Las novedades de Ludovina
Pese a varias consultas con su amigo, el eximio psiquiatra don Higinio Sanamente Eneldiván, el estado de los nervios del bueno de don Clodomiro Reparto Estopa Encantidad y Delabuena distaba de ser el más aconsejable. Los ansiolíticos prescritos por su amigo, unas dosis importantes de los conocidos Amiplín 200 y Keledén 500 forte, se habían mostrado insuficientes para que el equilibrio emocional del conspicuo melómano que era don Clodomiro recuperara unos niveles razonables. El mal de los ruidos impertinentes durante los conciertos a los que asistía empeoraba por momentos. Toses, caramelitos con envoltorios de inacabable y cruel crujido, los móviles y alarmas, a los que se acababan de añadir las interferencias de audífonos, todo había provocado la pesadilla que relatamos en su momento, en la que soñó diseñar, con su habilidad de ingeniero, un artilugio vengador que generara una descarga paralizante sobre los temerarios criminales que portaran teléfonos de esos que amputaban con inclemencia momentos musicales que de otra forma hubieran podido ser memorables.
Lamentablemente, Murphy, que, por cierto, también era ingeniero, tenía razón cuando formuló aquella ley que decía que “si algo puede salir mal, saldrá mal”. Y en su extensión: “si algo puede empeorar, empeorará”. De forma que, cuando don Clodomiro leyó la nota de la nueva temporada de su orquesta preferida, la Sinfónica de la Conchinchina, dio un respingo y corrió presto a por la pastilla de Amiplín, con la de Keledén en la recámara, que no era cuestión de agotar todos los recursos de entrada.
La nota en cuestión anunciaba, para empezar, el nombramiento de una nueva gerente de la orquesta, doña Ludovina Exótica Porquelovalgo, una mujer con acreditada trayectoria de gestora cultural en varios ámbitos, los correspondientes másteres en la materia, en los que, faltaría más, se había puesto a la última en todo lo concerniente a las materias clave para la gestión de una orquesta, con la inclusión, diversidad y lucha contra el cambio climático como marcadas prioridades. Con todo, doña Ludovina tenía la batalla contra la formal rigidez de los conciertos sinfónicos a la cabeza de su política. Cuando don Clodomiro leyó lo de la informalidad, se echó a temblar, y pronto adivinó que no le faltaban argumentos. El primer mensaje de Ludovina rezaba así:
“Distinguido abonado,
Los conciertos de la llamada música clásica arrastran desde hace décadas el lastre de un corsé de rigidez inaceptable, que con toda probabilidad está actuando contra la necesaria incorporación de nuevos públicos. Aunque se ha relajado un tanto el código de indumentaria, persisten clichés que deberían ser rotos cuanto antes. [Llegado este punto, don Clodomiro empezó a sudar y a notar que su pulso se aceleraba, y adivinó que en lógica consecuencia su tensión arterial estaría subiendo]. Por tanto, invitamos a nuestros espectadores a que puedan utilizar sus teléfonos móviles para captar momentos aislados de nuestros conciertos. ¡Tome un video de 15 segundos de usted y sus amigos durante nuestros conciertos y envíenoslo a @sinfoconchinchina! ¡Los incorporaremos a nuestro video de introducción de la siguiente temporada, y lo verán miles de personas! [Don Clodomiro decidió que era necesaria una segunda pastilla de Amiplín, porque se encontraba a punto del patatús]. Eso sí, procure no utilizar flash y fotografiar o filmar con la corrección debida, para no distraer a los artistas.
En cuanto a las bebidas, las adquiridas en el bar de la Sinfónica podrán ser disfrutadas durante el concierto en vasos de plástico. Estamos estudiando la posibilidad de que se puedan consumir palomitas durante los eventos. Naturalmente es usted libre de aplaudir cuando le plazca, incluso en mitad de la ejecución, como expresión espontánea de su entusiasmo ante lo escuchado. ¡Esperamos que disfrute de la temporada!”
Don Clodomiro se dispuso a consumir un Keledén 500 forte, porque los dos comprimidos de Amiplín se habían revelado inútiles ante el ataque de ansiedad que amenazaba con dejar su sistema nervioso como un solar. Sus temores se vieron confirmados, por desgracia, en el concierto inaugural de la temporada, que dirigía el conocido director Aristóteles Batutakis, contratado antes de la toma de posesión de Ludovina y de que se conocieran sus nuevos métodos. El concierto contaba con el ilustre pianista Beniamino della Tastiera, a duras penas superados sus traumas, que también relatamos en su día, causados por el supremacismo blanco occidental en las composiciones de música clásica, debidamente tratados también por el Dr. Sanamente Eneldiván, que últimamente hacía horas extras en el sector, que amenazaba con reclamar su dedicación exclusiva. Della Tastiera iba a hacerse cargo del Primer Concierto para piano de Brahms, pero antes, el egregio tenor Hierónides Sobreagudos, interpretaría unos lieder de Mahler.
Los tres artistas fueron informados, poco antes del concierto, de lo que se venía encima. Batutakis maldijo a su frigorífico, porque tras haber tragado con aquella Carmen infumable de Pierre de la Grande Boutade, en la que el torero se transformaba en fresador, la nevera del maestro griego presentaba un estado de caquexia extrema. Vamos, que no tenía nada de nada. Della Tastiera, decidió responder con ironía a la invitación cursada al público para filmar, y en sus redes sociales lanzó un mensaje tan elegante como ácido: “estoy muy ilusionado por la oportunidad de tocar el Primer Concierto de Brahms con la Sinfónica de la Conchinchina y el maestro Batutakis, y no tengo inconveniente en que la audiencia filme la actuación, excepto durante los siguientes compases, en los que una grabación podría distraerme: Primer movimiento: compases 91-118; 123-176; 185-199; 226-341; 352 hasta el final; Segundo movimiento: 14-19; 21-27; 29-30; 33-58; 71 hasta el final; Tercer movimiento: 1-36; 46-98; 122-167; 188-238; 275-333; 337-368; 376-410; 418-426; 434-442; 448 hasta el final.” El mensaje tenía segundas, claro. Los compases eran exactamente todos en los que intervenía el bueno de Beniamino. Pero don Clodomiro, que lo saludó con alborozo, dudaba de su efectividad, y desde luego desconfiaba de que Ludovina tomara nota.
El tenor Hierónides Sobreagudos inicialmente se vino arriba y pensó que aquello iba a transcurrir sin demasiada distorsión. Así que, iniciado el concierto, Batutakis tragaba saliva y daba gracias a que estaba de espaldas al público. Pero cuando empezó el tercero de los Kindertotenlieder de Mahler, Sobreagudos no pudo más y detuvo con un gesto la ejecución, justo antes de pronunciar las palabras “Cuando tu madre…”, en casual coincidencia con el recordatorio, nada amable, que le estaba dedicando a la madre de varios espectadores que enarbolaban sus móviles grabando, naturalmente con flash y con total desparpajo. El cantante rogó, con contenida pero indisimulada firmeza, que se detuviera tal comportamiento si querían que pudiera finalizar la interpretación con normalidad, mientras don Clodomiro hacía esfuerzos ímprobos para no atender la vengadora llamada de sus apellidos, Reparto Estopa y Delabuena, con varios candidatos inmejorables a su alrededor para recibir una sobredosis. Porque lo que es ganas de agarrar a Ludovina Exótica Porquelovalgo y correrla a gorrazos, ya le entraban, ya. A este paso iba a ir a la Sinfónica de la Conchinchina esa otra cantante tan conocida pero que nunca se presentaba: Rita, la cantaora. Y estaba claro que al doctor Sanamente Eneldiván le esperaban más horas extras.
NOTA:
El relato de guasa que acaba de leer es, naturalmente, una caricatura. Pero, por si creen que está muy lejos de la realidad, les aconsejo que investiguen lo ocurrido en los últimos meses tras el nombramiento de la nueva gerente de la City of Birmingham Symphony Orchestra. Verán, entre otras cosas, que lo relatado, tanto para el pianista como para el tenor (este, eso sí, con una obra diferente) es absolutamente real. Echen un vistazo a estos enlaces:
https://slippedisc.com/2024/06/birmingham-post-lays-into-cbso-chief-stenning/
https://slippedisc.com/2024/04/tenor-stops-mid-concert-to-denounce-new-birmingham-rules/
https://slippedisc.com/2024/05/stephen-hough-no-phones-please-between-bars-123-176-185-199/
(en la foto de arriba: un concierto de la City of Birmingham Symphony Orchestra del pasado mes de diciembre, en el que la actuación estuvo acompañada por imágenes proyectadas en tres pantallas)