MADRID / Batalla de tientos

Madrid. Iglesia de Santiago. 7-II-2020. Ministriles de Marsias. Obras de García de Salazar, Bruna, Aguilera de Heredia, Ximénez y Correa de Arauxo.
Resulta curioso, ahora que es objeto de constante hostigamiento por parte de quienes se empeñan en imponer a machamartillo la corrección política en nuestra sociedad, comprobar la riqueza semántica de la lengua española. Por ejemplo, el término “ministril” significa “ministro inferior de poca autoridad o respeto, que se ocupa en los más ínfimos ministerios de justicia” (entendido como “ministro”, claro, no la persona que está al frente del departamento de gobierno de un Estado, sino la persona que ejerce algún oficio, empleo o ministerio). Pero también significa “hombre que en funciones de iglesia y otras solemnidades tocaba algún instrumento de viento” y, ya por extensión, “individuo que por oficio tañía instrumentos de cuerda o viento”.
Si realizáramos una encuesta en las calles de alguna ciudad española, estoy convencido de que nadie conocería la primera acepción de la palabra “ministril”, pero seguramente tampoco de la segunda. Lo que más llama la atención es cómo la Academia Española de la Lengua condena al ostracismo a quienes en nuestros días se dedican a ese noble ministerio de soplar algún instrumento, sea dentro o fuera de la iglesia. Para la RAE, no existen ya los ministriles, al emplear el tiempo pretérito en su definición: “tocaba”, “tañía”… Contradiciendo una vez más a la RAE (que olvida sistemáticamente dos de los mandados de su lema, los de “limpiar” y “dar esplendor”, pues se limita tan solo al de “fijar”), habrá que aclarar a los señores académicos que en nuestros días sigue habiendo ministriles en la segunda acepción del término, la musical.
Ministriles de Marsias es un conjunto de ministriles fundado hace más de veinte años e integrado por algunos de los más insignes y brillantes intérpretes españoles de música antigua. El apellido del grupo, Marsias, evoca el concurso mitológico que enfrentó al dios de la música, Apolo, y al sátiro Marsias. El primero, con su lira; el segundo, con su caramillo hecho con una tibia. El jurado del concurso fueron las musas, que, naturalmente, dieron ganador a Apolo, pues para eso era un dios. Sin embargo, quienes asistieron al duelo aseguraron que Marsias, pese a jugar en campo contrario, había sido mejor y que solo una arbitrariedad le había despojado de la victoria (en la Antigua Grecia existía el VAR futbolístico, por lo que las protestas de Marsias cayeron en saco roto).
Desde hace tres años, Ministriles de Marsias viene organizando un concierto anual en la madrileña iglesia de Santiago y San Juan Bautista, justo al lado del Palacio Real (y del Teatro Real). Es una manera de recodarnos a todos (académicos de la Lengua incluidos) que sigue habiendo ministriles en España, con independencia de que toquen mucho o poco en iglesias y salas de conciertos. Y este año ha sido también una manera de empezar a preparar el programa de la que será su próxima grabación discográfica, dedicada a músicos de nuestro Barroco (es, asimismo, un error pensar que los ministriles se extinguieron con el Renacimiento). Ese programa está confeccionado con obras de Juan García de Salazar (autor del Regina coeli que suena en la procesión de entrada, estandarte en ristre, en cada concierto de Ministriles de Marsias), Juan Cabanilles, Pablo Bruna, Sebastián Aguilera de Heredia, Jusepe Ximénez y Francisco Correa de Arauxo.
Bajo el título de Batalla de tientos, Ministriles de Marsias (Paco Rubio, corneta; Josep Borràs, bajón y bajoncillos; Fernando Sánchez, bajón, y Simeón Galduf, sacabuche, además de Javier Artigas al órgano), ofrecieron lo que pudo haber sido en el siglo XVII otro duelo musical, similar al de Apolo y Marsias, entre unos ministriles y un todopoderoso órgano. Duelo que nunca fue tal, porque ministriles y organistas formaron parte del mismo equipo durante siglos en las capillas de las catedrales y las iglesias españoles. El duelo, por tanto, se reducía a una especie de privilegio otorgado a los ministriles para que, en determinadas ocasiones, pudieran tocar, previo arreglo, música que primigeniamente destinada al órgano. ¡Qué veneciano suena, por ejemplo, Bruna, el “Ciego de Daroca”, en estos arreglos!
La velada fue gozosa no solo por la sublimidad de la música (que en nada desmerece la del siglo XVI), sino por la brillante exhibición de estos ministriles del siglo XXI, empeñados en mantener un ministerio propio de cuando España también era un referente cultural en todo el orbe.