MADRID / Collegium Musicum Madrid recupera al mejor Scarlatti
Madrid. Basílica Pontificia de San Miguel. 13-III-2023. Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid (FIAS). A. Scarlatti: Oratorio per la Santissima Trinità. María Espada, soprano; Lucía Caihuela, soprano; Gabriel Díaz, contratenor; Diego Blázquez, tenor; Ferrán Albrich, barítono. Collegium Musicum Madrid. Director y cuerda pulsada: Manuel Minguillón.
El poder evocador de esta edición del FIAS parece no tener fin. Si algunos de los conciertos anteriores nos transportaron a la Leipzig de Bach, a la Ferrara de los duques de Este o a la Francia de tiempos de Lully, por obra y gracia del Collegium Musicum Madrid la Basílica de San Miguel se transformó ahora en una de las innumerables iglesias de la Nápoles de principios del siglo XVIII.
Hay que agradecer a Manuel Minguillón, director del grupo, el trabajo de ‘recuperación’ de una obra de tanta calidad como el Oratorio per la Santissima Trinità de Alessandro Scarlatti. Entrecomillo lo de recuperación porque en realidad es una obra ya conocida, que rescató Fabio Biondi en 2002 y que tuvo su primera grabación de la mano de Estevan Velardi al frente del Alessandro Stradella Consort al año siguiente, adelantándose por poco a Biondi, quien realizó un registro de la misma con algunos cortes. En España el propio Biondi la interpretó con su grupo, Europa Galant,e ese mismo año de 2002 al menos, hasta donde yo sé, en la Semana de Música Religiosa de Cuenca, en Madrid (Iglesia de San Francisco el Grande) y en Barcelona (creó recordar que en la catedral, cantando como tenor Enrico Onofri, el mítico concertino de Il Giardino Armonico, que se planteó por un breve tiempo compaginar su brillante carrera de violinista con la de cantante; afortunadamente, la veleidad le duró poco). Y en realidad es recuperación, que no estreno, porque desde entonces, si mal no recuerdo, no se había vuelto a interpretar en España, corriendo el riesgo, como tantas obras, de que después de ser rescatada del olvido volviera a ir cayendo poco a poco en el pozo de la desmemoria.
Alessandro Scarlatti es uno de los compositores más minusvalorados del Barroco. No es un desconocido, ni mucho menos, pero no ocupa el lugar que merece, ni entre el público aficionado ni en las programaciones de conciertos. Por ello, aunque no se trate de un estreno en España, tal y como figuraba en la información del concierto, cabe calificar de auténtico acontecimiento musical el hecho de que se programe una de sus mejores obras. Si la interpretación, como ocurrió ayer, además está a la altura de la música esto convierte el evento en algo memorable.
Scarlatti compuso cerca de cuarenta oratorios, siendo La Santissima Trinità uno de los últimos. Todo parece indicar que lo escribió en Nápoles en 1715. Al contrario que otras obras del mismo género de Scarlatti, la orquesta se reduce a la sección de cuerda, sin intervención de instrumentos de viento. El libreto, de autor desconocido, es una diatriba en torno al misterio trinitario a cargo de cinco personajes alegóricos (Fe, Amor divino, Teología, Infidelidad y Tiempo), en la linea de otros oratorios como Il Trionfo del Tempo e del Disinganno de Haendel. Así contado no parece el mejor argumento para una obra musical, pero el genio de Scarlatti consigue sublimar la aparente ausencia de tensión dramática componiendo una música deslumbrante. Por mucho que Scarlatti aparque en algunos momentos su gusto por el contrapunto con acompañamientos al unísono (concesión a los nuevos vientos que empezaban a soplar), las arias son de una variedad que no deja de sorprender teniendo en cuenta la relativa economía de medios.
Como he adelantado, la interpretación de Collegium Musicum Madrid hizo justicia a la obra. Tanto la orquesta como el elenco vocal respondieron ante el desafío dando lo mejor de sí mismos y cuajando un concierto sin fisuras. De la formación que dirige Minguillón merece resaltarse el bello sonido, el cuidado en las dinámicas y la tensión e implicación con que tocaron de principio a fin. Dentro del altísimo nivel general, mención aparte merecen dos nombres: Ignacio Ramal y Guillermo Turina. Ramal —que ya brilló en este FIAS con el conjunto La Vaghezza— lideró la orquesta con pulso firme y estuvo segurísimo acompañando las arias con violín obligado. En cuanto a Turina, a su solidez habitual añadió una dosis suplementaria de energía —la parte de violonchelo de la partitura de Scarlatti es de una enorme exigencia, tanto física como técnica— y un enorme gusto en las numerosas arias en las que el chelo comparte protagonismo con los cantantes. Uno de los momentos más destacados del concierto fue su acompañamiento junto al laúd de Minguillón de la bellísima aria para alto Povera navicella (originalmente escrita para dos violonchelos y dos laúdes), que tocaron con una gran complicidad.
Entre los cantantes, el papel más exigente era el de la Fe, que encarnó (si es que la Fe se puede encarnar) la soprano María Espada. Además de tener más arias que nadie, algunas de ellas tienen complicados pasajes de coloratura que requieren una gran agilidad. Tal es su dificultad que no es descartable que el papel fuera asumido en su estreno por la soprano Marianna Benti Bulgarelli, que cantó ese mismo año 1715 en la ópera La Tigrane, del propio Scarlatti. El tiempo parece no pasar para Espada, que sigue manteniendo la frescura y el vigor de siempre. Poderosa de volumen, cantó con una gran intensidad dramática. Destacables sus dúos con Lucía Caihuela (Amor divino), en los que las voces de las dos sopranos con colores muy distintos producían un contraste muy interesante (y muy barroco). Caihuela volvió a tener una prestación de gran nivel (y ya van varias en este FIAS). Sin entrar a si se trata de una soprano o una mezzo, lo cierto es que Caihuela siempre cumple. En esta ocasión, además su papel incluía algunas de las arias más bellas de la obra, como Quell’Amore ch’eterno si scorge, que cantó de forma admirable. Gabriel Díaz (Teología), reciente Achille del Achille in Sciro de Corselli del Teatro Real, demostró su versatilidad en un papel mucho más contenido. Diego Blázquez (Infidelidad) se fajó peleándose con todos los demás personajes (dialécticamente, entiéndase) hasta tirar la toalla y rendirse en el coro final, en clara inferioridad numérica. Cantó con arrojo y carácter, superando alguno de los precedentes discográficos de este papel. Por último, el joven barítono Ferrán Albrich (Tiempo), mostró gusto e intención dramática en cada una de sus arias, muy atento al sentido del texto.
Tras el coro final en que todo se aclara repentinamente a modo de lieto fine, el público ovacionó a los artistas, que volvieron a repetir el coro para cerrar un concierto que recupera para los aficionados al Barroco el placer de escuchar la música del gran Scarlatti. Que cunda el ejemplo entre los programadores.
Imanol Temprano Lecuona