LA CORUÑA / OSG: Un descarte, una genialidad y una relectura
La Coruña. Palacio de la Ópera. 25-XI-2021. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Giancarlo Guerrero. Obras de Mahler, Ravel y Richard Strauss/D. Wilson Ochoa.
Ya habitual en las temporadas de la Sinfónica de Galicia, el maestro costarricense Giancarlo Guerrero es una garantía de entusiasmo y bien hacer. Transmite aquel a músicos y audiencia y entrega, con este, excelentes versiones de la música que programa. Esta vez, además, llegaba con una propuesta especialmente interesante por la belleza de las obras que lo componían y lo poco transitado de algunas de ellas, pues solo la de Ravel es frecuente en las salas de concierto. Es verdad que Blumine quedó en su día descartada de la Primera sinfonía de Mahler —quizá mejor rematada, en efecto, sin ella, que en cierto modo dispersaba la atención al desarrollo de la obra completa— y casi de la producción completa de su autor, pero recuperaciones tan bien hechas como esta de ayer sirven para reivindicarla en la medida de lo posible.
Fue una lástima que no se ofreciera completa Ma Mère l’Oye de Ravel y más a la vista de lo bien que se tradujo la suite habitual, de la que se caen los interludios y la Danza de la rueca. Guerrero y la OSG revelaron con enorme cuidado toda la hermosura de la obra, trufada de las dificultades expresivas de lo que es, a la vez, sencillo y sofisticado. Entre todos llevaron tanta maravilla a ese buen puerto que es Le jardín féerique, una de las obras maestras de Ravel y de la historia toda de la música francesa y no francesa.
El que ha sido el estreno en Europa —la première tuvo lugar en 2011 en Nashville bajo la dirección del propio Guerrero— de la suite sinfónica elaborada por D. Wilson Ochoa — bibliotecario de la Sinfónica de Boston después de haberlo sido de la Sinfónica de Nashville— a partir de la ópera de Richard Strauss Ariadne auf Naxos —seis fragmentos de la versión de 1916 más el interludio de la de 1912— nos vuelve a poner en la tesitura de la pertinencia de este tipo de arreglos aunque ya Strauss, que no daba puntada sin hilo ni en lo artístico ni en lo económico, hizo o dejó hacer suites sinfónicas sobre sus óperas. Wilson Ochoa ha escrito que su idea fue la de crear una pieza orquestal que presentara y desarrollara los temas principales, manteniendo la instrumentación del original salvo el corno inglés en lugar de un segundo oboe, pues le servía muy bien para las transcripciones vocales. El primer y el último números —todos se desarrollan sin solución de continuidad— citan diversos temas orquestales y en el resto escuchamos el dúo de Zerbinetta y el Compositor —Ein Augenblick ist wenig ein Blick ist viel—, el aria de Zerbinetta —Eine Störrische zu trösten—, la obertura de la ópera dentro de la ópera —Ein Schönen war—, el soliloquio de Ariadna —Es gibt ein Reich— y, en el Finale, Gibt es kein Hinüber?, ya junto a Baco. Todo muy sabiamente armado.
Es un poco vano empeñarse en la imposibilidad de la sustitución plena de las voces por instrumentos solistas puesto que es evidente que así es, que no se puede. Lo que ha hecho Wilson Ochoa con pericia es mantener el estilo, tejer una trama que no pide atención a la narrativa sino a la cita y a su vuelo y dejar que cada espectador decida si le parece bien o no. En todo caso, ya sabemos, es música para una formación no muy nutrida en la que debe escucharse todo y todos deben escucharse, en la que la atención extrema cobra dividendos y el exceso se paga. Lo que quiere decir que para que el experimento funcione hace falta una buena orquesta que, como la OSG, sepa responder a la llamada del virtuosismo individual. Giancarlo Guerrero, que sin duda cree en la partitura, la expuso con lirismo y con su punto de emoción —no tanta como con voces, naturalmente—, manteniendo siempre el genuino sabor straussiano que destila y con una claridad puesta al servicio de esa necesaria lógica interna que al oyente medianamente avisado le llega de esas citas que le remiten a un original que, a pesar del respeto, de lo entretenida que resulta la escucha, no necesita de transcripciones ni de arreglos para afirmar su genialidad. Dicho lo cual, este está muy bien y se sigue con sumo agrado.
Luis Suñén
(Foto: Lukasz Rajchert)