MADRID / (Algunas) Nuevas luces para Beethoven
Madrid, Auditorio Nacional, 19-X-2019. Beethoven: Sinfonías nº 3 y nº 5. Le Concert des Nations. Academia Beethoven 250. Jordi Savall, director. Temporada del Centro Superior de Investigación y Promoción de la Música de la Universidad Autónoma de Madrid. XLVII Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Música.
Escuchar el Beethoven de Jordi Savall, el ilustre violagambista, musicólogo y director barcelonés (Igualada, 1941) es penetrar en los arcanos de la interpretación musical de la época en la que vivió, gozó y sufrió el gran compositor, de cuyo nacimiento se cumplirán dos siglos y medio el año que viene. La Universidad Autónoma ha querido ser la primera en festejar el acontecimiento y ha puesto en manos del artista catalán este acto de apertura de su temporada.
Savall da muy sólidos argumentos en su escrito de presentación y justificación de sus criterios, que buscan recuperar el espíritu, el estilo y las maneras de la época de composición, “indisociables del conocimiento instrumental, formal e histórico en la cristalización de cualquier interpretación significante”. Lo que busca por tanto es situarse en el contexto histórico de la creación, estudiando cuestiones musicológicas, metrónomos, composición instrumental, naturaleza de los instrumentos y, algo muy importante, los tempi. Todo lo cual no puede ser ajeno a la subjetividad de las conclusiones, la dimensión espiritual.
“La gran dificultad de la música de Beethoven –subraya Savall- reside en el frágil equilibrio entre la fuerza incontrolable de un Prometeo que lucha por llevar a los humanos el fuego divino y la consciencia de que pagará por ello el precio de quedar encadenado a la construcción de las formas de un arte que sólo serán liberadoras cuando puedan transformarse en ‘el lazo más hermoso entre los pueblos más alejados’ (Carta del compositor de 1823)”. Todo eso se ha tratado de resolver en el severo acercamiento propuesto por el artista, que no ha dejado, curiosamente, en casi ningún momento, ese adminículo llamado batuta, cada vez más raro de encontrar en las manos de un director
¿Hasta qué punto se han conseguido las excelencias de ejecución y de interpretación a partir de estas consideraciones y planteamientos. Desde el juicio particular y, claro es, subjetivo. La Heroica que escuchamos, que nos pareció más conseguida que aquella que ofrecieran orquesta y director en Madrid en el mismo escenario hace sus buenos diez años, se atuvo a tempi que podríamos definir como prudentes, incluso pausados en la Marcha fúnebre. Desde el comienzo pudimos apreciar la agreste sonoridad de los instrumentos de época, con la presencia fundamental de las cuerdas de tripa de los arcos, tan agresivos en los agudos, aunque su espectro en los graves dote de una extraña calidez a los timbres.
No creemos que la matización, el equilibrio, la transparencia de las intervenciones contrapuntísticas sea superior a partir de estos planteamientos a la lograda por ejecuciones llamémosles modernas. No observamos una abismal diferencia con otras interpretaciones destacadas realizadas con miras diversas. El tema de apertura de esa Sinfonía nº 3 se expuso bien delineado con especial atención a esa nota disonante de la primera frase. Con mesura se llegó a la primera sección lírica, que Savall supo dibujar con una breve retención del tempo. Enseguida comprobamos lo fustigante de los sforzandi y lo seco de los ataques a lo largo de un discurso bien construido y presidido por unos timbales –con baqueta dura- a veces excesivos y muy presentes. El extenso desarrollo fue muy claro y, como en casi toda la noche, con escasos desajustes. Aceleración peligrosa en la coda que, sin embargo, estuvo excelentemente construida.
Buenos detalles en la Marcha fúnebre, donde los cinco chelistas hicieron maravillas y acertada reproducción de los pasajes fugados, con crecimiento bien medido y las turbulencias precisas. En el Scherzo los tres trompas anduvieron un tanto inseguros y tímidos, bien que el tempo se nos antojara adecuadamente administrado por la ordenada batuta, poco sugerente en su rectilínea manea de marcar, con gesto milimétrico y escasamente anticipador. En el Finale pudimos advertir la excelencia de la construcción, el norte rítmico inflexible y una paulatina aceleración del tempo, un tanto desbocado en una coda algo confusa. Hubo detalles instrumentales por mejorar y clarificar, como el de ese estratégico caracoleo de la flauta que pespuntea la variación en forma de marcha, y algunos problemas de planificación, aunque en conjunto todo funcionó bien engrasado y ensayado; en lo cual imaginamos que habrá tenido también algo que ver Luca Guglielmi, asistente de Savall en ensayos y sesiones de trabajo.
La Heroica se nos ofreció con todas las repeticiones previstas, así como la Sinfonía nº 5, para cuyo primer movimiento, con las famosas y fatídicas cuatro notas, se eligieron tempi animados y aceleraciones imprevistas y advertimos una menor transparencia de las texturas. La sequedad no impidió la construcción de una coda imponente y rotunda. El Andante discurrió fluida y nerviosamente y en él se alcanzaron pianísimos de verdad, elocuentes y aliviadores de la tensión. El comienzo del Scherzo se nos antojó algo confuso en las primeras intervenciones de la cuerda, en particular a lo largo de la sección fugada, en la que las distintas familias fueron entrando a velocidad supersónica en ese discurrir que Schumann definía como “figura interrogativa”. Muy bien, sin embargo, por temple y sonoridad, los pizzicati anunciadores del silencio y de la posterior y triunfante explosión del Allegro.
Los unísonos sonaron plenos y luminosos elevando a los cielos el victorioso re mayor e impulsando a la disciplinada formación, muy atenta a las órdenes de la conducción. La coda nos pareció en exceso apresurada, tocada a toda mecha sin respiración posible y con un espectro tímbrico en el que era difícil distinguir unas voces de otras. Colofón esplendoroso con las fanfarrias atronando el espacio. Éxito apoteósico después, con ovaciones a tutti plen, mucho mayores que las cosechadas tras la Heroica, que tuvo a juicio del firmante una más reconocible calidad interpretativa. En todo caso, Savall y sus huestes -20 de sus componentes estudiantes de la Academia Beethoven- dejaron su peculiar marchamo y el director mostró su buen gusto, equilibrio, cuidado de la afinación, esmerada acentuación y un colorido más bien oscuro, de una sonoridad puede que hasta cierto punto agresiva gracias a un manejo muy natural y penetrante de los timbres de época.
Arturo Reverter