LILLE / Fascinante ‘Pelléas et Mélisande’ a cargo de François-Xavier Roth
Lille. Opéra de Lille. 2-II-2023. Debussy : Pelléas et Mélisande. Julien Behr, Vannina Santoni, Alexandre Duhamel, Marie-Ange Todorovitch, Patrick Bolleire. Choeur de l’Opéra de Lille. Orchestre Les Siècles. Director musical: François-Xavier Roth. Director de escena: Daniel Jeanneteau.
Para el retorno de la obra maestra operística de Debussy, después de 27 años de ausencia in situ (1996), la Opéra de Lille ha encargado la realización musical de esta a François-Xavier Roth y la Orquesta Les Siècles, que el mismo Roth fundó hace veinte años, y que desde hace está en residencia no lejos de la capital del Flandes francés. Son los sucesores de Jean-Claude Malgoire al frente del Atelier Lyrique de Tourcoing, lo cual da una idea de en qué medida tratan de regresar lo más cerca posible a las condiciones acústicas y de interpretación instrumental de la primera representación de Pelléas et Mélisande, que tuvo lugar en abril de 1902.
En esta producción, cuyo estreno hubo de retrasarse debido a la Covid (entonces se redujo a una toma en vídeo difundida en podcast en la página de la Opéra de Lille; también la grabaron los micrófonos de Harmonia Mundi y apareció en un álbum de 3 CD a cargo de los mismos artistas, con excepción de Arkel, cantado por Jean Teitgen), la orquesta ocupa el lugar central, proporcionando un cálido entorno a los cantantes, a los que envuelve sin llegar a aplastarlos en ningún momento, dándoles un enorme realce, con lo que el verbo parece nacer de la orquesta-mundo: la música es la que forja el drama.
La dirección de Roth aporta una consistencia de profunda humanidad, una densidad y una vivacidad poco habituales, y sin embargo justas y penetrantes. El onirismo, líquido como el mar que sumerge a la partitura, es también la base de impulsos de patente sensualidad, de violencias que le otorgan carne al drama y a los personajes de Maeterlinck. Roth consigue una tensión singular, sin dejar de preservar la fluidez de la partitura de Debussy, empujando de esta manera a los cantantes a un empeño permanente por dar a la declamación característica de esta obra una fluidez muy teatral y un onirismo que hipnotiza.
Mientras, la escenografía del director de escena Daniel Jeanneteau, liberado de cualquier accesorio (nada de bosque, castillo, torre, gruta o aposento), apela a la alegoría. Los diversos elementos que concretan las acotaciones resultan hábilmente sugeridos por la modulación de la iluminación, debida a Marie-Christine Soma. El escenario está dominado, en el centro, por un abismo imponente y profundo del que, con frecuencia, emerge una nube de humo ocre que flota en el aire y se expande por la sala (este precipicio quedará cubierto por un jardín en plena acción del acto V). Al final del cuarto acto, el cuerpo de Pelléas, asesinado por una cuchillada de Golaud, se sumergirá en ese pozo gigante, que representa al mismo tiempo fuente, hontanar, gruta y el agua omnipresente que domina por completo la partitura.
El reparto reunido es perfecto, con una pareja de héroes adecuadamente juvenil: la huidiza Mélisande de Vannina Santon, frágil y dúctil silueta llena de encanto y de delicadeza, con una voz flexible de luminosa frescura; y el fogoso Pelléas de Juel Behr, voz de barítono ideal para este papel. El intenso Golaud, de brutalidad natural, humano y agresivo a la vez, de Alexandre Duhamel es perfecto, al igual que el Arkel generoso, de amplio vibrato, de Patrick Bolleire. Ideal la humilde Geneviève de Mari-Ange Todorovitch, de cuya presencia nos felicitamos. Lo mismo que el pequeño Yniold, interpretado aquí no por una mujer, sino simple y llanamente por un niño de voz delicada, Hélory L’Hernaut Roulière, lo cuyal intensifica la inocencia del personaje, claramente arrinconado por su petit-père Golaud. Sin olvidar, claro, a Daniel Pass ni a Mathieu Gourlet, médico y pastor, respectivamente.
Bruno Serrou
(Foto: Frédéric Iovino / Opéra de Lille)