LA CORUÑA / Tres cumbres europeas para clausurar RESIS

La Coruña. Iglesia de Santiago. 06-V-2023. Quatuor Diotima. Obras de György Ligeti, Ludwig van Beethoven y Helmut Lachenmann.
Tras casi un mes de muy notables conciertos, llegó la sexta edición del Festival RESIS a su fin, con una clausura por todo lo alto protagonizada por uno de los mejores cuartetos de cuerda de nuestro tiempo, el Quatuor Diotima, que se presentó por primera vez en Galicia el pasado 6 de mayo, en una Iglesia de Santiago, como en anteriores ediciones de RESIS, repleta de público.
Como fin de fiesta, el Quatuor Diotima puso sobre sus atriles tres partituras firmadas por tres de los mayores genios musicales de todos los tiempos, comenzando por un György Ligeti cuyo centenario ha celebrado RESIS en 2023, incluyendo en su programación dos partituras estrictamente coetáneas: Ramifications (1968) y el Cuarteto de cuerda nº 2 (1968), lo que nos ha hecho perder algo de amplitud y perspectivas sobre sus diversos periodos compositivos.
Así, tras una interpretación de Ramifications en la cual, pese a la buena voluntad de la OSG Sinfonietta, se habían evidenciado las carencias que sufren los conjuntos que, aun siendo profesionales, no tocan esta música con frecuencia, la llegada del Diotima a RESIS nos llevó a la más alta excelencia, reforzada la soberbia interpretación del cuarteto galo por su concienzudo trabajo sobre las partituras de Ligeti en los últimos meses de cara a la que es su última novedad discográfica: un soberbio compacto registrado en 2022 para el sello Pentatone que ya fue desatacado como excepcional por nuestro compañero Luis Suñén en Scherzo.
Esas mismas líneas maestras que dan fuste y personalidad al registro del Diotima son las que han ofrecido, en vivo, al público coruñés, con un exquisito refinamiento en detalles, texturas y creación del ambiente adecuado en un Cuarteto de cuerda nº 2 que se caracteriza, precisamente, por la prolija heterogeneidad de sus cinco movimientos, que el Diotima ha hecho bascular en La Coruña entre los elementos mecánicos tan típicos de Ligeti y esas intrincadas redes micropolifónicas cuyas iridiscencias con tan increíble densidad armónica se han expuesto, por tomar un ejemplo, en las nubes de cromatismos fluctuantes que conforman el Allegro con delicatezza.
Meses atrás, en septiembre de 2022, tuve la oportunidad de escuchar al Arditti Quartet interpretar, en Japón, este mismo cuarteto, lectura que ahora rememoro pues conforma prácticamente la antítesis de la escuchada en RESIS, siendo ambas, por descontado, tan perfectas como válidas en sus respectivos estilos, pues de clásico hemos de considerar ya a Ligeti y, por ello, la inagotable potencialidad que se alquitara en sus partituras da lugar, precisamente, a tan diversas formas de comprender su música como las expuestas por Arditti y Diotima. El tercer movimiento, Come un meccanismo di precisione, es otro buen ejemplo: en el Arditti, con un volumen de sonido más agresivo, uniforme y directo; en el Diotima, buscando sutiles variaciones de ritmo(s) y dinámicas, que hacen de este reloj de desencuentros y entropías un artilugio con más engranajes y matices. En conjunto, ésta es la idea del Diotima: una constante búsqueda de elementos poéticos, de detalles que reafirman ese (ya) clasicismo de la forma y su permanencia en el tiempo.
La segunda partitura del programa nos invitó a un nuevo diálogo histórico: uno de los grandes aciertos del Festival RESIS en su sexta edición y una de las formas más pertinentes para que el público experimente, en vivo, cómo los rizomas del estilo van floreciendo década tras década.
A pesar de que solemos considerar al Diotima como un cuarteto especializado en el repertorio de los siglos XX y XXI, no es extraño ver en sus programas partituras de siglos precedentes; siempre, eso sí, con nombres de verdadera enjundia de por medio. De hecho, la primera vez que escuché en vivo al Diotima (diciembre de 2007) el cuarteto francés unía en un mismo programa a Johann Sebastian Bach, James Dillon y Emmanuel Nunes, con unos resultados que sólo puedo calificar de tan satisfactorios como sorprendentes, algo que se ha vuelto a repetir, quince años después, poniendo sobre sus atriles ésa que Igor Stravinsky decía la más moderna partitura de la historia: la sublime Große Fuge op. 133 (1824-25) de Ludwig van Beethoven.
La interpretación en RESIS de la Große Fuge me ha servido, además, para comprobar cómo ha evolucionado el Quatuor Diotima desde entonces (incluida la incorporación de Léo Marillier en el segundo violín; posición que en 2007 aún ocupaba Naaman Sluchin). Yun-Peng Zhao, que sigue como primer violín del Diotima, es uno de los músicos del cuarteto al que le he notado una mayor maduración, y así, frente al violinista tan directo e impetuoso que Zhao era hace quince años, ahora nos encontramos con un auténtico concertino, que no sólo marca el compás en numerosos pasajes, sino que busca, una y otra vez, con hondura y criterio, el silencio antes de cada movimiento, así como no deja de realzar cada pasaje en la arquitectura de estas obras, con su estructura y volumen sonoro más adecuados.
Junto a Yun-Peng Zhao, Léo Marillier tiene todo lo necesario para estabilizar el puesto de segundo violín en el Diotima: el que más ha cambiado desde la fundación del cuarteto, en 1996, permaneciendo únicamente de la plantilla original dos intérpretes tan exquisitos como el viola Franck Chevalier y Pierre Morlet, violonchelista que siempre muestra una afinación, un sentido de conjunto y una articulación primorosos en el repertorio tradicional. Son cuestiones en absoluto menores en una obra, la Große Fuge, que el Quatuor Diotima ha bordado en La Coruña a la altura de lo mejor, con una fuerza propia de un Cuarteto de Tokyo (RCA, 1991), así como con una sabiduría que apunta ya al último Alban Berg (EMI, 1989). No estamos, por tanto, ni ante instrumentos ni ante criterios historicistas, como los del Mosaïques (Naïve, 2016), sino ante una visión enfocada desde la contemporaneidad, que prima (sin renunciar al empaste y al halo romántico) la independencia de las cuatro voces, sus tensiones y esa estructura que no deja de avanzar, conquistando nuevas formas a cada paso, pues, como me decía Hugo Gómez-Chao —director artístico de RESIS— después del concierto, la Große Fuge es un verdadero compendio de las estructuras musicales de su época, llevadas a su extremo y hechas florecer con un grado de abstracción y personalidad que le confiere eso mismo que Stravinsky afirmaba de ella: su condición de absoluta modernidad intemporal.
Esa condición ya la ha adquirido, prácticamente desde su estreno en Melbourne, a cargo del Arditti Quartet, Grido (2001, rev. 2002), tercer y último cuarteto —hasta la fecha— de ese genio cuyo mismo periodo histórico tenemos el privilegio de compartir: un Helmut Lachenmann que en esta partitura, como, en general, desde Tanzsuite mit Deutschlandlied (1979-80), procede a un reencuentro con la tradición, a una reflexión sobre las formas, las energías y la asimilación, dentro de un lenguaje ya plenamente propio, de elementos del pasado que lo reformulen, enriqueciéndolo. Se trata, así pues —y en palabras que Lachenmann no se cansa de repetir—, ya no tanto de encontrar nuevos ruidos y sonidos, sino de encontrar nuevos contextos y de encontrar una nueva forma de escucha.
Esa escucha estará muy condicionada, a su vez, por cómo los intérpretes se hayan escuchado mutuamente: herencia del pensamiento de Luigi Nono en Lachenmann que asume un cuarteto, el Diotima, que con su propio nombre homenajea al compositor veneciano y que en Grido (como el JACK Quartet —junto con el Arditti, la terna de mejores cuartetos en esta página—) incorpora, como una consecuencia lógica en el desarrollo artístico de Lachenmann, esas auras procedentes de la tradición que resplandecen desde su comienzo hasta su final, conformando lo que Paul Griffiths califica como «melodía inmensamente lenta» que va del mi bemol en registro alto constelado en la génesis del cuarteto hasta el re bemol conclusivo en registro medio, atravesando toda una red de acordes y tonos aislados severamente erosionados, con pasajes de acusada tensión en sus compases intermedios, donde el ruido aparece.
En dichos compases nos encontramos con ecos de ésos que Lachenmann dice sus «años heroicos»: los de Air (1968-69), Kontrakadenz (1970-71), Accanto (1975-76) o Gran Torso (1971), cuarteto que da nombre a esta sección del Festival RESIS y que esperamos escuchar en próximas ediciones, dado el rotundo éxito de Grido el pasado 6 de mayo. Las técnicas extendidas más personales e inmediatamente reconocibles de Helmut Lachenmann, su sintaxis articulada por medio de la musique concrète instrumentale, ha deparado momentos en los instrumentos del Diotima realmente mágicos (concepto crucial en el pensamiento lachenmanniano), con su sobrepresión, roce del arco contra puente y clavijeros, o pizzicati extremos entre el cordal y el puente, entre otras formas de ataque cuya síntesis con las citadas estructuras armónicas produce la sensación de haber implosionado los últimos tres siglos de la historia de la música en una sola obra, provocando un salto cualitativo que podríamos considerar análogo al de los mismísimos últimos cuartetos de Beethoven; de ahí, lo pertinente de haber enlazado Große Fuge y Grido en continuidad, pues así se percibe con prístina claridad cómo ambas partituras son parte de una misma tradición, con su pensamiento estructural, creación de nuevas formas e incesante búsqueda de la belleza, algo que reiteradamente Lachenmann explica cuando habla de su propia música: belleza en estado puro.
Belleza, intensidad, trascendencia, contextos, escucha… son algunas de las palabras clave en el vocabulario de Helmut Lachenmann, así como han de serlo para cualquier músico que se adentre en sus partituras. La interpretación de Grido en La Coruña se ha beneficiado del trabajo previo del Quatuor Diotima con el propio Lachenmann, consiguiendo una perfección en directo difícilmente igualable: un momento genuinamente sublime que ha llevado al festival a su punto más alto. Así lo reconoció el público herculino, buena parte del mismo puesto en pie y ovacionando con «bravos» la interpretación de una música que clama por ganar presencia sobre nuestros escenarios. Tras una sexta edición de RESIS que, nuevamente, ha superado a la anterior, la del 2024 está llamada, para mantener tal progresión, a retos de un altísimo nivel que, es de suponer, tendrán como figura central a Luigi Nono, en el centenario de su nacimiento.
Paco Yáñez
(Fotos: Xurxo Gómez-Chao / Festival RESIS)