MADRID / Apoteosis bachiana de Ana Quintans y Alex Potter en la ‘Michaeliskirche’
Madrid. Basílica Pontificia de San Miguel. 21-II-2023. Festival Internacional de Arte Sacro de la Comunidad de Madrid (FIAS). Ana Quintans, soprano. Alex Potter, contratenor. L’Apothéose. Obras de Bach y Hoffmann.
Durante algo más de una hora, Madrid fue Leipzig y la Basílica de San Miguel perfectamente podría haber sido rebautizada como Michaeliskirche. A veces, la música tiene un componente mágico que nos hace viajar en el tiempo y en el espacio sin necesidad de movernos de un asiento. El inicio del Festival Internacional de Arte Sacro (FIAS) de la Comunidad de Madrid no ha podido tener este año un arranque más apoteósico. Y no estoy recurriendo a un juego de palabras con el nombre del grupo (L’Apothéose), sino a las sensaciones vividas por todos cuantos abarrotábamos esta basílica pontificia. Si la música de Bach siempre es capaz de tocar nuestra fibra más sensible, cuando está así de bien interpretada se convierte en una experiencia memorable.
La sorpresa se había producido solo dos días antes: el contratenor anunciado para este concierto, junto a la soprano portuguesa Ana Quintans, era Gabriel Díaz, que el pasado viernes 17 estrenaba en el Teatro Real la ópera Achille in Sciro de Francesco Corselli. Díaz es el cover en esta producción de Franco Fagioli, que tuvo que cancelar las dos primeras funciones por una indisposición vocal. Fagioli tampoco llegaba a la tercera, que al final fue igualmente cancelada, debido a que su sustituto también ha causado baja por una afección vocal. Esa tercera reunión coincidía con la presencia de Díaz en el concierto inaugural del FIAS, por lo que, con la antelación justa, este comunicó al FIAS que no podría cantar en la fecha prevista. Ante ello, el propio Díaz sugirió el nombre de Alex Potter como posible sustituto suyo. Y resultó que el contratenor inglés (sin la más mínima duda, el más sobresaliente cuando se trata de cantar música de Bach) estaba libre. Deprisa y corriendo, se preparó todo para que Potter viajara en Madrid y ensayara con L’Apothéose,
Estoy seguro de que Díaz lo habría hecho de fábula, porque hay pocos cantantes que sean tan fiables como él (para cualquier repertorio). Pero es que la conexión de Potter con Bach va mucho más de lo racionalmente comprensible. Y, encima, su compañera en esta ocasión era Quintans, otro prodigio canoro, a pesar de que no sea el Barroco alemán el terreno que pisa con más frecuencia. El programa estaba elaborado con obras de Bach y de Georg Melchior Hoffmann (c. 1679-1715), que era tan buen compositor que, durante largos años, algunas de sus obras se le atribuyeron a Bach. Hoffmann ejerció de director del Collegium Musicum de Leipzig una vez que Georg Philipp Telemann abandonó el cargo, además de ser organista en la Neukirche y director de la Ópera de Leipzig, para la que compuso para varias óperas.
En el programa elaborado por La Apothéose para esta cita figuraba dos obras de Hoffmann: el aria de Schlage doch, gewünschte Stunde, de una cantata fúnebre que aún sigue figurando en el Bach-Werke-Verzeichnis con el número BWV 53, así como el Magnificat en La menor BWV Ahn. 21. Lo completaban la sinfonía de la cantata Nach dir, Herr, verlanget mich BWV 150, la cantata Bekennen will ich seinen Namen BWV 200, el aria Herr, du siehst statt guter Werke de la cantata Es ist das Heil uns kommen her BWV 9, la cantata Widerstehe doch der Sünde BWV 54 y, por último, la cantata secular Non sa che sia dolore BWV 209, una de las dos únicas obras en las que Bach no utiliza texto alemán (la otra es la cantata Amore traditore BWV 203).
La Apothéose tiene, desde su fundación, estructura cuartetística: flauta travesera (Laura Quesada), violín (Víctor Martínez), violonchelo (Carla Sanfélix) y clave u órgano (Asís Márquez). Pero es flexible a la hora de aumentar efectivos cuando se trata de programas con este. Junto a ellos aparecieron Adrián Linares (violín), Marta Mayoral (violín), Beatriz Amezúa (violín), José Vélez (violín y viola), Isabel Juárez (viola) y Laura Asensio (contrabajo). Como es habitual en esta formación, su sonido fue una perfecta y desbordante combinación de energía y refinamiento, con pasajes auténticamente sublimes.
Quintans protagonizó el Magnificat de Hofmann, de estructura bien atípica: aria, recitativo, tres arias seguidas, recitativo, aria, recitativo, coral y aria (todos, de reducida duración). Soberbia la soprano portuguesa en las arias Er übet Gewalt mit seinem Arm (acompañada por cinco violines) y en la sucesiva Er stösset die Gewaltigem vom Stuhl (solo con bajo continuo), para acabar con la preciosa aria de flauta Wie es war in Anfang. Fue luego el turno de Potter con Bekennen will ich seinen Namen (acompañado por los violines de Víctor Martínez y Marta Mayoral, más el bajo continuo). Se reunieron luego los dos cantantes para el aria Herr, du siehst statt guten Werke, de la cantata BWV 9, acompañados por el violín de Víctor Martínez y la flauta de Laura Quesada, más el órgano y violonchelo (las voces de Quintans y Potter empastaron de manera admirable).
Toda la orquesta, salvo la flauta, ofreció una lectura antológica de la cantata Widerstehe doch der Sünde, junto a un Potter inconmensurable. Memorable fue, igualmente, la delicadísima Non sa que sia dolore en la dulce voz de Quintans. Y el glorioso punto final lo puso Potter con la cantata de Hoffmann Schlage doch, gewünschte Stunde (Suena ya, hora deseada), abordada con una sutileza que rayana en lo inhumano. Cada repetición de la frase “Schlage doch, gewünschte Stunde” (que no es sino el anhelo de alcanzar la muerte para reunirse con el Creador) va acompañada de unas vaporosas campanillas, que en este caso fueron tocadas por Laura Quesada. Como propina, Quintans y Potter regalaron el maravilloso dúo Et in unum Domimun del Credo de la Misa en Si bemol mayor de Bach.
Eduardo Torrico