MADRID / ‘Aida’ en gran formato
Madrid. Teatro Real. 24-X-2022. Verdi: Aida. Krassimira Stojanova, Jamie Barton, Piotr Beczala, Carlos Álvarez, Alexander Vinogradov, Deyan Vatchkov. Director musical: Nicola Luisotti. Director de escena: Hugo de Ana.
El Teatro Real ha abierto su temporada con una Aida visualmente impregnada de cinemascope, en especial por el efecto del vídeo debido a Sergio Metalli. No sólo se vio la boca del escenario habitada por figuras descomunales, sino que tuvimos viajes de travelling a través de tales magnitudes. De igual suntuosidad fueron las escenografías y el vestuario, cuyo diseño se debe al director de escena Hugo de Ana. En este último apartado hubo buen gusto, sabia disposición de colores, efectos de grandiosidad corporal y una evocación discreta del Egipto operático verdiano.
En otros aspectos, la puesta fue deficitaria. Los decorados resultaron eso, decoraciones, y los distintos medios en que transcurre la acción aparecieron impropios. La princesa Amneris habita un lugar vacío donde está de pie todo el tiempo, la noche del Nilo aparece a plena luz de amanecer, el acto triunfal trata de transcurrir ante una muralla de pirámide ruinosa donde trastabillan el faraón y el sacerdotal Ramfis. La mitad del tablado, en este cuadro, está bloqueada y la escena triunfal acaba en sofoco de espacio. También faltó dirección actoral, lo cual desaguó en cierto desorden dramático, más un exceso de hieratismo, a veces de buena calidad pictórica, todo ello complicado con un ballet debido a Leda Lojodice, suma de convulsiones expresionistas y acrobacias circenses desenfocadas de la ingenuidad bailable propuesta por Verdi.
De otro nivel, decididamente alto, fue la versión musical. Nicola Luisotti propuso una auténtica arquitectura donde, como es habitual en él, todos nos aquerenciamos, desde la magnitud de los conjuntos hasta la intimidad del amor y la desdicha de estos poderosos maltratados por su vida privada. La orquesta resplandeció de timbres y la lectura fue minuciosa y de certera claridad, sosteniendo una narración que, como Verdi exige, comienza y termina en voz baja, exhausta y agónica. De más está decir que las masas del Real respondieron con suma solvencia. Andrés Máspero revalidó su dominio sonoro y actoral sobre el coro.
Del reparto cabe destacar a Jamie Barton en Amneris y a Piotr Beczala en Radamés. Ella es una mezzosoprano aguda de voz carnosa, potenciada en todos los registros, musicalmente sólida y expresivamente intensa sobre un volumen potente de sostenida presencia. Él, bien conocido del público madrileño, ha ganado volumen, cuerpo y timbre como para encarar a Radamés con un despliegue instrumental cálido y generoso, al cual se une un lirismo que puede dramatizarse como lo exige el tercer acto.
Krassimira Stojanova hizo una protagonista desigual, con momentos de lirismo, entrega patética y control de volumen, sumados a otros donde pareció desconcertada y de escasa proyección, aunque su voz conserve la calidad tímbrica por todos reconocida. Carlos Álvarez fue, una vez más, como Amonasro, el ideal barítono noble verdiano, pródigo en sonido y señorial en la expresión. Igualmente importante en lo vocal resultó el Ramfis de Alexander Vinogradov, de un color entintado y una anchura pulposa convenientes a su parte. Correcto, el Rey de Deyan Vatchkov.
El Teatro Real se plantea esta reposición con tres repartos y veinte funciones, luciendo músculo ante salas repletas y revalidando su perfil de icono ciudadano, capitalino y de eficacísima laboriosidad.
Blas Matamoro
(Foto: Javier del Real)