La hora española
Una de las cosas que este país nuestro, a veces tan raro, no acaba de conseguir es el equilibrio entre el orgullo desmesurado y la autoflagelación no menos excesiva. Añadamos a ello nuestra intrínseca tendencia a relativizar el triunfo ajeno, tantas veces adjudicado a cuestiones que nada tuvieran que ver con el talento y juzgado con frecuencia desde una mezquindad difícil de explicar o, no menos habitualmente, desde una suerte de solidaridad territorial, como si eso fuera un valor en sí mismo. Somos capaces, así, de poner en duda la valía de alguien que debuta con la Filarmónica de Viena y colocar en los cuernos de la luna a quien gana una plaza de clarinete segundo en una orquesta belga mientras la verdad es que ni una ni otra noticia debieran serlo más allá de lo meramente informativo en una sociedad culturalmente normalizada, alejada al fin tanto de la mitomanía como del provincianismo.
Seguramente el mejor remedio a esa suerte de paranoia de baja intensidad sea echar un vistazo a la realidad de nuestros músicos fuera de España, a cómo a despecho de lo que pueda decirse de si no somos nadie o verdaderamente somos alguien, están presentes de forma natural —es decir, porque se les requiere en el mercado— a la cabeza de formaciones de prestigio o en las programaciones más importantes. Así, por ejemplo, el nombramiento de Roberto González-Monjas como titular de la Orquesta del Mozarteum de Salzburgo —mientras lo sigue siendo de la Sinfónica de Galicia y del Musikkolegium Winterthur— supone un golpe de prestigio de verdadero impacto internacional para nuestros músicos. El maestro vallisoletano se une así a Jaime Martín o Gustavo Gimeno —que junto a Josep Pons estarán en los Proms de este año— en la nómina de rectores españoles en orquestas de prestigio más allá de nuestras fronteras. Igualmente, que Pablo Heras-Casado vaya a inaugurar el Festival de Bayreuth con Parsifal y la temporada de la Staatsoper de Viena con La clemenza di Tito de Mozart no deja de ser extraordinariamente significativo por mucho que quien reciba la noticia sea de la muy wagneriana cofradía de los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor.
En el terreno solista, asentado desde hace años Javier Perianes como uno de los mejores pianistas del presente, la irrupción de María Dueñas —que también estará en los Proms— en el panorama violinístico con su grabación del Concierto de Beethoven para Deutsche Grammophon —con Manfred Honeck y la Sinfónica de Viena— ha sido una de las grandes noticias de la temporada y de muchas temporadas, además de un ejemplo de cómo planificar inteligentemente una carrera. Como lleva tiempo haciéndolo el todavía bien joven violonchelista Pablo Ferrández o, desde más atrás, un Cuarteto Casals cuya recientísima grabación de El arte de la fuga de Bach empieza a cosechar las mejores críticas internacionales, esas que también recoge en cada actuación el Cuarteto Quiroga.
Son nombres que están de actualidad estos días, pero hay otros que lo están de continuo por sus compromisos habituales en las mejores salas de conciertos o en teatros de ópera. En estos aparecen con frecuencia Xavier Anduaga, Ismael Jordi, Carlos Álvarez o Saioa Hernández entre los cantantes y José Miguel Pérez-Sierra, Ramón Tebar o Iñaki Encina entre los directores; y, en aquellas, Jordi Savall, Juanjo Mena o Pablo González —a quien tanto echará de menos la audiencia de la Orquesta Sinfónica de RTVE. Sin olvidar aventuras tan especiales e irradiadoras como la de Angel Gil-Ordóñez y su Post Classical Ensemble en Washington.
Todo ello, descrito sin ánimo de exhaustividad y dejando por el camino nombres y categorías (la composición, sin ir más lejos) que seguramente también debieran estar en estas líneas, demuestra que la nómina de músicos españoles que trabajan por el mundo adelante es mucho más amplia, en cantidad y en calidad, de lo que nuestro a veces estrecho sentido de la realidad nos permite ver. Que nuestra música clásica tenga, a pesar de los pesares, y por encima de las crisis, tan buena presencia internacional, dice mucho de sus protagonistas, que se lo ganan a pulso. Y debiera hacer pensar a esos poderes públicos que o la ningunean desde la educación o la exaltan desde el postureo sin enterarse de lo que de verdad importa. ¶
[Imagen superior: Roberto González-Monjas (foto: Marco Borggreve),
Pablo Heras Casado (foto: Jiyang Chen), María Dueñas (foto: Xenie Zasetskaya)
y Xabier Anduaga (foto: Elena Cherkashyna)]