La ópera en la Argentina
La Fundación Williams, que lleva en su nombre la memoria de un patriarca de la música argentina, cuenta con un Laboratorio de Innovación Cultural y Científica, dentro del cual funciona el Colectivo Nueva Ópera. Su cometido principal es estimular y concentrar la producción operística local, a efectos de lo cual se celebrarán en Buenos Aires, durante este mes, unas jornadas que reúne la llamativa fórmula de un Mercado de la Ópera Joven. Para ello se ha abierto una convocatoria que puede ser resuelta por todos los compositores del género que tengan partituras inéditas. No se limita la empresa a recoger y juzgar dichas producciones sino también propone una serie de contactos con los profesionales del espectáculo que puedan llevarlas a escena: directores de orquesta y escena, maestros repetidores, escenógrafos, cantantes y agentes de producción.
La ópera cuenta en el país con una tradición que viene del siglo XIX y se refuerza por el carácter inmigratorio y cosmopolita de sus grandes centros urbanos. Esto ha llevado, como en otros espacios culturales, a cierto centralismo en torno a Buenos Aires y sus extensiones en el llamado Eje Metropolitano. No menos de siete temporadas regulares de ópera se despliegan entre Buenos Aires, capital nacional, y La Plata, capital provincial bonaerense. Los puntos principales son el teatro Colón porteño y el Argentino platense. Se trata de unas salas muy acreditadas, provistas de buenos presupuestos y gestionadas por los poderes públicos. Esfuerzos privados mantienen otras opciones en salas como el Coliseo, la Fosforera (antigua fábrica reformulada) y el Avenida de Buenos Aires, y el Roma de Avellaneda.
Esta enumeración prueba la existencia de un público operático considerable. También señala sus limitaciones. La ópera es un espectáculo especialmente complejo y caro que requiere de la asistencia estatal y del mecenazgo privado. En lo programático, se sustenta mayormente con un catálogo clásico y consabido. Incluso la producción del siglo XX sigue siendo lateral y nada digamos, los estrenos y menos digamos aún si los compositores pertenecen a un país alejado de los grandes centros mundiales que irradian productos culturales. En plena y enésima crisis económica, la Argentina intenta esta curiosa y loable iniciativa: montar un mercado operístico privado que agrupe y exhiba al colectivo de los operistas locales. El tiempo dirá si vale la pena el esfuerzo en ganar espacios de creación joven para el viejo arte del teatro cantado.
Blas Matamoro