MADRID/ Concerto 1700 firma una emocionante recuperación de ‘Las Amazonas de España‘
Madrid. Auditorio Nacional. Ciclo Universo Barroco. 21-IV-2024. María Espada, Alicia Amo, Lucía Martín-Cartón, Manon Chauvin y Belén Vaquero, sopranos; Natalie Pérez, mezzosoprano. Concerto 1700. Daniel Pinteño, violín y dirección. Giacomo Facco: Las Amazonas de España (1720).
Veinte años después de aquella mítica representación con una selección de la ópera Las Amazonas de España de Giacomo Facco en el Festival de Música Antigua de Aranjuez, y el posterior disco que la inmortalizó, interpretada por Los Músicos del Buen Retiro y las sopranos María Luz Álvarez y Raquel Andueza, y trescientos cuatro años y un día desde que fuera estrenada el día 22 de abril de 1720 en el Coliseo del Palacio del Buen Retiro de Madrid, por fin hemos podido disfrutar con emoción, tras años de gran expectación, de la primera ejecución íntegra en tiempos modernos de esta ópera espléndida, que es sin duda la mejor compuesta nunca en la España barroca en lengua castellana.
El mérito de reponer brillantemente esta ópera en versión íntegra con casi todo su esplendor corresponde a Daniel Pinteño y su Concerto 1700, con un esfuerzo heroico, casi titánico, que no voy a dejar de resaltar, donde no se han escatimado medios, con una plantilla orquestal generosa, con diez violines, tres violas, tres violonchelos, dos oboes y una sección de continuo completada con contrabajo, cuerda pulsada y clave; sin escamotear solistas vocales, con cuatro sopranos y una mezzosoprano —solo una cantante tenía dos papeles—, y que ofreció además, con ese afán siempre tan didáctico de Pinteño, una dramaturgia asociada con verso en silva creada por Ignacio García, con unos textos exquisitos asignados a Circe, un papel que declamó con brillantez la actriz de teatro clásico Carmen del Valle, y cuya función, además de paliar la falta de escenificación, era facilitar al público contemporáneo algunas claves y sucesos de las siempre enrevesadas tramas de estas óperas, hecho todo ello con una asimilación a la época y un buen gusto dignos de elogio.
También hay que agradecer a Paco Lorenzo y al Universo Barroco del CNDM la apuesta por obras ambiciosas de nuestro patrimonio, y en el caso que nos ocupa, de una ópera fundamental en nuestra historia, una ópera fastuosa de enorme belleza, hondura y calidad. Giacomo Facco llegó a Madrid con una reputada fama tras sus años al servicio Carlos Spinola, Virrey de Sicilia. En pocos meses, fue nombrado Maestro de música de los Infantes y compositor y miembro de la Real Capilla, ya naturalizado como Jaime Facco. En 1720, compuso este Drama musical por encargo de la reina Isabel de Farnesio, con motivo de la celebración de los festejos en torno al nacimiento del nuevo Infante de Castilla, Don Felipe de Borbón. Aunque en la década anterior había habido unos pocos intentos de traspasar la ópera italiana a la lengua española, no habían tenido demasiado éxito ni seguimiento, así que, aunque no la primera, Las Amazonas de España es realmente la primera ópera de estilo italiano en lengua española de auténtico fuste y marcó claramente el devenir del teatro musical español posterior, empezando por Nebra. La sucesión de recitados y arias dacapo junto al estilo son plenamente italianos, aunque Facco recoge de la tradición española de la zarzuela barroca su partición en dos actos o jornadas y la inclusión de dos personajes, Brinco y Laureta, de naturaleza cómica o graciosa.
Las Amazonas de España es una ópera deslumbrante, con una música muy inspirada a la altura de óperas de compositores de mayor fama, y representa muy bien ese momento dulce de las décadas doradas de la música teatral italiana del barroco medio, que en 1720 estaba en su cénit. El libreto de José de Cañizares, quien iba a poner texto en el futuro a la mejor música teatral española, es también de una calidad esplendida. El argumento se inspira en un pasaje de Plutarco, donde se describe el paso de Aníbal por los Pirineos camino de Roma y su encuentro con mujeres guerreras, las Amazonas. Un tema ya tratado en la música teatral de otros lugares de Europa y que la propia reina sugirió.
El concierto comenzó con la sinfonía compuesta por el Señor Blasi, hoy todavía desconocido, para una representación de la ópera probablemente en un teatro catalán, y a cuya copia manuscrita debemos la conservación de la música de Facco. La sinfonía, en tres movimientos, tiene fuertes reminiscencias vivaldianas, con el movimiento central, Andante, especialmente brillante. La ópera de Facco tiene muchas arias de gran belleza, algunas sublimes y todas de una gran calidad general, que van llevándonos por muchos estados de ánimo, con arias amorosas, poéticas, melancólicas, guerreras o de bravura. Ya les gustaría a mucha óperas de compositores de gran fama tener tanta arias con esa excelencia, y con unos textos perfectamente trabajados y coordinados.
Alicía Amo sustituyó a última hora a la soprano prevista para el papel de Celauro, Giulia Semenzato, indispuesta, y tuvo solo 48 horas para preparar un papel protagonista, con varias de las mejores arias de la ópera, y no solo salió airosa sino que tuvo una actuación de gran mérito con momentos de notable belleza en su canto. El dúo No sé qué blando temor cantado por Lucía Martín-Cartón (Clorilene) y Alicia Amo (Celauro) es una pieza de una belleza subyugante, una música poética de gran calidad con una delicadeza sublime marcada por las notas del violonchelo y el continuo, ambas sopranos interpretaron con gran sensibilidad y lirismo ese aria de una melancolía amorosa arrebatadora. Justo antes, Martín-Cartón había cantado una bonita aria inédita hasta ahora, A la sombra de aquel sauce bello.
Una de las sorpresas agradables de la velada fue la soprano Belén Vaquero en el papel cómico de Brinco, una soprano con una voz espléndida, con un registro grave de enorme calidad, como pudimos apreciar en la graciosa Tuyo soy de cualquier manera, con una voz potente y fresca , que nos dio la impresión de estar sobrada de recursos para mucho más.
Otra aria de serena belleza fue Yo lo diga pues miré, con una excelente Manon Chauvin en el papel de Mentor (Chauvin fue la única con dos papeles, pues hizo también el personaje cómico de Laureta), un aria de reminiscencias de Alessandro Scarlatti, con unos violines con unos ritornelos bellísimos.
A continuación llegó un aria deslumbrante, de una hermosura profunda, Quien si, quando, nunca fue …, es difícil expresar mejor y con tanta belleza las dudas que asaltan al alma humana, y que fue interpretada maravillosamente y con gran delicadeza por la mezzosoprano Natalie Pérez (Anibal), con mucha expresividad y articulando con excelencia en su línea de canto esos cambios de altura espléndidos del aria, con unos agudos también excelentes, junto a unos violines delicados y un continuo brillante.
Pero también nos encontramos en la ópera arias guerreras y de bravura, vibrantes y con una calidad despampanante, como el dúo Pues si a la guerra de los personajes de Marfilia y Anibal , donde escuchamos a una María Espada sublime todo el concierto, acompañada de una estupenda Pérez. Y, a continuación otra pieza esplendida de María Espada, que ya había cantado antes arias de gran mérito, con esa preciosidad que es Cómo de mis desvelos (inédita), o el aria Mirad si os he visto, otra pieza excelente articulada por el violonchelo espléndido y pregnante de Ester Domingo.
El segundo acto se abrió, a modo de sinfonía, con el Allegro y el Andante del Concierto n.º 6 de la excelente colección Pensieri adriarmonici, opus 1 (1719) del propio Facco, espléndidamente tocados, con un Daniel Pinteño arrebatador, con gran poesía de su violín en el bello Andante.
Y el aria de Celauro que viene a continuación, Si Marfilia así me obliga, es para quitar la respiración, de intensa y bella melancolía. Alicia Amo la cantó de manera espléndida, muy lírica, con unos acompañamientos del violín absolutamente sublimes. La soprano hizo una ornamentaciones muy meritorias, más si tenemos en cuanta las circunstancias mencionadas y la preparación exprés de su papel. Y si ese aria es bellísima, qué decir de otra de las joyas de esta ópera que es la hermosísima ¿Qué será cielos de mí?, digna de un Haendel, con una introducción al violín de una belleza espectacular, con un Pinteño expresivo y delicado con la serena maestría de su violín y una soprano espléndida, ese aria melancólica expresa unos afectos realmente excepcionales.
En la ópera también hay una serie de estupendas arias de bravura que no habíamos podido antes escuchar, como son A darse batalla, con unos oboes excelentes de Rodrigo Gutiérrez y José Manuel Cuadrado, cantada espléndidamente por Espada, o Muera, no, no, interpretada con fuerza por Vaquero, y, en la primera aparte, la interesante Reinar más es penar, del Anibal de Pérez.
María Espada también nos ofreció todavía otro aria espléndida, Si, podrás, homicida, rendirte, también inédita pues en aquel disco recopilatorio de 2004 se hizo una versión instrumental. Y, a continuación otra hermosa pieza, a cargo de una estupenda Martín-Cartón, otro joya melancólica con una progresión armónica preciosa y una expresividad profunda del pathos, que es ¿Ay infelice!, ¿qué oí?, que la soprano interpretó con gran sentimiento.
El final de la segunda parte de la ópera ha tenido que ser reconstruida por el excelente musicólogo Raúl Ángulo, a partir del manuscrito M732/29 de la Biblioteca de Cataluña en Barcelona. Si bien la obra fue representada en 1720 y 1724 en Madrid y en Lisboa en 1728, la música nos ha llegado solo gracias a una representación en un teatro desconocido, probablemente en Cataluña, pero donde seguramente por su modestia, medios o capacidad, se decidió no interpretar las partes finales de la apoteosis de la ópera, incitación a la batalla incluida..
Para introducir esa parte, Daniel Pinteño hizo una preciosa interpretación del Adagio del Concierto n.º 12 de la colección ya mencionada de Facco. Dos recitados son reconstruidos musicalmente por el musicólogo, al igual que varios durante el resto de la ópera, y dos arias, una de Anibal, Al Arma fervores, con oboe, y un sexteto final, ponen la letra del final de Cañizares a música tomada del Festejo Armónico de Facco que encajaban bien con el texto, dando un final más grandilocuente y propio a esta ópera que el truncado del manuscrito catalán
Concerto 1700 estuvo brillante, con las dos excelentes secciones de violín, llena de buenos músicos, a cargo de Ignacio Ramal y Sergio Suarez, con Pinteño de maestro de concierto, con unos buenos oboes, una estupenda sección de violas y el magnífico violonchelo de Ester Domingo con gran protagonismo, junto a la calidad de Guillermo Turina y Guillermo Martínez, y un continuo siempre brillante completado con Campanero al contrabajo, Ignacio Prego al clave y la cuerda pulsada de Pablo Zapico. Toda la orquesta estuvo con el nivel de excelencia al que nos tiene ya acostumbrados este brillante conjunto español
Todo este esfuerzo realizado para una sola representación es algo heroico, digno de admiración y esperemos que el proyecto se pueda revivir en el fututo. El amor volcado en todas y cada una de las partes de este proyecto es admirable, emocionante y, al menos, este concierto maravilloso quedará en la memoria del afortunado público asistente como algo verdaderamente memorable.
Manuel de Lara