MADRID / Cuarteto Takács, sensual y magistral

Madrid. Auditorio Nacional. 10-V-2023. Liceo de Cámata XXI. Cuarteto Takács. Obras de Haydn, Fanny Mendelssohn y Schubert.
Aún cambiando de personal, el Cuarteto Takács sigue siendo una de las mayores referencias camarísticas de cuerdas con que contamos en el gran escenario del mundo. Es capaz de proponer una sonoridad maciza, cercana a lo sinfónico, sin perder tenuidad de timbres. Al tiempo, sus solistas orillan lo virtuosístico y exhiben una personalidad de vibración capaz, sin embargo, de empastar con el conjunto. Vayan sus nombres: Edward Dusinberre y Harum Rhodes, violines; Richard O’Neill, viola, y Andràs Fejer, violonchelo.
A esta sensualidad acústica, une el Cuarteto una versatilidad de estilos y de tesituras sutilmente matizadas. Así lo ha probado el programa del caso, una transición de Haydn (en fa mayor, opus 77 nº 2), que pasa por Fanny Mendelssohn (en mi bemol mayor) y llega al glorioso final de Schubert (en sol mayor, D 887). Del estilo galante, aunque ya acomodado a ciertas expresiones de gran gesto con amagos de tormenta, al romanticismo más sazonado, pasando por una obra apenas rozada en los menús, de Fanny, que será para siempre la hermana de Félix y la señora de Hensel. Es decir que pasamos de lo clásico a lo romántico a través de la familia Mendelssohn, donde una sensibilidad románticas se contiene dentro de un temperamento clásico. Para redondear la maestría, de propina tuvimos el scherzo del cuarteto de Ravel, con su festival de pizzicati y unos fugaces soplos melódicos de noche francesa, es decir una sonoridad radicalmente distinta a la propuesta por la herencia germánica.
Sin duda, la pieza de mayor empeño fue la de madurez schubertiana, una verdadera historia épica de bolsillo con una variedad de fraseos que, frente a la colorística raveliana, ejemplifica el arte del dibujo con tinta negra. No olvidemos a Haydn, uno de los fundadores de este repertorio y este formato, cuando el cuarteto de arcos daba sus primeros pasos y mostraba su rango de familia, una suerte de mestizaje entre la sonata da Chiesa y la suite de danzas, ambas de ascendencia barroca. De tal modo, por ejemplo, en la partitura haydniana hay un minueto y un saltarello que sacan a bailar nuestra imaginación. Una vez más, el cuarteto de cuerdas muestra ser el esquema fundacional de todas las formas empleadas por la modernidad musical, una suerte de percha perpetua para la variedad de los vestuarios del cambiante tiempo histórico.
Blas Matamoro
(foto: Amanda Tipton)