MADRID / Aumenta la tropa (recital de André Schuen)
Madrid. Teatro de la Zarzuela. 22-IV-2019. XXV Ciclo de Lied. André Schuen, barítono. Daniel Heide, piano. Obras de Schumann, Liszt y Frank Martin.
Vivimos una época altamente calificada de la interpretación musical, dentro de la cual hay una tropa ilustre de cantantes y dentro de la misma, una tropilla estupenda de barítonos de cámara. A ella se incorpora con este recital André Schuen, nacido en Italia y de educación musical germánica. Subrayo esta confluencia porque su arte tiene la estrictez de lo latino, la hondura de lo teutón y la sensible inteligencia de los grandes artistas.
Su registro es de barítono lírico, juvenil, con una emisión que se aclara e ilumina fácilmente hacia el agudo, en tanto ha elaborado muy cabalmente el grave, de modo que pueda recurrir a él acentuando el color y sin forzar la emisión. Es un cantante aseado, minuciosamente musical y que, privilegiando la palabra, nunca olvida que está cantando, lo que hace con el mínimo indispensable de canto para acentuar la expresividad del verbo. La suya no es una voz de espectáculo sonoro ni forzadamente atada a una tesitura. Esa levedad y esa indecisión categórica le facilitan encarar el repertorio cancioneril con la propiedad de un Gerhaher, fuera de la opción Hampson, que parte de un caudal muy calificado de voz.
La variedad del programa puso a prueba al cantante. En Schumann debió buscar los contrastes: de la confidencia apenas dicha hasta el expansivo dolor proclamado al mundo, pasando por la ironía temblorosa del romántico. El arte de Schuen brilló por su capacidad para recitar el verso y armar la estrofa, dando a la palabra cantada un tesoro ordenado en panoplia de manifestaciones y matices. Por ello impresiona asimismo su Liszt, de arcos melódicos desplegados y ligados —lo opuesto a Schumann— como una opción imaginativa. Pero la culminación del programa fueron los Seis monólogos de Cualquierade Martin, cuyo peso, más que la anodina aunque funcional música del suizo, es el texto de Hofmannsthal, parte de una pieza teatral a la manera medievalista y ante una catedral gótica. Schuen dio una lección rayana en el espectáculo de tremulante canto hablado o habla cantada, el dichoso Sprechgesang de un solitario que cree en Dios y padece su mudez o su franca inexistencia. El contenido patetismo y el desgarro expresivo resultaron ejemplares.
Todo cuanto queda dicho del cantante puede trasladarse a la tarea del pianista, de una vivacidad y una adecuación a los variados menesteres del menú, revelaron la identidad estética y la coincidencia temperamental que la velada exigió.
Blas Matamoro