‘La discreta enamorada’ en la CNTC. Y Fenisa anunció a Francisquita
Madrid. Teatro de la Comedia. 26-IX-2023. Compañía Nacional de Teatro Clásico. Lope de Vega: La discreta enamorada. Cristina Martín Miró, Felipe Muñoz, Aina Hernández, Montse Díaz, Lluís Homar, Cristina García, Xavi Caudevilla. Dirección: Lluís Homar. Hasta el 26 de noviembre.
Lope y Shakespeare no se conocían. No conocía ninguno de ellos la obra del otro, quiero decir. Sabemos mucho de Lope, y cada vez, desde que se abrió paso la investigación en detrimento de la leyenda rosa (¿rosa?). De Shakespeare no se sabe nada, y tengo libros en los que serios autores consideran que el autor de esas obras es otro, y ello sin necesidad de acudir a la leyenda de Marlowe, superviviente y oculto, y cosas así. No importa demasiado, pero a uno le gustaría saber algo más de ese poeta de la escena y de la lírica cuyas comedias se parecen tanto a las de Lope. La discreta enamorada es una de esas comedias que no han pasado inadvertidas en escenarios británicos, según leo aquí y allá. Es una construcción tan perfecta, funciona tan espléndidamente en escena, que la hermanan con As you like it o Twelfht night, dos comedias por las que (disculpen) siento especial cariño.
La palabra deliciosa se cuela en exceso al referirnos a este magistral montaje de Lluís Homar. Es eso, pero es sobre todo algo más. Es la compañía joven, que ya estrenó junto a “la otra” esta obra en Almagro hace unos meses. El enredo y los giros se acumulan, y en la acción se definen los personajes: característica ésta del teatro del Siglo de Oro, no se ve tanto al personaje por su reflexión, su introspección (que no falta), como por la acción en que se ve inmerso, por las situaciones en que tiene que defenderse, atacar, disimular, idear. El yo se impone al ideal del yo y, desde luego, al yo ideal. La protagonista es Fenisa, todo un carácter pese a su juventud, y la puesta en escena ha tenido la suerte de encontrar una excelente actriz, que sabe decir el verso con el legato imprescindible y sin necesidad de acudir a las viejas escuelas, que tengo la impresión de que están enterradas (yo aún llegué a ver y oír discípulos de aquellas escuelas, magistrales pero enfáticas).
Del reparto que creo haber visto el día 26 (se intercambian los papeles en los distintos días, según parece), solo puedo destacar unos pocos para no hacer interminable esta crónica, que es sobre todo aliento para ir a ver la función. Cristina Martín-Miró es tan joven como pueda serlo Fenisa, y posee un timbre infantil que acaso choque con la determinación de la heroína de Lope. Sin duda, el tiempo endurecerá su color. Cristina no solo consigue enamorar a Lucindo, también a muchos de nosotros. Supo la actriz el sentido de Fenisa: en mi tiempo, diría la joven, había que acudir a este tipo de embrollos, incluso encerrarse en un cuarto con galán, pues eso ya era casarse, no importa que me hayan hecho este bonito figurín en que luzco mis piernas, mis colegas de reparto tienen otros parecidos, incluso uno que hace de hombre, papel travestido, tan propio del teatro clásico (aquí era Aina Hernández, si no me equivoco, excelente Doristeo).
Lucindo está interpretado con atractivo eficacia por Felipe Muñoz, que tiende a menudo al staccato, en contra del legato. Es muy joven, y mejorará en “el canto”; hacer este Lucindo sometido a todo tipo de entreveros y sorpresas es ya un desafío para alguien tan joven, y Muñoz lo ha resuelto en su inagotable recorrido, de manera espléndida.
Junto a los jóvenes empeñados en llevar la contraria e incluso engañar a sus mayores, tenemos a los seniors. Insuperable el verso/canto de Montse Díaz, que logra hacer atractivo un personaje que empieza la comedia con antipatías. Lluís Homar sigue siendo el excelente actor que hemos visto tan a menudo (lo recuerdo tanto en Al vostre gust como en La señorita Julia, hace cuatro décadas, lo recuerdo como Fígaro, como Hamlet, lo recuerdo en cine, con Almodóvar); su presencia, junto con Montse Díaz da un halo de seriedad, a menudo desmentida, frente a la revoltosa compañía de jóvenes. Cristina García, en el muy desenvuelto personaje de Gerarda, traspasa la categoría de joven, y no por edad, sino por la madurez de su dicción y la manera de construir el personaje. La comedia y la farsa son cosas distintas. La primera es más difícil, y una de las dificultades con nuestros clásicos fue siempre “qué hacemos con el gracioso”. Xavi Caudevilla encuentra el equilibrio, porque tiene esa gracia que se le requiere al personaje, y es personaje, no solo apoyo.
Confieso que la intrata musical tan pop y tan decibélica me produjo temor. Como si, según costumbre, el teatro clásico español tuviese que pedir perdón y mostrar lo divertido que puede ser, y que está on the move, que no para. No hay que desdeñar el pop, y además se supone que vendrá mucho público joven a ver la función, pero ¡caramba! Uno pertenece a una generación que tuvo su pop: ahí están los Rolling, en dura supervivencia. Ahora bien, después llegaba la comedia, y la comedia se mostró ágil y viva en el elenco, mas también en su capacidad de adoptar esos figurines ambiguos y bellos de Deborah Macías, la variopinta escenografía de José Novoa, la soberbia dirección de actores de Homar, sin duda apoyada por Vicente Fuentes en cuanto a “decir el verso”. Los actores hacen a menudo de músicos, no solo cantan. El espectáculo me parece todo un logro que no hay que perderse.
El alzado de la parte derecha, côté cour, es lugar de instrumentos, mas también de juego escénico. Un luminoso exalta la palabra HOPE, y la O es un corazón. Pensé que en algún momento cambiarían la H con la L: LOPE. Bah, fantasías fáciles de espectador.
Santiago Martín Bermúdez
(fotos: Sergio Parra)