MADRID / Cuarteto Diotima: la Pasión según Béla Bartók
Madrid. Círculo de Bellas Artes. 15 y 16-X-2022. Cuarteto Diotima . Bartók: Integral de los seis cuartetos de cuerda
Entra el violín, solo. Medio compás. Inmediatamente, le sigue el segundo violín, en el mismo compás. Juntos, lento, molto espressivo, ‘cantan’ durante nueve compases. Y a partir de ese momento se forja la trama de los cuatro instrumentistas. Pues bien, dime cómo empiezas y continúas este fragmento y te diré qué vamos a oír y ver. Es el arranque del Primer cuarteto, el de 1909, que se supone que no es tan moderno como los que vendrán desde la guerra hasta 1939 (otra guerra). Lento y muy expresivo, atención a esto. En realidad, es antecedente del inicio del Tercero, Moderato (con sordina). La tensión parece lirismo, pero es un pasaje con violencia subterránea. Ahí está la dificultad, pero ahí está también el sentido de lo que vamos a oír a partir de este cuarteto, y lo que aquí se haga nos sugerirá cuál será en adelante el significado del ciclo íntegro, de este itinerario de vida. No es que aquí se diga todo, es que de esto se deduce el resto del camino, seis cuartetos de son una biografía, un camino con angustias explícitas, innegables, en que el compositor se convierte en un auténtico ciudadano que sufre los avatares de la política del periodo de entreguerras, en especial de su país, la pequeña Hungría ‘deducida’ del Tratado de Trianón, un país siempre angustiado por revisar este tratado y recuperar al menos parte de lo perdido a manos de los vecinos, en especial Rumanía; lo que lleva a Hungría a tentaciones de pactar con el diablo alemán, después de haber sufrido la venganza del diablo aliado. Y el último pacto llevará a Bartók fuera de Europa, la envenenada Europa.
Y si ahí empieza la biografía, ahí empieza la Pasión autobiográfica. Y cuando el Cuarteto Diotima plantea ese episodio inicial con esa propuesta de suspensión del respiro, ya desde el inicio, comprendemos que hay una comprensión concreta de lo que he llamado sentido del ciclo. Y, de ahí, vendrán no solo los no muy abundantes episodios como este Lento inicial, sino las chirriantes agresividades de, por ejemplo, la coda del Tercero (1927, un año después del milagroso tiempo del Primer concierto, la Sonata o Al aire libre), los finale del Cuarto y el Quinto, entre otros, porque no están ellos en solitario. Los movimientos lentos son desoladores, como lo serán los de los cuartetos de Shostakovich; los allegros tienden a chirriar, a la agresividad del propio sonido. El folclore está, explícito cuando no enterrado o encerrado, no sé. Transformado, en cualquier caso.
El Cuarteto Diotima se mantiene siempre alerta (la alerta propia del intérprete responsable, reforzada por la que reclaman estas seis obras que forman una gran obra maestra), y eso lleva al conjunto más allá del equilibrio de propuestas antagónicas, porque el equilibrio (de haberlo) no lo da tanto el discurso, que el Diotima mantiene siempre tenso, como la búsqueda de simetría tan propia de Bartók, que compuso obras en arco tan notorias como su ópera El castillo de Barbazul. La simetría, el arco, la tendencia a la proporción área… todo eso lo pone el compositor. El clima, el drama, la Pasión… todo eso lo interpreta el Cuarteto Diotima . Fueron dos sesiones de un nivel extraordinario, un espléndido comienzo de temporada del Círculo de cámara del Círculo de Bellas Artes. Concluir con un fragmento de Ligeti a modo de imaginado Séptimo Cuarteto de Bartók significó que esta pieza primigenia de la vanguardia llegara con una claridad sorprendente. Porque, entre pasiones y tensiones, el Diotima brindó eso, mucha claridad. La Pasión no tiene que ser forzosamente brumosa.
Santiago Martín Bermúdez