MADRID / Buen ‘Tolomeo’ con un Pomo d’Oro elegante e insuperable
Madrid. Teatro Real. 23-IV-2023. Jakub Józef Orliński, Melissa Petit, Giuseppina Bridelli, Andrea Mastroni y Paul-Antoine Benòs-Djian. Il Pomo d’Oro. Francesco Corti, clave y dirección. Haendel: Tolomeo, rey de Egipto. Versión concierto.
Tolomeo, re d’Egitto se estrenó en 1728 en el King’s Theatre en Haymarket (Londres) con hasta siete representaciones y, aunque fue repuesta posteriormente en 1730 y 1733, fue la decimotercera y última ópera de Handel para la Royal Academy of Music, y también la última que compuso para el renombrado trio de cantantes que formaban el castrato Senesino y las sopranos Francesca Cuzzoni y Faustina Bordoni, que cobraban tarifas astronómicas, lo que mezclado con las disputas entre las dos sopranos y la progresiva disminución de audiencia, provocó el final definitivo de la compañía y las nuevas aventuras empresariales de Il caro Sassone, empezando por la búsqueda de nuevos cantantes en Italia.
El argumento tiene tan poca fuerza dramática como tantas otras óperas barrocas de la época, con el tema de los celos, el amor y otras pasiones humanas como el deseo y la venganza, y la disputa del trono egipcio como hilo conductor, todo lo cual se desarrolla de manera algo pueril con los típicos personajes encubiertos y amores cruzados con un final feliz; aunque llega a amenazar con la muerte (falsa) del protagonista Tolomeo, el momento más teatral, pero que dura un breve instante al ser en realidad el veneno que ingiere un mero somnífero. La ópera también significó la última colaboración con el libretista y compositor Nicola Francesco Haym, que tan buenos frutos dio, y, más allá de su nulo carácter teatral, sí es evocadora, con ensoñadora exaltación poética de la naturaleza y ternura en los bellos cantos amorosos.
Aunque no ha sido siempre considerada entre sus óperas más renombradas, la obra, casi al completo, es un conjunto compacto de arias excelentes —varias de ellas trazadas sobre préstamos del Harmonischer Gottesdienst de su gran amigo Telemann— con una música deslumbrante fundamentada sobre todo en el buen hacer de la orquesta de cuerdas, salvo en unos pocos números puntuales donde intervienen oboes, flautas y las trompas, también protagonistas de la segunda parte de la magnífica obertura que el Pomo d’Oro interpretó con una calidad despampanante y una elegancia sublime que nos acompañó todo el concierto.
Bajo la dirección de Francesco Corti, esta orquesta ha llegado a su máxima madurez y se ha convertido definitivamente en una orquesta deslumbrante, elegantísima, con una precisión envidiable en los detalles, pero con la fuerza necesaria para dar énfasis y esplendor allí donde se requiere, sin efectismos superfluos, con una brillantez inconmensurable que nace del esmero de su espléndida sección de violines, a cargo de la concertino Zefira Valova, y de una dirección luminosa. La finura de Corti se manifiesta en las arias con una conducción brillante del canto de los solistas, con unos ataques precisos y energéticos cuando es necesario, sin apagar en ningún momento a los cantantes, marcando con precisión las pausas y dirigiendo desde el clave a un espléndido continuo. El Pomo d’Oro fue lo mejor de la noche, no se puede ser más elegante.
La ópera, en versión concierto, también tuvo unos excelentes cantantes, como la soprano francesa Melissa Petit, que encarnó a Seleuce, la fiel y amante esposa de Tolomeo, una exquisita cantante de rico timbre y gran cuerpo en su voz, dotada de unos armónicos densos, característicos de la escuela francesa, y con buena afinación de su amplio registro. Petit posee una excelente línea de canto como demostró en algunos momentos especialmente bellos, como en Dite, che fa, dov’e, o en Se il cor ti perde, con una excelente proyección, en el aria Senza il suo bene la tortorella, con unas buenas escalas y un elegantísimo Corti, o en las excelentes articulaciones de la bella Torni amai, con los oboes, o con las flautas en Fonti amiche.
La mezzosoprano Giuseppina Bridelli estuvo muy expresiva en su papel de la villana Elisa, un papel bastante exigente que correspondió en su día a Bordoni, donde Bridelli hizo gala de unas virtudes técnicas asombrosas y unas buenas coloraturas, que en su papel llegan a ser muy demandantes. En todas sus arias se defendió brillantemente, con su habitual capacidad técnica, aunque su proyección en ocasiones pudo ser mayor. Bridelli es una cantante elegantísima, como nos demostró en Quell’onda che si frange, en la bella il mio core apprezza, o en las exigentes coloraturas de Quanto è felice quell’augelleto, y llevó al límite sus dotes dramáticas en Ti pentirai, crudel.
También cantó muy bien el bajo Andrea Mastroni en su papel del malvado rey Araspe, con un buen control de la emisión, mucha estabilidad en la afinación y poderosos graves, como comprobamos en al aria Respira almeno un poco, o en Sarò giusto, e non tiranno. Una de las mejores sorpresas de la noche fue, sin duda, el contratenor Paul-Antoine Benós-Djian, un cantante elegantísimo que encarnó a Alessandro, con una voz de un timbre bellísimo y un gran rango vocal, lo que le permite una gran expresividad. Sorprendió con su excelente línea de canto y su tono cálido y redondo en Se l’interno pur vedono i Numi, con unas magníficas y calibradas trompas. Tiene una voz de contratenor muy interesante, afinada, con excelentes graves y brillantes agudos. La única pena es que su papel no fuera aún más relevante, creo que podría haber sido un mucho mejor Tolomeo.
Aunque más controlado y comedido que en sus recitales, el Tolomeo de Orliński fue bastante decepcionante, y es una lástima porque tiene algunas de las arias más bellas de la ópera. Por ejemplo, en la hermosa Stille, amare, con un excelente y retórico staccato de la orquesta, el contratenor confundió intensidad con agresividad, y careció de la elegancia de la línea de canto y de los recursos necesarios de un papel destinado a Senesino. Sus carencias también fueron evidentes en Son qual rocca, donde Orliński alarga las notas un poco tontamente y siempre resuelve con pequeños gritos, incapaz de alargar las frases en sus articulaciones, o en la maravillosa Torna sol per un momento, con un excelente Corti, donde, aunque es un aria adecuada para su timbre, dejó bastante que desear, ya que no acaba de mantener bien la respiración, no posee un buen fiato y canta con saltitos perceptibles.
Manuel de Lara
(fotos: Javier del Real)