La Leonor de Ana Caro y la Elvira de Mozart
Madrid. Teatro de la Comedia, Compañía nacional de teatro clásico. 14.IV.2023. Ana Caro de Mallén: Valor, agravio y mujer. Versión de Juana Escabias. Julia Piera, Lucía Barrado, Pablo Gómez-Pando, Ignacio Jiménez, Natalia Llorente, Luis Moreno, Jesús Hierónides, Paco Pozo, Sol Vicente. Beatriz Argüello, puesta en escena.
Para introducirse en la trama de Valor, agravio y mujer, podríamos decir que es como si la Doña Elvira de Don Giovanni de Mozart, que acude en pos de Don Juan, que la ha burlado, según reclama ella en el libreto de Da Ponte, llegase vestida de hombre y con un ímpetu y una sabiduría que la engañada dama mozartiana no posee. Aunque la pieza de Ana Caro sea anterior en más de siglo y medio. Leonor es todo un carácter, un empeño, y no es la única mujer de esta altura que actúa en las vicisitudes de la comedia. Pero Ana Caro, sin duda, se mostró prudente. Podemos deducir lo que sentía y pensaba por cómo actúa Leonor, pero sabía que había una censura poderosa en la época. No se trata ya de la posible censura oficial, ni de la Inquisición, no es eso. La censura estaba en el público, abajo, en los llamados mosqueteros, que eran temidos críticos de los por ellos considerados malos cómicos, malos representantes. Pero que eran también guardianes de los valores vigentes en la época: el honor, y también la incontestable primacía del hombre sobre la mujer. El propio Calderón criticó con sutileza el sentido del honor vigente entonces; precisamente en las comedias de honor de este poeta (autor, en aquellos tiempos, era el empresario, no el que escribía la comedia).
Valor, agravio y mujer es un auténtico descubrimiento en lo escénico, pero esta comedia y su autora, Ana Caro de Mallén, han sido estudiadas en investigaciones anteriores. Hay bastante material en la red, y más abajo damos pequeño detalle para quien sienta curiosidad por un asunto que, en mi opinión, es apasionante. Y están las obras de Juana Escabias, que veremos antes.
Sin duda, el olvido en que se sumió a Ana Caro tiene mucho que ver con el hecho de ser mujer. Pero ha habido olvidos numerosos en el corpus dramático y poético del llamado Siglo de Oro, que en realidad dura un par de siglos y que es un corpus realmente abrumador. Sin ir más lejos, dramáticos publicados en la antigua Rivadeneira continúan en el olvido. Cañizares y Zamora, considerados epígonos y frutos tardíos de aquella numerosa pléyade, carecen de atención aparte de los estudios que no consiguen que alguna de sus obras regrese a escena. Mucho ha tardado Ana Caro en volver a los escenarios. Según nos explican Beatriz Argüello y Juana Escabias, era bien conocida en academias y círculos literarios de aquella primera mitad del siglo XVII que le tocó vivir. Era morisca, hija de moriscos, pero adoptada por una familia de cristianos viejos. Sí, era una contemporánea casi estricta de Calderón, pero la mayor de sus obras han desaparecido (quemadas algunas, se nos dice, solo por haber sido escritas por una mujer). Y si Valor, agravio y mujer es significativa de su producción, podemos deducir que es una catástrofe que se haya perdido todo lo demás. Juana Escabias, dramaturga consumada y estudiosa de la época, ha investigado sobre la autora. Pueden acceder a sus más que interesantes libros Dramaturgas del Siglo de Oro. Guía completa (Ed. Antígona), Vida y obra de Ana Caro Mallén (Ed. Benilde) y a su edición del Teatro completo de Ana Caro de Mallén (Cátedra).
En la última semana, desde que se estrenó este bello montaje en el Teatro de la Comedia, Compañía Nacional de teatro clásico, se ha comentado mucho el lado feminista de esta obra. No voy a insistir en ello. Pero lo cierto es que esta pieza le da la vuelta a la figura del burlador y le sale la burlada respondona. Estamos en la convención del teatro de aquel siglo XVII en que España empezaba a perderlo todo, cuando todo lo tenía; siglo de derrotas exteriores y, no lo olvidemos, de enfermedades que diezman la población. España era mucho más de lo que hoy llamamos España, pero España (la corona de Castilla, la corona de Aragón) sufrían la soberanía de una dinastía ajena, extraña, flamenca, que no supo emplear su riqueza en crear riqueza. Para qué, si ya venía de América. Que no supo cambiar la visión de una Contrarreforma integrista, la que se impuso frente a la Contrarreforma pre-ilustrada (la del propio Calderón, si no ando equivocado). Que no supo, pasado el tiempo, mantener el respeto y la gloria que en vida adquirieron figuras como la de Ana Caro de Mallén.
El reparto es espléndido. Pese a ser un clásico se les entiende, y actúan de veras, sin exagerar, sin esas poses del cómico que ignora lo que está diciendo. El verso es declamación y es canto, y aquí el reparto sabe casi siempre cantar. Julia Piera, Lucía Barrado y Pablo Gómez-Pando, por ponerlos a ellos solos (es injusto, los demás están a idéntico nivel) saben lo que dicen, saben por lo que sus personajes luchan, o fingen, o pretenden. Juana Escabias, con su versión, ayuda a través de la lengua que ella domina. Beatriz Argüello, actriz excelente, toma aquí el mando y crea un universo dramático veraz, de gran altura artística: desentraña, no necesita explicar lo explícito. Un muy conseguido espacio escénico de Carolina González, unos bellos y mesurados figurines de Rosa María Andújar. Y música, una música también mesurada, discreta, pero presente, que acompaña y subraya la línea del verso, que a veces parece línea de canto (Luis Miguel Cobo). Mucha agilidad en las luchas a espada entre Leonor y Don Juan, que no la reconoce, que no puede imaginar que ese joven que se le enfrenta es la dama que burló en Sevilla (la mujer vestida de hombre, otra constante de la comedia española). Me temo que los mosqueteros hubieran protestado, arrojado a los cómicos, aquellos comestibles que se vendían en el propio teatro. ¿Luchar una mujer con un hombre? Inaudito. Pero Leonor no habría soportado la insolencia y la socarronería de Leporello cuanto éste canta “Signorina, il catalogo è questo”.
Insisto: Leonor es Doña Elvira, más o menos al revés. Es como si tuviera también algo de la Doña Ana de la misma ópera de Mozart. Doña Ana detesta a Don Juan cando lo descubre, y lo detesta porque tiene razones: ha matado a su padre y ha intentado violarla. No hagan caso de analistas improvisados que ven en la furia de Doña Ana una pasión inconfesable hacia el burlador. Leonor tampoco ama a quien persigue; si nadie recupera su honor, ella tendrá que hacerse cargo. Ahora bien, las convenciones que decíamos imponen reconciliación… y casamiento.
Santiago Martín Bermúdez
(fotos: Sergio Parra)
En la red pueden buscar los siguientes estudios, más o menos breves, con solo teclear un poco:
Alicia Herraiz Gutiérrez: Teatralidad de los roles de género en la primera modernidad. Valor, agravio y ¿mujer?
Marta Lebron Romero: Tres comedias femeninas del sg de Oro. Valor, agravio y mujer; La traición en la amistad; La firmeza en la ausencia
Kathryn Orlando: Hombre, mujer o ser neutro. La identidad como estrategia en el teatro de Ana Caro
Mayra Ortiz Rodríguez: Ana Caro de Mallén y la voz femenina en el teatro
Matthew D. Stroud: La literatura y la mujer en el Barroco: Valor, agravio y mujer, de Ana Caro
Y pueden pasearse por los escritos del catálogo de una hermosa exposición que llevó a cabo el Cervantes. Está en la red, también: Tan sabia como valerosa. Mujeres y escritura en los Siglos de Oro.