La hora de Kapustin
NIKOLAI KAPUSTIN:
Concierto para piano nº 4; Double Concerto; Chamber Symphony / Württembergeisches Kammerorchester Heilbronn. Frank Dupree, piano y dirección. Rosanne Philippens, violín. Case Scaglione, director en Concierto para piano / CAPRICCIO
Nikolai Kapustin tuvo que morir antes de que el mundo tomara nota de la existencia de su música. Su amor por el jazz le llevó a ganarse la vida en Moscú como pianista de la orquesta de la radio, tocando la música de todo el mundo salvo la suya. Su Toccata para piano y big band, escrita en 1964, suponía ya toda una declaración de intenciones creativas. A los comisarios no les impresionó. Pese a que Kapustin consiguió publicar algunas de sus partituras, hubo que esperar al siglo XXI para que occidente se interesase por la edición de su música. Cuando murió hace un año, dejó 161 obras impresas, entre ellas seis conciertos para piano y 20 sonatas.
Para los oídos modernos, la música de Kapustin suena pintoresca, tal vez un tanto anticuada. El cuarto concierto para piano posee el swing y el embeleso de los bailes de salón de los años 30, mientras que el concierto para violín y piano evoca el tipo de ritmos que pasaron de moda la semana en que nacieron los Rolling Stones. Escuchar a Kapustin en 2021 supone un acto de nostalgia, un gesto de desafío a los dictados de la moda. Escribiendo contra su propio tiempo, el compositor ruso toca de alguna manera la fibra de nuestros actuales descontentos.
Un artículo aparecido este mes en el New York Times -un golpe de celebridad por el que hubiera soñado cualquier compositor aplastado por el yugo soviético- parece haber marcado un punto de inflexión en la atención prestada a este músico. La presente grabación es el tipo de álbum que uno querría compartir con sus amigos, retándoles a adivinar el origen del compositor. Les apuesto dos Lang Lang a un helado a que ninguno de ellos señalaría Moscú.
Frank Dupree otorga buen ritmo y unos cuantos toques de blues al concierto para piano, mientras que Rosanne Philippens se muestra brillantemente caprichosa al violín. Case Scaglione dirige la excelente orquesta de cámara de Württemberg. Lo que no acabo de entender es por qué el pianista Dupree tiene una mayor presencia en los créditos que la violinista o el director, además de llevarse él solito la foto de la portada. A mi modo de ver se trata, como mínimo, de un gesto descortés por parte del sello discográfico, a menos que Dupree esté pagando todo el espectáculo.
Norman Lebrecht