La Orquesta Barroca de Sevilla pone fin a su residencia de esta temporada en el Espacio Turina
Cuando en 1697 el príncipe elector de Sajonia Federico Augusto I se convierte al catolicismo para poder ser coronado rey de Polonia, con el nombre de Augusto II, la ciudad de Dresde era, pese a los antiguos y fructíferos contactos con Italia, un enclave del estilo musical francés. Pero eso iba a empezar a cambiar, especialmente cuando en 1709 la Hofkapelle se estableció como un conjunto puramente instrumental. Ese fue el punto de partida de la orquesta más formidable que funcionó en toda Europa durante la primera mitad del siglo XVIII. Después de pasar por Leipzig, Johann Georg Pisendel se instaló allí en 1712, sucediendo como Konzertmeister al violinista español, de origen flamenco y formación musical francesa, Juan Bautista Volumier. En 1716, Johann David Heinichen, que había estado en Venecia, fue nombrado Kapellmeister. Ese mismo año fue Pisendel quien visitó Venecia y conoció a Antonio Vivaldi…
Con el título de Dresde: cayó la piedra, no el alma, la Orquesta Barroca de Sevilla, bajo la dirección del clavecinista Alfonso Sebastián, pone fin a su residencia artística de esta temporada en el Espacio Turina de Sevilla, abordando obras de los mencionados Pisendel y Heinichen, además de otras Jan Dismas Zelenka (que fue vicemaestro de capilla en la corte de Dresde) y Johann Gottlieb Graun. El concierto tendrá lugar mañana domingo, día 5 de junio, a las 12:00 horas.
El nombre de Graun tiene que ver con el título de concierto. Alumno de violín y de composición en Dresde de Pisendel, trabajó para esa corte antes de ser nombrado maestro de capilla en la corte ducal de Merseburg y de entrar algunos años después, junto a su hermano Carl Heinrich Graun, al servicio del príncipe heredero de Prusia, el que luego sería conocido como Federico “el Grande”.
En 1760, Federico convertido ya en rey de Prusia, ordenó a su ejército atacar Dresde y en uno de los bombardeos el fabuloso archivo de música que se hallaba en el Palacio del Príncipe ardió por los cuatro costados. Sólo se salvaron las obras almacenadas en otros lugares, entre ellas las que formaban la colección personal de Pisendel. De ahí el título del concierto: cayeron las piedras, pero no el alma, pues algunas de esas joyas musicales consiguieron llegar hasta nuestros días.