LA CORUÑA/ OSG: Sinaiski y Varvara en la epidermis
La Coruña. Palacio de la Ópera. 21-IV-2023. Orquesta Sinfónica de Galicia. Varvara, piano. Director: Vasili Sinaiski. Obras de Prokofiev y Chaikovski
No creo que pase a la historia de la Orquesta Sinfónica de Galicia este concierto en el que se ha puesto a su frente el ruso Vasili Sinaiski (Abez, 1947), veterano curtido en la Filarmónica de Moscú, el Bolshoi, la Filarmónica de la BBC o la Sinfónica de Malmoe y ahora titular en la Filarmónica Janácek de Ostrava. Es maestro de gesto más bien etéreo, sin batuta, de buena figura y agilidad en el podio. También, por lo visto y escuchado el viernes en su lectura de la Sexta Sinfonía de Chaikovski, poco dado a honduras, a ir más allá de la letra y, por lo mismo, epidérmico, lo que en obra como esa es difícilmente perdonable. Y es que la Patética, además de ser una obra maestra donde las haya, cuenta una historia, es el desahogo de un creador en un momento crucial de su vida, representa su relación con una realidad compleja. Por eso, todo lo que no nos conduzca a esa situación es un intento fallido, aunque también pueda ser que ni siquiera haya intento: basta con hacer aquello que se supone que satisfará a la parte menos exigente, aunque no menos respetable, del público para cubrir el expediente sin mayores problemas. Y eso sucedió ayer, desde la primera nota hasta la última. La OSG cumplió —las maderas de modo muy destacado, con los dos fagotes en cabeza— porque es una orquesta que sabe perfectamente lo que tiene que hacer, pero no hubo ni un solo momento de verdadera tensión —no basta con pedirle a los metales que hagan un forte bien forte— y cualquier carga emocional brilló por su ausencia. Por eso, que quedara más o menos correcto el Allegro molto vivace importó más bien poco: no íbamos a ninguna parte. La llegada a ese destino, sin embargo, arrancó largas ovaciones del público y de la propia orquesta. No hemos venido al mundo a sufrir, así que enhorabuena a los agraciados.
En la primera parte, Sinaiski ya mostró sus credenciales en un Concierto nº 3 de Prokofiev que abordó sin esa energía propia del autor en los años en los que lo escribió y sin destacar especialmente ese fraseo tan suyo que puntúa determinados momentos del discurso orquestal. Tampoco la solista, Varvara, no se sabe si contagiada del director o por propio concepto, animó demasiado el devenir de una música que pide mucho más compromiso. Salvó los escollos técnicos tranquilamente, demasiado tranquilamente, de manera que esa fogosidad que se le supone a su parte quedó aquí relegada a la demostración de una lectura técnicamente impoluta, suave y sin aristas. El éxito fue perfectamente descriptible, pero como antes un encore se daba por aclamación y ahora viene de serie la pianista rusa ofreció como tal un algo desmayado —lo que no le va mal a la pieza— Nocturno op. 10 nº 1 de Chaikovski.
Luis Suñén
(arriba: un momento de los ensayos del concierto – OSG)