MADRID / Bellezas ‘invisibles’ a cargo de Xavier Sabata y Vespres d’Arnadí
Madrid. Auditorio Nacional. 10-XI-2022. Ciclo Universo Barroco del CNDM. Xavier Sabata, contratenor. Vespres d’Arnadí. Director y clave: Dani Espasa. Obras de Albinoni, G. Bononcini, Ristori, Lotti, Albinoni, Porta, A. Scarlatti, Gasparini, Porpora, Mancini, Giacomelli, Sarro, Pollarolo y R. Strauss.
Su repetida presencia durante los últimos años en el Universo Barroco del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) ha acabado convirtiendo a Vespres d’Arnadí en una de las formaciones favoritas del fiel y entendido público de este ciclo. Ya venga en formato grande o en formato reducido —como fue el caso del concierto de anoche—, la formación que dirige desde el clave Dani Espasa acaba siempre entre vítores y loores. Se ha establecido un estrecho y sincero vínculo que ojalá se prolongue en el tiempo, porque cada propuesta del grupo barcelonés resulta siempre de lo más interesante y estimulante.
Acompañando al contratenor Xavier Sabata (otro artista icónico en la programación del CNDM), lo que se ofrecía era un recital con arias —y sinfonías— de la edad dorada de la ópera Barroca (la primera mitad del siglo XVIII), pero pertenecientes a autores (‘invisibles’, como a él le gusta denominarlos) de esos que rara vez figuran en concierto: Tomaso Albinoni, Giovanni Bononcini, Giovanni Alberto Ristori, Giovanni Porta, Francesco Gasparini, Nicola Porpora, Francesco Mancini, Geminiano Giacomelli y Domenico Sarro. Compositores pertenecientes a las dos grandes escuelas operísticas en la Italia del momento (la veneciana y la napolitana), algunos de los cuales acabaron haciendo fortuna en otros destacados centros operísticos fuera de aquella península, como eran Londres, Viena o Dresde.
Compositores y arias infrecuentes en conciertos, como indicaba antes, pero también ausentes en esos cientos de grabaciones de música barroca que aparecen cada año. Salvo en el caso del aria Con cetra più sonora (Il nascimento dell’Aurora, de Albinoni), Bellezze adorate (La fate, de Ristori) y Mi par sentir la bella (Gianguir, de Giacomelli), ninguna figura en registros comerciales. El veterano director austriaco René Clemencic grabó íntegramente Il nascimiento dell’Aurora en 2007 (Oehms). Más recientemente, el aria Bellezze adorate fue incluida por el contratenor Flavio Ferri-Benedetti e Il Basilico en un CD que tenía como protagonista al castrato Domenico Annibali (Pan Classics). Y la mezzosoprano Ann Hallenberg, junto al Il Pomo d’Oro, hizo lo propio con Mi par sentir la bella (Pentatone).
Y la verdad es que ninguna de las obras incluidas en el programa defraudó. Antes al contrario, entusiasmaron. Porque, en efecto, a estas alturas del siglo XXI, lo que conocemos de la ópera que se hacía en la Europa del Barroco no es más que la punta del iceberg. Parece mentira que gemas como estas sigan ocultas, mientras se continúan programando una y otra vez esos manidos títulos que todos tenemos en la cabeza. Porque la Pasión según San Mateo, el Mesías o las Cuatro estaciones están bien, desde luego, pero no solo de ellas vive el melómano. Lo bueno que tiene precisamente el público del Ciclo Universo Barroco es que se fía de lo que se le ofrece, por desconocido que le resulte, ya que sabe que no le van a nunca dar gato por liebre. Lo comprobamos el pasado domingo con una zarzuela de José de Nebra y lo hemos vuelto a comprobar ahora con este atípico recital de Sabata y Vespres d’Arnadí.
Sabata tuvo el acierto de encandilar al respetable ya de salida, como si fuera un torero recibiendo a porta gayola. Su manera íntima y cálida de afrontar Bellezze Adorate (Bellezas adoradas) de la ópera de Ristori Le fate (una de las pocas composiciones que se conservan de este compositor, cuya obra ardió en los bombardeos a que fue sometida Dresde tanto por Federico “el Grande” de Prusia como por los británicos en la II Guerra Mundial) fue de cortar la respiración. El contratenor catalán optó por las arias de sentimiento frente a las de bravura, de tal manera que fue creando poco a poco una atmósfera mística. Estuvo espléndido en Con cetra piú sonora (de Il nascimiento dell’Aurora, que es probable que se estrenara en Barcelona en 1708, lo que la convertiría en la primera ópera italiana que sonó en la península ibérica), acompañado tan solo por el archilaúd de Rafael Bonavita, el violonchelo de Oleguer Aymamí y el contrabajo de Mario Lisarde. Y volvió a epatar, dentro de ese clima de hondo arrobo, tras el descanso, con el arioso Qui ti scribo (de L’oracolo del fato, de Gasparini), acompañado de nuevo por los tres mencionados, a los que se unía ahora Espasa con el clave.
Magnífica en todo momento la orquesta, formada por tres violines primeros (con Sylvan James al frente), dos violines segundos (con el gran Luca Giardini como refuerzo de lujo para la ocasión), viola, violonchelo, contrabajo, archilaúd y clave, además del oboe de Pere Saragossa, que tuvo un papel destacado y brillante en un par de arias junto a Sabata.
Ya fuera de programa, Sabata (entonado toda la velada, sin fisuras, con esa sensualidad vocal y esa fuerza dramática que le son características) ofreció el aria Cesseran le sue procelle, de la ópera Leuccipe e Teonoe, de Antonio Pollarolo, además de, para sorpresa de todos, Morgen de Richard Strauss, en la que tal vez haya sido la primera interpretación con instrumentos antiguos de este turbador lied.
Eduardo Torrico
(Foto: Elvira Megías – CNDM)