LEIPZIG / Truncado final feliz para el ‘Giulio Cesare’ de Haendel
Leipzig. Opernhaus. 16-IV-2023. Haendel: Giulio Cesare. Yuriy Mynenko, Rémy Brès, Olga Jelinkovà, Ulrike Schneider, Kathrin Göring. Gewandhausorchester Leipzig. Dirección musical: Ruben Dubrovsky. Dirección de escena: Damiano Michieletto
El montaje de Damiano Michieletto de Giulio Cesare in Egitto de Haendel que estos días se representa en la Ópera de Leipzig es el resultado de una coproducción con los teatros de ópera de París, Montpellier, Toulouse y Roma. El aplauso sostenido tras la tercera representación del pasado 16 de abril fue no obstante para una interpretación musicalmente excelente, dirigida con compromiso y esmero por Ruben Dubrovsky al frente de la Orquesta de la Gewandhaus. El sonido orquestal fue en todo momento vivo y palpitante, a la vez que delicado y transparente.
Todos los papeles, excepto dos, procedían del propio elenco de la compañía. Tan solo para cubrir las dos partes de contratenor se recurrió a cantantes invitados. El ucraniano Yuriy Mynenko, quien se hizo cargo del papel que da título a la obra, impresionó desde su primera aria, “Presti omai”, con una voz de gran melodismo y profundidad y un soberbio dominio de la coloratura. El brío que imprimió a “Empio, dirò tu sei”, la ornamentación y la extensa cadencia en el da capo de “Va tacito”, la seductora melodía de “Se in fiorito ameno prato” y la vehemencia en “Al lampo dell’armi” resultaron deslumbrantes. Así y todo, la piedra de toque del papel es el gran solo “Aure, deh, per pietá” del tercer acto, que exige del cantante un sonido flotante y una coloratura ingrávida, retos que Mynenko superó con brillantez. El segundo invitado fue Rémy Brès como Tolomeo, cuyo aspecto afeminado y decadente proporcionó un fuerte contraste visual con el héroe titular, contraste reforzado por el extravagante vestuario de Agostino Cavalca. También hubo entre ambos diferencias vocales, aunque Brès sirvió la difícil “L’empio, sleale” con similar vehemencia que Mynenko sus arias.
Olga Jelinkovà ofreció una excelente interpretación de Cleopatra, envuelta en espectaculares vestidos que a veces brillaban y centelleaban tanto como su canto. La soprano destacó principalmente en sus piezas de bravura “V’adoro, pupille” y “Da tempeste”, en las que ofreció una magnífica exhibición de pirotecnia vocal. Provista de una rica paleta expresiva, también hizo justicia a la coquetería de “Non disperar”, al sentimiento sincero de “Se pietà” y al ingenioso lirismo de “Piangerò”. Tan digna como distinguida, la mezzo Ulrike Schneider apareció con un riguroso traje oscuro en el papel de Cornelia, transmitiendo de forma creíble el profundo dolor de la viuda de Pompeo con una voz austera de resuelta profundidad, aunque de volumen ocasionalmente limitado. Particularmente bella resultó la imbricación de su voz con la de Kathrin Göring como Sesto; de hecho, los dos dúos entre ambas mezzosopranos estuvieron entre los momentos culminantes de la velada. Göring también entusiasmó con su energía en “Svegliatevi nel core” y su impetuosidad juvenil en “La giustizia”.
El escenógrafo Paolo Fantin sitúa la trama en una sala luminosa y desnuda, cuya pared posterior se alza a veces para revelar una estrecha zona oscura. Es el reino de las tres Parcas, que tejen en él sus rojos hilos del destino. Ya en la obertura puede verse a Cesare, vestido con un traje azul, atrapado en su red roja. Otro personaje inventado por el regista es Pompeo, asesinado por Tolomeo, que porta su propia urna y al final se alza cual estatua sobre un pedestal de mármol. Michieletto trunca el júbilo del dúo final entre César y Cleopatra anticipándose a la historia con el asesinato de César por Bruto en el 44 y haciendo aparecer en segundo plano a romanos con túnicas históricas, de los que cae víctima el emperador.
Bernd Hoppe
(fotos: Ida Zenna)