte influencia italianizante. Esta teoría es la que hace que Scarlatti, Boccherini o Brunetti sigan siendo considerados foráneos, cuando los ingleses no han tenido el más mínimo reparo en prohijar a Haendel ni los franceses en hacer lo propio con Lully. Por fortuna, gracias en buena medida a la encomiable labor de recuperación y de difusión de aquella música que están llevando a cabo jóvenes grupos españoles —tan entusiastas como talentosos—, esa patraña va quedando desmontada.
Es necesario este preámbulo para explicar el programa por Concerto 1700, el grupo que dirige el violinista Daniel Pinteño, en la última velada de The London Music N1ghts del Café Comercial. Ese programa es un recorrido musical por el Madrid de finales del siglo XVII y de la primera mitad del siglo XVIII. Un paseo que abarca las calles de la ciudad, sus capillas, sus teatros y sus palacios, espacios a cual más sugestivo, pues aquel Madrid, aunque sucio y decadente, seguía siendo la capital de un vasto imperio que se extendía por Europa, América y Asia. Mientras los reyes Borbones se empeñaban en mantener manu militari, contra viento y marea, aquellas inmensas posesiones ultramarinas, fomentaban todo tipo de artes, con especial preferencia por la música. Lejos de ser un centro musical de segunda, como pretende probar la xenófoba y patriotera teoría, Madrid podía jactarse de estar a la misma altura de Londres, Viena, Dresde, Nápoles o Venecia.
Con la sala del Café Comercial repleta de público, Pinteño fue explicando, primero con la palabra y luego con la música, este recorrido por el Madrid dieciochesco. Sonaron piezas de Henri De Bailly y Gaspar Sanz (las calles), José de Torres (las capillas), Antonio de Literes (los teatros) y Vicente Basset, José de Nebra y José de Herrando (los palacios). Todo ello, en un formato reducido, por exigencias de espacio, a dos violines (el del propio Pinteño y el de Víctor Martínez), un violonchelo (el de Ester Domingo) y una guitarra y una tiorba (las de Pablo Zapico), además, claro está, de la voz —potente y subyugante, como siempre— de la soprano Aurora Peña.
Obras conocidas como las Españoletas de Sanz, los anónimos Marizápalos (los del moza enamoradita de Pedro Martín que vagaba por “verde sotillo que va hacia Madrid”, que se supone que en realidad era un pequeño soto situado en la localidad de Vaciamadrid, hoy unida a la de Rivas) o el Yo soy la locura del galo de Bailly dieron paso a Murió por el pecado, bellísima cantada al Santísimo de Torres, compositor justamente reivindicado por Pinteño y su grupo, pues sonroja que hayan sido poquísimos los intérpretes que hasta la fecha hayan reparado en él. Tras la pausa de rigor, más Sanz, algo de Literes (Confiado jilguerillo) y una majestuosa Obertura a piu stromenti de Basset (compositor que reclama a gritos ser rescatado del ostracismo en el que lleva sumido desde hace más de dos siglos) y un conmovedor adagio de Herrando. El fin de fiesta corrió a cargo de Nebra, que en estas lides es un auténtico maestro.
Divulgativo, ameno y ‘majo’ (por emplear un apelativo tan castizamente madrileño) sarao, acompañado de los gin-tonics de rigor, que estos sí, la verdad sea dicha, tiene poco de autóctonos, aunque sienten siempre de maravilla (espero que el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social no me reprenda por esto, que buena se armó cuando a Rajoy se le ocurrió gritar lo de “Viva el vino”).