Luis de Pablo: el adiós de una generación
A los noventa y un años, y todavía a la espera del estreno en el Real de su última ópera, El abrecartas, se nos ha ido Luis de Pablo, no sólo una de las cumbres de la generación musical llamada del 51, sino un icono de esa vanguardia española que rompió fronteras en una etapa dura y dio voz en el mundo a una importante promoción de artistas españoles de todos los géneros.
Nacido en Bilbao en el 28 de enero de 1930, estudios iniciales en Fuenterrabía y una licenciatura en derecho en Madrid -llegando incluso a ejercer brevemente como abogado- se simultanean con un empeño musical que realizó por su cuenta, aunque tuvo mentores de la importancia de Max Deutsch, un discípulo directo de Schönberg. Desde el principio, su obsesión fue enlazar con la vanguardia europea tras el parón en el que la Guerra Civil y la Segunda Mundial habían sumido a la música española, aletargada en un sopor provinciano aherrojado por el neocasticismo, un remedo del nacionalismo, y con una Generación del 27 dispersada. Sus contactos en Darmstadt, sus primeras ediciones con la firma francesa Salabert, luego durante muchos años con la milanesa Suvini Zerboni, propiciaron que rápidamente su voz se escuchara en los principales centros europeos. Es la época de obras como Radial, Glosa y tantas otras que culminarían, coincidiendo con el escándalo de las Microformas de Cristóbal Halffter, en las Cuatro invenciones. Vivió una temporada en Berlín becado por el Servicio e Intercambio Cultural Alemán (DAAD) y fue profesor en Buenos Aires del Instituto Torcuato di Tella en sus últimos momentos, antes que fuera cerrado por la dictadura militar argentina.
En España fundó ciclos tan importantes como los de Tiempo y Música y Alea, este último culminado con los famosos Encuentros de Pamplona, de los que el año que viene se cumple el cincuentenario. Posteriormente fue visiting professor en Buffalo y más tarde en varias ciudades canadienses, para regresar luego a una cátedra especial de composición en el Conservatorio Superior de Madrid.
A Luis de Pablo siempre le interesó una composición investigativa y nueva. Fue pionero de la electroacústica y en Alea fundó su modesto pero seminal estudio. En el terreno electrónico destacan obras como We o Soledad interrumpida, con formas plásticas de Alexanco. En el periodo de la música aleatoria su serie Módulos (existen cinco para diversas formaciones) fue su personal respuesta a ese modelo formal, seguido de otra serie también muy propia como fue Élephants Ivres. Con Zurezko Olerkia (1975) se acerca al mundo vasco de la txalaparta. Tres conciertos para piano y orquesta y sendos para violín y violonchelo marcan su interés por la forma concertante.
En una etapa ya madura de su carrera, el compositor se interesa por primera vez en la ópera y, entre 1979 y 1982, sobre un texto de Alfonso Vallejo, escribe Kiu, una obra muy importante porque revela nuevos senderos en el género. Se trata de la ópera más internacionalmente representada no solo entre las suyas (El viajero indiscreto, La madre invita a comer, Un parque, La señorita Cristina) sino posiblemente de toda su generación.
Podríamos citar muchas obras significativas suyas, como ese vasto fresco vocal que es Tarde de poetas, o cantatas como Viatjes y flors sobre Mercè Rodoreda o Antigua fe; otras como Oroitaldi , Tinieblas del agua o Los Novísimos, o las cantatas finales como Cantata femenina Anna Swir, estrenada poco antes de la pandemia, además de una variada e interesante producción de cámara. También compuso música de cine, especialmente para Carlos Saura, aunque era un aspecto de su producción que él estimaba sólo como un recurso profesional de subsistencia y no como su verdadero arte.
Obtuvo muchos premios nacionales e internacionales, como el Nacional de Música, Honegger, Príncipe Pierre de Mónaco, Iberoamericano Tomás Luis de Victoria y todavía en 2020 el León de Oro de la Bienal de Venecia. Pero para él lo importante era mostrar su obra y compartirla con públicos interesados y abiertos. Fui su primer biógrafo en 1970, y fue mi amigo durante sesenta años. Todos perdemos con él a un Maestro, algunos también a alguien muy cercano con el que compartimos un gran tramo de vida.
Con su muerte, precedida en escasos meses por las de Antón García Abril y Cristóbal Halffter, se cierra toda una generación que vino a abrir al mundo la música española. Él fue una de las llaves principales.
Tomás Marco
Foto: Juan Lucas