MADRID / Benjamin Alard: vuela como una mariposa, pica como una abeja
Madrid. Auditorio Nacional (Sala de Cámara). 23-II-2022. Benjamin Alard, clave. Obras de Bach
En lo que a la música bachiana para teclado respecta, Benjamin Alard es, sin duda, el gran exégeta de nuestros días, el más eximio profeta del dios Bach. Pareciera como si este lo hubiera enviado desde el cielo a la tierra para predicar su doctrina. A Benjamin Alard no solo hay que ir a escuchar cómo toca, sino también a ver cómo toca. Hasta en eso es distinto a cualquier otro intérprete. No mueve un músculo más de los estrictamente necesarios para que la palabra del dios Bach se haga obra. Rara vez agita la cabeza, lo cual no es un dato baladí tratándose de un clavecinista. Recuerdo que en cierta ocasión le pregunté a Kenneth Weiss (grande como intérprete y grande como docente) por un joven alumno suyo que pasaba esos días por su aula neoyorquina, y no me respondió si tocaba bien o tocaba mal, sino que se limitó a sentenciar: “Mueve mucho la cabeza, parece pianista; estamos intentando corregirle esa manía”.
No es solo el señorial porte de Alard frente al clave lo que llama la atención; también lo es la forma en que se deslizan sus dedos sobre el teclado. Escuchándolo, y viéndolo, anoche en el Auditorio Nacional de Música, me vino a la cabeza la famosa frase sobre Muhammad Ali cuando todavía era Cassius Clay: “Vuela como una mariposa y pica como una abeja”. En efecto, los dedos de Alard flotan sobre las teclas y, luego, siempre encuentran el punto preciso para posarse con elegancia, pulcritud y energía… ¡Qué prodigio de muñecas!
En su cuarta aparición para completar un proyecto de seis conciertos sobre los cuatro libros del Clavier-Übung bachiano que le ha encargado el Centro Nacional de Difusión Musical, el clavecinista y organista francés ofreció la Partita nº 3 en La menor BWV 827 (libro I, 1731), el Concierto italiano en Fa mayor BWV 871 (libro II, 1735) y la Obertura en estilo francés en Si menor BWV 831 (también del libro II), antecedida esta, a modo de preámbulo y marcando el inicio de la segunda parte del recital, por el coral Aus tiefer Not schrei zu dir BWV 687. Alard apareció sobre la penumbrosa Sala de Cámara sin hacer ruido, con esa mezcla de timidez y humildad que le caracteriza. Hizo una leve reverencia, se sentó frente al clave (una copia de Restelli de un Christian Vater de dos manuales) y comenzó a hacer magia. Porque Alard no hace música, hace magia.
En su lectura de la Partita, hechizó con la Allemande y deslumbró con una Corrente increíblemente danzante. El Concierto italiano fue de una extremada perfección (nunca he escuchado una lectura como esta suya de anoche), con un ensoñador Andante, en el que la mano izquierda empleaba el registro de laúd, y con un Presto eléctrico. La Obertura francesa (sin partitura) comenzó majestuosa y terminó con un Echo en el que Alard entró en bucle (inconvenientes de tocar sin partitura); hubo de recurrir a su capacidad improvisadora para salir del apuro (creo que no fuimos muchos los que nos dimos cuenta de que se había metido en un pequeño atolladero).
Como propina, Alard regaló una sonata de Domenico Scarlatti, acaso para demostrar que, después de su prodigiosa exhibición bachiana, aún le quedaba fuego en los dedos. ¿Qué sonata? Pues, sinceramente, no estoy seguro (es difícil tener metidas en la cabeza las 555 sonatas del músico napolitano). Creo que fue la K. 209. Intenté salir de dudas preguntándoselo al propio Alard minutos más tarde, pero ni él mismo lo sabía: “No me fijo en los números del catálogo, simplemente me aprendo de memoria las sonatas que me gustan y las toco luego”. Los genios, ya se sabe, viven en otro mundo.
El apostolado bachiano de Alard para el CNDM continuará el próximo 16 de marzo, ni más ni menos que con las Variaciones Goldberg. Vayan marcando en rojo en el calendario esta fecha.
Eduardo Torrico
(Foto: Elvira Megías – CNDM)