Las 10 mejores composiciones de Heitor Villa-Lobos
Heitor Villa-Lobos (1887-1959) es en muchos aspectos un compositor aún por descubrir fuera de su país, Brasil, donde ya en vida era una gloria nacional. Moverse por su prolífica producción (su legado alcanza las 1.000 obras) es un poco como explorar la selva amazónica. Su catálogo guarda numerosas piezas de gran valor e interés que, salvo casos muy concretos (su música para guitarra, por ejemplo, o Bachianas brasileiras nº 5), no tiene la difusión que merecería. La que propongo a continuación es una selección rigurosamente subjetiva de sus mejores piezas:
(Lista ordenada por preferencia, de menor a mayor)
10. O descobrimiento do Brasil
Villa-Lobos compuso en origen esta música como banda sonora para la homónima película (1937) del cineasta Humberto Mauro, que relataba el descubrimiento de Brasil por parte de los portugueses. Más tarde, el compositor realizó una versión de concierto, reorganizando las músicas en cuatro suites sinfónicas (1939-52). La más significativa de ellas es la cuarta, donde Villa-Lobos reparte entre diferentes coros temas precolombinos y gregorianos (pero también polifonías occidentales) para representar el encuentro entre las distintas culturas.9.
9. A Prole do Bebê
Se trata de tres suites pianísticas inspiradas en el mundo de la infancia. No son piezas para niños, sino piezas sobre el mundo infantil, como Kinderszenen de Schumann o Children’s Corner de Debussy. Ternura y humor se dan la mano en estas deliciosas páginas que no desdeñan la acidez de las disonancias, la irreverencia de las polirritmias ni tampoco reniegan del virtuosismo. La primera suite (1918) es la más conocida y fue apadrinada en su día nada menos que por Arthur Rubinstein, lo cual supuso un importante espaldarazo para la difusión internacional del compositor. La séptima pieza, O Polichinelo, claramente modelado en el Petrushka stravinskiano, fue una de las propinas favoritas del pianista polaco.
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8. Cuarteto de cuerda nº 4
Villa-Lobos compuso a lo largo de su vida diecisiete cuartetos de cuerda. La obsesión por fusionar contrapunto y folclore desembocó en partituras marcadas por un creciente talante academicista, pero los cuatro primeros cuartetos, escritos entre 1515 y 1517, manifiestan una notable frescura y originalidad. Si el Tercer Cuarteto destaca por la novedad tímbrica de su “Scherzo” con pizzicati, tal vez sea el Cuarteto nº 4 (1917) el más redondo de la serie: no sólo el más expresivo, sino también el más libre de constricciones contrapuntísticas.
7. Chôros nº 7
Chôro era una pequeña orquesta popular que interpretaba danzas y canciones folclóricas por las calles de las ciudades brasileñas. Entre 1920 y 1929, Villa-Lobos asignó este nombre a un ciclo de catorce piezas muy diferentes por plantilla y duración; su denominador común era “sintetizar las diferentes modalidades de la música brasileña, indígena y popular, cuyos principales elementos son el Ritmo y cualquier Melodía de carácter popular. Los procedimientos armónicos también son una estilización casi completa del original. El término ‘Serenata’ puede dar una idea aproximativa del significado de chôros”. Escrito para flauta, oboe, clarinete, fagot, saxofón, violín y violonchelo (más un tam-tam detrás del escenario), el Chôros nº 7 (1924) es un calidoscópico ensamblaje de ritmos y melódico que exalta el perfil individual de cada instrumento.
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6. Bachianas brasileiras nº 9
Empezado en 1930, el ciclo Bachianas brasileiras surge del deseo de sintetizar los dos grandes amores de Villa-Lobos: Bach y el folclor brasileño. La serie culmina con Bachanias Brasileiras nº 9 (1945), acaso la partitura más abstracta del ciclo, como también delata su indefinición instrumental, que algunos interpretan como un guiño al Arte de la fuga de Bach. En efecto, la partitura puede ser interpretada tanto por una orquesta de cuerdas como por un coro a cappella, aunque es en la versión vocal (más infrecuente) donde mejor luce la originalidad de este díptico neobarroco formado por un Preludio meditativo y una imponente Fuga en compás de 11/8.
Enlaces: Preludio y Fuga en Youtube, Preludio y Fuga en Spotify.
5. Amazonas
Compuesto en 1917, este poema sinfónico –también convertido en ballet- es una representación de la naturaleza salvaje y exuberante de la selva tropical. Villa-Lobos muestra aquí su dominio de la forma musical así como su más que notable manejo de los medios orquestales (por esas fechas, ya era autor de dos sinfonías y otros tantos poemas sinfónicos). La sensualidad y el hedonismo de la paleta sonora apuntan claramente a la música francesa de principios del siglo XX, condimentada con cierto primitivismo de ascendencia stravinskiana. No olvidemos que por esas mismas fechas Villa-Lobos había trabado amistad con el compositor Darius Milhaud, quien trabajaba en la embajada francesa de Río de Janeiro, y que en 1917 los Ballets Rusos de Diáguilev pasaron por Brasil.
4. Rudepoema
Es la pieza pianística más ambiciosa de Villa-Lobos y su obra maestra en este apartado. Compuesta entre 1921 y 1926 en un único movimiento de casi veinte minutos de duración, es una partitura ciclópea y torrencial, de grandes contrastes y notable virtuosismo, con puntas de salvajismo que denotan la influencia de la Consagración de la primavera. Villa-Lobos afirmó haber querido realizar un retrato de Arthur Rubinstein, a quien la pieza está dedicada, pero éste no debió verse demasiado reflejado en los compases, pues no la incorporó a su repertorio pese a ser el artífice de su estreno. Hay quienes sostienen, tal vez con más fundamento, que en Rudepoema cabe ver un autorretrato del propio Villa-Lobos.
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3. Bachianas brasileiras nº 5
Pocas composiciones logran sintetizar esa mezcla de nostalgia y vitalismo tan propia del espíritu brasileño con el acierto con que lo hace Bachianas brasileiras nº 5 (1938-45), acaso la pieza más conocida de Villa-Lobos. Escrita para soprano y orquesta de violonchelos, el instrumento fetiche del compositor junto a la guitarra, Bachianas brasileiras nº 5 está formada por un “Aria (Cantilena)”, impregnada de un melancólico lirismo, y una “Dança (Martelo)” de gran vigor rítmico. Existe una histórica versión de Victoria de los Ángeles bajo la batuta del compositor.
Enlace: YouTube, y Spotify: Aria y Danza.
2. Doce Estudios para guitarra
Villa-Lobos contribuyó de manera decisiva a enriquecer la literatura guitarrística con obras de mucha sustancia como la Suite popular brasileña (1908-12), Chôros nº 1 (1920), los Cinco Preludios (1940) y un Concierto (1951), pero son sus Doce estudios los que marcan un antes y un después en el lenguaje guitarrístico del siglo XX. Villa-Lobos los compuso en 1929 para Andrés Segovia, quien sin embargo incorporó a su repertorio sólo tres de ellos (nº 1, 7, 8) y descartó los demás, bien por no comulgar con su estética, bien por considerarlos imposibles de tocar. Del hipnotismo del Estudio nº 5 al salvajismo sobrecogedor de los Estudios nº 11 y 12, se trata de una colección imprescindible.
1. Chôros nº 8
A diferencia del espíritu camerístico que reinaba en el Chôros nº 7, el nº 8 (1925) impresiona tanto por la amplitud de su plantilla –dos pianos y orquesta- como por su espíritu dionisíaco. La pieza pretende representar el bullicio del Carnaval de Río, pero también las “danzas pintorescas, bárbaras y religiosas” de las tribus indígenas. Esta doble ascendencia desemboca en una de las partituras más extravertidas, sensuales y apabullantes de Villa-Lobos, donde el compositor despliega un inagotable abanico de ritmos y melodías, a menudo organizadas en densas superposiciones texturales y armónicas.