La muerte de una compañía de ópera

Una mañana de hace casi media vida yo estaba sentado en un despacho en la parte alta del London Coliseum escuchando al primo de la Reina decirme lo que realmente quería el público. El conde de Harewood —George, para los amigos— fue director general de la English National Opera (ENO) entre 1972 y 1985. Ni él ni nadie veía conflicto alguno en el hecho de que la ‘ópera del pueblo’ fuera dirigida por un nieto del rey, un conde poseedor de una vasta hacienda en Yorkshire. Esta no era, ni mucho menos, la más insólita de un ...