LYON / ‘Il Paradiso perduto’: un oratorio recuperado de extraordinaria belleza

Lyon. Auditorium-Orchestre national de Lyon. 21-III-2022. Da Mancia: Il Paradiso perduto. Céline Scheen, Fiona McGown, Fabien Hyon, Salvo Vitale, Ana Vieira Liete, Dagmar Šašková. Le Concert de l’Hostel Dieu. Director: Frank-Emmanuel Comte.
Son innumerables las partituras ‘dormidas’. Si se hallan en el limbo, uno puede pensar que es porque carecen de suficiente valor. No es, desde luego, el caso del oratorio Il Paradiso perduto de Luigi Da Mancia (estrenado en 1698), según se ha podido comprobar en su primera interpretacion en tiempos modernos, para la cual se vendieron nada más ni nada menos que… ¡2.000 entradas! Es decir, la totalidad del Auditorio de la Orquesta Nacional de Lyon.
La composición es caleidoscópica, ya que la orquestación cambia en cada número. Hay una sorprendente sucesión de arias de furia, de afecto, di paragone… que muestran una rara riqueza de timbres y colores. Es una música descriptiva, casi impresionista, muy evocadora, como ocurre con las trompetas en sordina en el Aria de la muerte o en la espléndida melodía con tiorba obbligata de la sinfonía inicial (La perfección del Edén), que es un poco como el leitmotiv del oratorio, ya que se repite varias veces al final de la obra (la nostalgia de lo que Adán y Eva han perdido). Una curiosidad: en aria en que Adán se lamenta por la expulsión del paraíso, figuran tres violonchelos solistas; en la de Eva, en cambio, son tres flautas. Da Mancia juega la carta de la sugerencia para transmitir el mensaje bíblico, sin dudar en recurrir a lo profano para conducir a lo sagrado (Vagano zefiretti vogliosi). Estamos ante una partitura de extraordinaria inventiva y de gran belleza.
Frank-Emmanuel Comte realiza una lectura caligráfica y detallada al frente de Le Concert de l’Hostel Dieu, que logra hace saltar chispas: es un torbellino continuo de colores y de sonidos, a veces ásperos, que contribuyen a través del fresco sonoro a narrar la historia bíblica en clave emocional.
Para llegar a ese resulta se requiere un reparto vocal del más alto nivel, que no falta aquí (empezando por excelente dicción del italiano de todos los miembros del elenco). Van desde las voces melódicas y cercanas de Adán (Céline Scheen) y Eva (Fiona McGown) hasta la ligereza tímbrica del tenor Fabien Hyon (Dios); desde las profundidades infernales de la Serpiente (Salvo Vitale) hasta la voz atronadora y acerada de la Muerte (Dagmar Šaškovà), la cual contrasta con la angelical Ana Viera Leite (Angelo).
La puesta en escena es minimalista, entre vapores de hielo seco y un bosque de neón (primero verde y luego rojo, una especie de semáforo del paraíso para la pareja desterrada). El código de colores se repite en el vestuario de los artistas: blanco, negro, rojo, verde… Es fácil adivinar quién lleva cada traje. Está previsto que se publique este oratorio en el sello discográfico Aparté.
Franco Soda
(Foto: Julie Cherki)