MADRID / Aburrido ‘canto del cisne’
Madrid. Fundación Juan March. 26-X-2019. Paolo Pandolfo, viola da gamba. Amélie Chemin, violonchelo. Andrea Buccarella, clave. Obras de Carl Philipp Emanuel Bach (Sonatas para viola da gamba y bajo continuo H 558 y H 559, Rondó en Do Menor para clave solo H 283) y de Carl Friedrich Abel (Sonata en La mayor para viola da gamba y bajo continuo A2:53 de la Colección Ledenburg, Cinco solos para viola da gamba del Manuscrito Drexel).
Carl Friedrich Abel suele aparecer con mucha frecuencia vinculado al apellido Bach. En primer lugar, porque fue alumno en Leipzig de Johann Sebastian, amigo y compañero de su padre en la etapa de Cöthen. En segundo lugar, porque en 1764/5 fundó en Londres, junto a Johann Christian, la Bach-Abel Concerts, empresa que ha pasado a la posteridad por organizar los primeros ciclos de conciertos de abono en Inglaterra. Y en tercer lugar, por su amistad de juventud con Carl Philipp Emanuel, con quien comparte el dudoso honor de haber sido el último compositor en escribir específicamente para la viola da gamba. En ese sentido, ambos tenían vocación de salmones: se empeñaban en nadar contra corriente, pues la viola da gamba ya era en la segunda mitad del siglo XVIII un instrumento gloriosamente fenecido; trabajaban con una herramienta que pertenecía al pasado, pero con la vista puesta en el futuro, es decir, en el Clasicismo.
Con todo, no es habitual ver en las salas de conciertos programas dedicados a estos dos compositores (sí lo es agruparlos en grabaciones discográficas). En la cuarta cita de su ciclo “C.P.E. Bach y el estilo sentimental”, la Fundación Juan March ha reunido a los dos, ofreciendo ese particular ‘canto del cisne’ de la viola da gamba. Y para ello, ha pensado en uno de los violagambistas (o violistas da gamba, como él mismo dice) más reputados de nuestros días: Paolo Pandolfo.
Los buenos aficionados a la viola da gamba saben que en el universo de este instrumento hay dos facciones claramente diferenciadas. Por un lado, los ‘pandolfistas’; por otro, los “ghielmistas”, es decir, los seguidores de Vittorio Ghielmi. Son dos bandos radicales e irreconciliables. Los ‘ghielmistas’ acusan a Pandolfo de poseer un sonido parvo y poco incisivo, así como de ser demasiado amanerado, lo cual repercute negativamente en su discurso musical.
Por desgracia, estas acusaciones han quedado de manifiesto en este paso por Madrid, con una agravante añadida: la casi nula emotividad que Pandolfo ha sido capaz de transmitir. Y eso que, en una de sus tres alocuciones al público para explicar de qué iba el programa, el violagambista italiano ha recordado lo que sostenía Carl Philipp Emanuel Bach sobre Empfindsamkeit Stil: “Para emocionar al oyente, el intérprete debe primero emocionarse a sí mismo con la música”. Si Pandolfo realmente se ha emocionado con estas obras de Carl Philipp y de Abel, desde luego lo ha disimulado muy bien. Añádase a todo lo anteriormente dicho los serios problemas que han tenido Amélie Chemin y Andrea Buccarella para mantener, desde el bajo continuo, un diálogo coherente con el solista.
Rara vez me ha resultado tan sosa la música de Carl Philipp y de Abel, dos compositores por los que siento veneración (mucha más por el primero que por el segundo). Si tuviera que salvar algo, me quedaría con el Rondó en Do menor para clave solo H 283, excepcionalmente ejecutado por Buccarella (ojo a este joven clavecinista romano: el pasado año ganó el Concurso Internacional de Brujas… no hace falta abundar en detalles) y un par de solos del Manuscrito Drexel (un Adagio y un Tempo di Minuetto) en los que Pandolfo nos ha hecho recordar al Pandolfo de las buenas ocasiones. Todo lo demás, lamentablemente prescindible.
Eduardo Torrico