MADRID / Cuarteto Quiroga: correctos, eficaces y con humor
Madrid. Círculo de Bellas Artes (Teatro Fernando de Rojas). 8-V-2022. III Círculo de cámara. Cuarteto Quiroga. Obras de Beethoven y Brahms.
¿Debe ser? ¡Debe ser! Y así fue. El Cuarteto Quiroga concluyó con gran aplauso el ciclo de tres conciertos y su residencia dentro de la tercera temporada del Círculo de Cámara. Tres es el número: en esos tres conciertos se han podido escuchar los tres últimos cuartetos de Ludwig van Beethoven (1770-1827) y los tres únicos que compuso Johannes Brahms (1833-1897). Ahondando en el número tres, para muchos la historia de la música moderna se fundamenta en la ‘santísima trinidad’ de las tres ‘bes’: Bach, Beethoven y Brahms. Uno, por seguir con la tradición que empezó en 1854 el compositor Peter Cornelius (1824-1874) —para este la tercera B era Berlioz y no Brahms— y más tarde el afamado director Hans von Bülow (1830-1894), decía que uno prefiere hablar del ‘pentateuco musical’ de las cinco ‘bes’: Bach, Beethoven, Brahms, Bartók y Britten. Quedémonos hoy, no obstante, con las dos segundas ‘bes’, Beethoven y Brahms, aunque la primera, Bach, planea en el aire —y también la H de Haydn— de las dos obras que el Cuarteto Quiroga ha interpretado aquí: el Cuarteto de cuerdas nº 16 en Fa mayor op. 135 (1826) de Beethoven y el Cuarteto de cuerdas nº 3 en Si bemol mayor op. 67 (1875) de Brahms. Permítanme una última observación numerológica: tres fueron también los miembros originales del Cuarteto Quiroga que tocaron ayer; Josep Puchades, viola, no pudo estar presente, porque su mujer estaba de parto. Lo sustituyó el finlandés Atte Kilpeläinen quien, por cierto, lo hizo muy bien en el tercer movimiento del cuarteto de Brahms.
Decía el crítico musical Arturo Reverter en las breves —pero interesantes— notas al programa que es una “magnífica idea la de hermanar, a lo largo de tres conciertos, los tres últimos cuartetos de Beethoven con los tres de Brahms”. Quienes estén interesados, pueden también consultar el último capítulo del libro Beethoven: un retrato vienés en el que Reverter y Victoria Stapells abordan los últimos cuartetos del maestro de Bonn. Sí, estamos de acuerdo, la idea de aunar a Beethoven y Brahms es magnífica.
En la primera parte, el Cuarteto Quiroga interpretó La difícil solución. Así es como se conoce el Cuarteto nº 16, título que se le da por el último movimiento y las palabras Muss es sein? ¡Es muss sein! (¿Debe ser? ¡Debe ser!) que Beethoven anotó en el manuscrito al comienzo de este movimiento. Consta de cuatro movimientos: I. Allegretto, II. Vivace, III. Lento assai, cantante e tranquillo y IV. Der schwer gefasste Entschluss: grave – allegro – grave ma non troppo tratto – allegro. Tras el descanso, en la segunda parte, interpretaron el cuarteto de Brahms, dividido también en cuatro movimientos: I. Vivace, II. Andante, III. Agitato (Allegro non troppo) – Trío – Coda y IV. Poco Allegretto con variazioni – Doppio movimento.
Uno no puede juzgar los dos anteriores conciertos del Cuarteto Quiroga, porque no asistió a ellos, pero sí que desea hacer algunas consideraciones acerca de este último. Que el concierto gustó al público es evidente. Así lo confirman los dos grandes aplausos al final de la primera parte y al terminar el concierto. La interpretación del Cuarteto Quiroga fue correcta, estuvo bien. Sin embargo, uno no notó mucha diferencia entre la interpretación de Beethoven y la de Brahms, es decir, ambos cuartetos sonaron un poco a lo mismo. El sonido fue seco —vale, eso podría achacarse a la acústica del teatro— y un tanto plano. Aunque los pianissimi fueron delicados, en general, pudieron haber tocado con mucha más expresividad y energía. El Lento assai, cantante e tranquilo de Beethoven, por ejemplo, resultó tan tranquilo que invitaba a dar alguna cabezadita… La afinación de un cuarteto resulta más difícil cuando se toca con vibrato. El Cuarteto Quiroga optó por tocar sin vibrato y quizás eso hizo que sonaran un pelín monótonos en algunos momentos. Podrían haber empleado vibratos de arco, pero tampoco lo hicieron. Los diálogos entre el violín y el violonchelo podrían haberse contrastado más… Sólo cuando llegó el Agitato de Brahms, en la segunda parte, pareció que el sonido tomaba otro cariz. Ya dijimos al comienzo que Atte Kilpeläinen lo hizo muy bien en este movimiento. La viola sonó con expresividad y el Cuarteto Quiroga, con energía. Esa energía la mantuvieron hasta el siguiente y último movimiento con el que concluyó el recital y el ciclo de tres conciertos.
El público prorrumpió en un gran aplauso y algunas personas incluso se pusieron en pie. Fue entonces cuando el segundo violín, Cibrán Sierra, pronunció unas palabras para despedirse de la residencia en el Círculo de Bellas Artes, agradecer la presencia de Kilpeläinen, recordar que la ausencia de Josep Puchades se debía a la inminente llegada de un nuevo miembro a su familia y, por último, anunciar la propina con la que querían despedirse: un Minuetto del cuarteto conocido como El pájaro de Haydn. Y la verdad que el pájaro sonó de veras, porque la violonchelista Helena Poggio demostró su dominio del arte canoro del silbo imitando el canto de un pájaro que provocó la sonrisa del público y que nos hizo regresar a casa de buen humor.
En resumen: una correcta y eficaz interpretación de Beethoven y Brahms con un toque final de humor.
Michael Thallium