MADRID / Bach, Alard, Grenzing y Auditorio: difíciles de conjugar
Madrid. Auditorio Nacional. 20-III-2021. Bach Vermut. Benjamin Alard, órgano. Obras de Bach.
Johann Sebastian Bach habría cumplido hoy, 21 de marzo de 2021, 336 años. Por eso se celebra en esta fecha el Día Internacional de la Música Antigua. De forma concurrente, y acaso casual, Madrid lleva dos semanas sumergida en la música de Bach. El pasado 17, en el FIAS, Lina Tur Bonet y su grupo, Musica Alchemica, ofrecieron un concierto con obras orquestales de la etapa de Bach en Köthen. Al día siguiente, también en el FIAS, Diego Ares e Ignacio Prego dieron un recital para dos claves que giraba en torno a Bach. Esta tarde, Café Zimmermann acomete la integral de los Conciertos de Brandemburgo en el Auditorio Nacional de Música. Y el próximo miércoles, día 24, habrá dos reciales bachianos en el Auditorio Nacional a la misma hora: en la Sala Sinfónica, Daniil Trifonov tocará al piano el Arte de la fuga, mientras en la de Sala de Cámara Benjamin Alard hará lo mismo al clave con las Partitas nº 4 y 6. El propio Alard llenó de Bach ayer por la mañana la Sala Sinfónica interpretando al órgano los Seis corales Schübler BWV 645-650, una selección de piezas del Clavier Übung III y las variaciones canónicas Vom Himmel hoch, da komm ich her BWV 769. ¿Se puede pedir más?
La presencia de Alard frente al gran órgano sinfónico Grenzing había despertado expectación, como lo prueba el hecho de que se vendieran todas las entradas (más de mil, por aquello de las medidas anti-Covid; pero más de mil entradas para un concierto de órgano son muchas). Y el clavecinista-organista francés no defraudó, porque su Bach es el Bach más puro posible y porque su fineza de toque es insuperable. Sin embargo, el recital me dejó un sabor agridulce, que no es imputable a la música de Bach (por mucho que las piezas que integran el Clavier Übung III no resulten precisamente fáciles de digerir por alguien que no sea un apasionado de este repertorio) ni tampoco al intérprete, sino más bien al instrumento. O, mejor dicho, al espacio.
Me explico: el órgano Grenzing es un magnífico instrumento. Pero lo sería mucho más si estuviera ubicado en una iglesia en lugar de en un auditorio. La música de órgano (por lo menos, hasta llegar al siglo XIX) se concibió para ser escuchada en templos, cuya reverberación no tiene nada que ver con la de un auditorio moderno. Estamos acostumbrados a la música del Bach organista gracias a los registros discográficos. Las grabaciones discográficas con la música para órgano de Bach se hacen en iglesias, no en auditorios modernos. El Bach organístico que nos llega es el Bach de la iglesia, por más que un CD o un vídeo tenga mucho de artificio técnico. En consecuencia, el Bach de ayer hizo que me rechinaran un poco los dientes. Y creo que no fui el único al que le ocurrió eso.
Me fui, además, con la sensación de que Alard, acostumbrado a tocar la música de Bach en órganos históricos (sobre todo, los que fabricaron los Silbermann en la región de Alsacia), tampoco estuvo del todo a gusto, no con el Grenzing, sino con el sonido del espacio. Pero, en fin, esto es lo que hay: o escuchamos Bach en un auditorio moderno o nos vamos de peregrinaje por las iglesias del norte de Alemania para escucharlo como es debido. Y no está el horno para bollos turísticos en estos tiempos de pandemia.
Eduardo Torrico