LA CORUÑA / Repóquer de maestros para Arxis Ensemble
La Coruña. Iglesia de las Capuchinas. 03-XII-2023. Arxis Ensemble. Obras de Haas, Gubaidulina, Scelsi, Saunders y Lachenmann.
Aunque los conciertos del ensemble gallego especializado en música contemporánea Arxis se nos ofrecen, a lo largo del año, con cuentagotas, de lo que ya no cabe duda es de que cada vez que nos acercamos a uno de ellos, dichas gotas destilan las más puras esencias musicales, como fue el caso el pasado 3 de diciembre en el programa que Arxis nos regaló en La Coruña de la mano de la Asociación Cultural AÏS.
Basta con ver el repóquer de compositores en cartel, para darse cuenta de que Arxis no rehúye el adentrarse en la música de los grandes maestros de la contemporaneidad, cuestión que no dejamos de reivindicar como clave para que un conjunto de música actual pueda no sólo pulir su técnica, sino alquitarar la musicalidad inherente a las partituras de tales creadores: los que han marcado las cimas estéticas de nuestro tiempo.
Para desgranar algunas de las claves de dicha excelencia, los músicos de Arxis nos relataron, antes del concierto, las cuestiones que ellos consideraban más relevantes en las cinco partituras que escucharíamos a continuación, interpretando ejemplos para dirigir nuestra atención durante el concierto: planteamiento siempre interesante para familiarizar al público con obras raramente escuchadas en vivo en España.
La primera de ellas fue Sayaka (2006), dúo para acordeón y percusión de Georg Friedrich Haas que, aunque de sonoridades próximas a su ópera Melancholia (2006-07), no acaba de ser lo más representativo de la estética del compositor austriaco, por cuanto los elementos microtonales no aparecen de forma explícita, sino a través de resonancias entre instrumentos de diferente afinación. La utilización de crótalos y glockenspiel resultará crucial para ampliar el registro armónico de la percusión (desde la marimba) y ascender a unas tesituras que, en el rango más agudo de dicho set, al ser atacados los crótalos con arco crean unas oscilaciones armónicas que, empastadas con los clústeres en registro agudo del acordeón, parecen resplandecer cual espectros microtonales, aunque se trate más de una ilusión acústica que de la propia escritura armónica.
Sea como fuere, dichos pasajes son los más bellos e interesantes de una partitura que reflexiona sobre la luz (tal es la traducción al castellano de su título), pues en otros compases Sayaka no acaba de funcionar como de Georg Friedrich Haas esperaríamos, incluyendo cierto efectismo en la percusión, y no será ello por la interpretación de Noè Rodrigo: excelente, como la de Nikola Tanasković, marcando dos personalidades bien diferenciadas en la existencia de esa luz a la que se refiere Sayaka, de fotones hiperactivos, luminosos y vibrantes, en la percusión; y de trazo suspendido y cálido, en el acordeón, por lo que la versión de Arxis ha ofrecido muy contrastados matices.
Ahora que, si de versión lograda hablamos, el punto álgido del concierto, a nivel interpretativo, lo marcó Nikola Tanasković con una versión portentosa de De Profundis (1978), una de las obras más impresionantes de Sofia Gubaidulina. Basada en el Salmo 130, De Profundis es una constante ascensión hacia la luz a través de los botones y registros del acordeón: todo un recorrido per aspera ad astra que atraviesa, en busca de la trascendencia religiosa, un tortuoso proceso de exploración del instrumento que va desde evocaciones del órgano (tanto en los clústeres en registro grave, que nos recordarán a Ligeti, como en las melodías cromáticas en registro agudo, tan deudoras de Messiaen) a ecos de la música popular tártara para bayán, pasando por unas improntas del lenguaje de vanguardia y de las técnicas extendidas que comprenden desde la activación de los botones con golpes de puño a glissandi de aire con el fuelle.
Como hace un año en su sobrecogedora versión de Melodia (1979), partitura para acordeón de Toshio Hosokawa, Nikola Tanasković nos ha vuelto a demostrar que Arxis tiene en el serbio a uno de sus mejores músicos, un intérprete de una solidez técnica y de una sensibilidad a la hora de profundizar en los elementos artísticos y expresivos de las partituras como rara vez se escucha en estos repertorios. La intensa ovación y los bravos que arrancó al público herculino fueron la mejor demostración de un momento musical realmente sublime, en el que todo funcionó a la perfección.
También a la perfección se entendieron los cuatro músicos de Arxis que desgranaron Tenebrae (2023), improvisación desarrollada sobre Manto III (1957), partitura para violista cantante de Giacinto Scelsi. En su improvisación, Arxis ha confiado lo que diríamos melodías cantadas al clarinete de Sergi Bayarri, mientras que la viola de Jacobo Díaz es el germen y pivote de la parca estructura armónica desde la que se va modulando Tenebrae, una improvisación que, en un estilo scelsiano de ley, se centra en un reducido espectro armónico sobre el que fluctuaciones dinámicas, cambios en el ataque y diversos matices cromáticos van variando una estructura que se informa de otra de las señas de identidad de Scelsi (forma presente en su propia firma): la circular.
De este modo, desde un núcleo seminal de viola y clarinete que remeda la dualidad cuerda/voz de Manto III, Tenebrae traza, por volumen de sonido y expansión armónica (muy ampliada en la percusión de láminas), todo un recorrido circular cuyo clímax, más que provocar un estallido, se repliega sobre sí mismo para regresar a los orígenes y completar esa circunferencia en Scelsi siempre deudora del pensamiento oriental. Soberbia improvisación, así pues, que tanto muestra el gran conocimiento del estilo scelsiano y sus claves estético-filosóficas como la afinidad de un conjunto, Arxis, que como el Festival RESIS viene reivindicando la obra de Scelsi como una de las contribuciones más importantes a nuestra contemporaneidad musical y al diálogo entre periodos históricos y culturas, pues la pervivencia de esos rumores del pasado, como cantos suspendidos en el tiempo entre generaciones, no es menor en Manto III.
Es por ello que aplaudimos el que se hayan enlazado, de forma consecutiva, Tenebrae y el estreno en España de Hauch II (2021), partitura para viola de la británica Rebecca Saunders en la que, del mismo modo, pareciera que melodías antiguas deambulasen suspendidas por el instrumento de Jacobo Díaz. Derivada de la pieza para violín solo Hauch (2018) y como aquélla, esta versión para viola es otro recorrido hacia la luz, lo que compacta el programa de Arxis Ensemble, si pensamos en las análogas reflexiones sobre la luz antes escuchadas en Sayaka, De Profundis y Tenebrae.
Hauch II nos abisma a un fulgor de matices, melodías intuidas, auras, sombras resplandecientes y oscuros brillos, llevando Saunders la viola a los límites del silencio: lienzo sobre el que perfila sus timbres y la sutil levedad de sus movimientos, con unos delicados glissandi por medio de los cuales Jacobo Díaz progresivamente desmaterializa las fantasmagorías melódicas nacidas en la cuerda grave de su instrumento hacia una evanescencia en las agudas. La enorme labor del violista abulense se refuerza por el gran dominio del arco que demuestra; hasta tal punto, que, aunque en Hauch II no se utilice sordina, su ataque tan medido nos ha dado la sensación de que la hubiera, reforzando esa proliferación de lirismo suspendido en la viola que conocemos a otros maestros contemporáneos de este instrumento, como Scelsi o Berio. El final de Hauch II en manos de Díaz ha sido una nueva demostración de limpieza en el ataque, afinación impecable y sonido que mantiene un brillo despojado de vibrato o cualquier caída de tensión, hasta su silencio conclusivo, rubricando otra versión de muchísimos quilates.
Una nueva y muy potente relación estética entre distintas generaciones es la que une a Rebecca Saunders con Helmut Lachenmann, compositor que debería estar presente con asiduidad sobre los atriles de cualquier ensemble de música contemporánea que se precie, y de quien Arxis interpretó Trio fluido (1966-68), una partitura que, pese a ser compuesta en pleno proceso de sistematización de la musique concrète instrumentale, aún no se apropia de ésta como método masivo de producción sonora.
Sin embargo, no por ello Trio fluido deja de mostrar tensiones en la evolución estilística de su creador, pues el propio Lachenmann habla de esta partitura como de aquélla en la que mató al padre musical, a un Luigi Nono (maestro de Lachenmann de 1958 a 1960) que le había impuesto la tajante prohibición de utilizar cualquier consonancia o recurso clásico en su música. Así, Lachenmann ha afirmado que Trio fluido es la consecuencia de tal prohibición, pues «cuando tienes elementos que te han sido prohibidos, cuando tu profesor te quiere prohibir algo, no le debes obedecer; de otro modo, estás perdido». Buscando rehuir tal condición epigonal, en Trio fluido el genio de Stuttgart disemina pequeños elementos de la tradición vetados por Nono, como el virtuosismo, la velocidad o la vitalidad (si bien, una «vitalidad muerta», afirma), convirtiéndose este trío para clarinete, viola y percusión en lo que Lachenmann define como una pieza de transición, pues en ella van desapareciendo elementos de su viejo lenguaje para dejar paso a la citada musique concrète instrumentale como modelo radicalmente propio.
Precisamente, con las obras más destacadas de la música concreta instrumental comparte Trio fluido el deseo de construir, con sus tres componentes, un metainstrumento, de forma que elementos del ataque tradicional, como el tremolo o el frullato, se transfieren de unos instrumentos a otros, confiriéndoles nuevas sonoridades. El uso de la marimba resulta paradigmático, pues ésta imita a la viola a medida que avanza la obra, abandonando su naturaleza percusiva para convertirse en un instrumento de sonoridades sostenidas, de crescendi, cantábiles y melodías, a través de técnicas como el roce de sus placas con mazas, arcos o varillas; mientras que, antitéticamente, la viola y el clarinete se convertirán en instrumentos percusivos, al abundar en pizzicati, col legno battuto o slaps. «Quería crear un nuevo instrumento que durante la propia música cambiase totalmente su forma», reconoce Lachenmann; de ahí, que el (meta)instrumento resultante en Trio fluido lo denominase «marimba-clarinete-viola», como una ontología sonora nueva y compartida.
En todo ello redundó la sobresaliente versión de Arxis Ensemble, de 17 minutos de duración, con un colosal Noè Rodrigo en la percusión anticipando lo que sería, décadas después, el fulgor rítmico de Grido (2001-2002). Frente al volcánico y tan extrovertido Rodrigo, Jacobo Díaz se muestra más introspectivo y recogido, en su poética viola; mientras que Sergi Bayarri se convierte en la bisagra perfecta, como el gran músico de ensemble que es, para empastar y hacer fluir, valga la redundancia, este Trio fluido con el que se cerró una matinal de música de cámara de auténtico triunfo: todo un repóquer de Arxis Ensemble.
Paco Yáñez
(Fotos: Xurxo Gómez-Chao)