La integral de registros de Géza Anda para Deutsche Grammophon (II)
Bartók ya era un valor ampliamente aceptado cuando en 1960-1961 grabaron Géza Anda y Ferenc Fricsay los tres Conciertos y la Rapsodia. Lo que no parece claro es que se apuntaran a un valor seguro, aceptable por cualquier aficionado. Si no me falla la perspectiva, el canon de los tres grandes compositores de la primera mitad del siglo (o hasta el final de la segunda guerra mundial) aún no se había establecido. Ese canon sería con el tiempo el siguiente: Stravinsky, Bartók, la Escuela de Viena; con lo que el canon de tres tendría cinco compositores, y no estaría presente la escuela operística, más bien tendencia, de Strauss, Schreker, Korngold o Zemlinsky (aunque éste debería estar en la Escuela de Viena, no como el cuarto, sino como el primero, porque era el mayor y enseñó al maestro Schoenberg, incluso fueron de la famila, al casarse su hermana Mathilde con Arnold).
Fricsay y Anda se debían, por otra parte, al maestro compatriota, no por nacionalismo, sino como defensa de la obra de quien había creado, con Kodály, la gran escuela de la que ellos eran continuadores y beneficiarios. Eso sí, lo eran en el exilio, y no es extraño que Géza Anda grabara con otro exiliado, el checo Rafael Kubelík, ese extraordinario Segundo de Brahms. Karajan, no exiliado sino blanqueado su turbio pasado hasta la deificación planificada, se dignó registrar de nuevo otro Segundo de Brahms con Géza Anda en 1968, momento álgido del divo incontrovertible. Cuatro años antes grababa Géza los hermosos y enfáticos Conciertos de Schumann y Grieg, ambos en la menor, con Kubelík; esos arranques, lo sabe bien el melómano, marcan una manera de plantear el concierto pianístico desde los años 50 y 60 del siglo XIX: no tengamos miedo de señalar ahí un énfasis. Aquí están los tres emigrados; la Alemania poco antes verdugo era desde hacía tiempo el hogar que acogía a los desperdigados del gran desbarajuste que se abatió sobre los países del glacis soviético después de una guerra más que espantosa y una horrible transición violenta que cambió por completo el aspecto y el alma (las almas) de Europa Central, el Báltico y los Balcanes.
Los Conciertos de Bartók, junto con la Rapsodia, son registros magistrales, de potencia y nivel artístico superiores, con una violencia en los allegros y un lirismo en los lentos que son no solo contraste poético, sino propuesta dramática, trípticos de la abrumadora época de entreguerras; aunque, claro está, el Tercer concierto, inconcluso en rigor, es de la época final de la guerra, con Bartók herido de muerte por la enfermedad y herido de angustia por el destino de su patria y de Europa.
De 1961 es la insuperable lectura del Triple concierto de Beethoven. Anda, Schneiderhan y Fournier, con Fricsay al frente. Lamentablemente, Fricsay vivió poco, murió en 1963 a los cuarenta y ocho años. Sabemos que Deutsche Grammophon, dicho sea entre paréntesis, le ha dedicado también un par de voluminosos estuches con la integral de sus registros para el sello. Y, como ya decíamos hace unos días, Géza Anda tampoco vivió mucho.
El pianismo de las románticas miniaturas, o al menos piezas breves, está representado en un CD en que Géza Anda está solo ante el teclado. Las Davidsbündlertänze de Schumann es una obra de breves episodios, como Carnaval, su pariente cercana. Elegante, excelente paseo de Anda por los dieciocho apuntes de relato o de carácter. Pero el CD comienza por Chopin, las breves y muy contrastadas piezas que forman los 24 Preludios op. 28; hay más dramática que canto en los Preludios (no aparecen sino apuntes del belcanto propio de la mitad de cada uno de los Nocturnos), y así se forma un recital, con Schumann, de esbozos casi escénicos. Con una solemnidad en medio, una de las estilizadas polonesas de Chopin, la Polonesa en la bemol mayor op. 53, acaso la más popular y conocida. Qué hermosura de recorrido la de esta polonesa en los dedos de Géza Anda, allá por 1960; porque la polonesa, como dicen muchos polacos, es “una danza que se camina”.
Hay un Bonus CD en el que se recopilan tempranos registros a solo de Géza Anda. Hay tesoros inesperados, como los tardíos Intermezzi de Brahms. Son grabaciones de 1942 a 1947 (de este años son las piezas de Brahms, precisamente).
Hay un CD suelto de Anda y Karajan, con nuevos registros del Concierto K 467, el nº 21, y del Tercero de Bartók (Filarmónica de Berlín y Staatskapelle Dresden). Está “suelto” solo porque procede de los registros en vivo del Festival de Salzburgo. Un disco así es como añadir lujo al lujo. La riqueza del estuche que comentamos ahora y hace una semana es mucho mayor que la posibilidad de análisis en estas páginas. Ahí está el álbum, a precio reducido y con el mayor nivel artístico posible, aquel que siempre demostró el pianista húngaro y más tarde suizo Géza Anda, uno de los grandes del siglo.
Santiago Martín Bermúdez