MADRID / Beethoven y Kavakos, otra liga
Madrid. Auditorio Nacional. Sala Sinfónica. 29-I-2020. Ibermúsica 50 años. Ciclo Orquestas y Solistas del Mundo. Leonidas Kavakos, violín. Enrico Pace, piano. Obras de Beethoven.
No podía faltar la participación de Ibermúsica en la efeméride beethoveniana, y a fe que tal participación ha sido bien distinguida, contando en esta ocasión, además, con la presencia de la Reina Emérita. El espigado violinista griego Leonidas Kavakos (Atenas, 1967), con uno de sus más regulares acompañantes, el italiano Enrico Pace (Rimini, 1967), ofrecía nada menos que las tres últimas Sonatas para violín y piano – que en realidad originalmente se titulan “para piano y violín”, como por otra parte parece razonable, porque el piano, que en los tiempos modernos ha sido artificialmente relegado a un plano “relativamente” secundario, es en realidad quien tiene la parte del león en buena parte de la colección- del músico de Bonn.
Cuando uno escucha a Kavakos se da cuenta de que, en los tiempos actuales, hay violinistas buenos, muy buenos, estupendos, sobresalientes… y luego está él, que parece hallarse en una liga aparte. Hemos escuchado en los últimos tiempos a excelentes artistas del violín por estos lares, desde Janine Jansen a Lisa Batiashvili, pasando por Hilary Hahn, Frank Peter Zimmermann o la mismísima Anne-Sophie Mutter, por mucho que esta, en los últimos tiempos, y aun manteniendo su excepcional talla de ejecutante, haya transitado por cierta tendencia al amaneramiento interpretativo. Pero cuando uno escucha a Kavakos, insisto, parece estar escuchando otra liga. El espigado griego, es un violinista que maneja una paleta de recursos que parece no tener fin y que, por añadidura, despliega con una facilidad absolutamente insultante. Con un arco de inverosímil, variedad en el ataque y una mano izquierda precisa, que se mueve como si tal cosa, contenido en un vibrato de recorrido justo y acertadamente alejado de cualquier exceso en su uso, que hubiera distorsionado el lenguaje clasicista de esta música, produjo un sonido de una belleza constantemente extraordinaria y de una amplitud dinámica asombrosa, desde el adelgazamiento extremo (el bellísimo motivo del adagio espressivo de la Op 96, dibujado con una delicadeza etérea, inalcanzable, en los grupetos de semifusas de los compases 33-34, por ejemplo) hasta la potente contundencia de muchos momentos del Presto final de la Kreutzer. Su acercamiento a Beethoven estuvo dotado de la necesaria cualidad incisiva en los acentos, en unos enérgicos sf, pero al mismo tiempo lució un impecable legato y capacidad cantable (delicioso el andante con variaciones de la Kreutzer, con una sensacional traducción de la cuarta variación, en la que el diálogo entre pianista y violinista siempre tuvo la fluidez y continuidad deseables). Un Beethoven que combinó con absoluto acierto el ímpetu rítmico con la riqueza en contrastes, elegante cuando procedía (Minueto de la Octava Sonata, Allegro moderato inicial de la última), rústico cuando así lo reclamaba la música (allegro vivace final de la octava) o de la gran intensidad y tensión, como en buena parte del desarrollo del primer tiempo de la Kreutzer, tan propios del temperamental compositor. Siempre servido todo ello con tempi sabiamente elegidos y con una extraordinaria variedad de color sonoro. El italiano Pace, que se desenvuelve particularmente bien en la música de cámara, evidenció buen sonido, y perfecta consistencia conceptual y compenetración con Kavakos. Ni siquiera la criminal y contumaz aparición del criminal del móvil, hasta tres veces y con un timbre especialmente estruendoso, logró empañar el clima extraordinario conseguido por el violinista griego y su acompañante italiano. El éxito, muy justamente grande, obtuvo dos regalos no frecuentes. Una selección de las 10 melodías populares con Variaciones Op 107 del mismo Beethoven y el último movimiento –Lebhaft- de la Sonata nº 1 Op 105 de Schumann. Tendremos al griego de nuevo por Madrid en junio, cuando interprete, junto a la Orquesta Nacional, el concierto para violín del propio Beethoven, que recientemente ha grabado para Sony, junto al Septimino. Para no perdérselo.
Rafael Ortega Basagoiti