LA CORUÑA / Magistral lección bruckneriana de Dima Slobodeniouk con la Sinfónica de Galicia
La Coruña. Palacio de la Ópera. 5-IV-2024. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Dima Slobodeniouk. Bruckner: Sinfonía nº 3 (Versión Nowak, 1889).
Con el tiempo y gracias a sus directores titulares y a algunos de los mejores entre sus invitados, la Orquesta Sinfónica de Galicia ha adquirido una inequívoca pátina bruckneriana. Esta misma temporada nos ofrecía, dirigida por Juanjo Mena, una magnífica Novena y ahora ha vuelto a sentar cátedra junto a Dima Slobodeniouk con una deslumbrante Tercera.
Slobodeniouk se mostró como el maestro que es —venía de dirigir a la Sinfónica de Boston y tiene en su agenda de las próximas semanas a la Tonhalle de Zúrich, la Sinfónica de Viena o la Orquesta de la Radio de Berlín—, con la madurez —cumple cincuenta el año próximo— en puertas y estas bien abiertas. Hablar de control absoluto de la situación sonaría muy mecánico si ese control no hubiera estado matizado, como lo estuvo, por una muy inteligente intención lectora, por una expresividad de muchos quilates, sostenida en una extraordinaria técnica de batuta y en una seguridad plena en la propia idea rectora, evidentes ambos aspectos en una gestualidad que surgía siempre natural.
Fue un Bruckner en su justo lugar ahora que estamos empezando a ver una suerte de desespiritualización, si se me permite, del compositor de Ansfelden. La Tercera propone una vía menos trascendental entre comillas, tiene sus episodios en los que se baja a la tierra —los tríos del Scherzo, dichos aquí con una naturalidad casi festiva en medio de una intensidad que recordaba al tiempo homónimo de la Novena. Pero esa trascendencia aparece donde debe, es decir, muy claramente en el primer movimiento y con evidencia prístina en el Adagio, que sería uno de los puntos culminantes de la sesión, con Slobodeniouk sin batuta en una suerte de —volvemos sobre ello— sempre espressivo. Magnífico el progresivo cambio de tempo, la intensidad creciente antes de la vuelta del tema principal hacia la conclusión. Y, para rematar, un Finale de una coherencia plena con el concepto general, en el que el equilibrio dinámico sirvió para alcanzar esa plenitud en la que se funden la inspiración y la retórica propias del autor.
La OSG —con Daniel Vlashi como concertino invitado— respondió maravillosamente, con toda naturalidad y sin agobio alguno, a la idea de un maestro a quien conoce a la perfección, como él a ella. Aquí todos saben el terreno que pisan y se nota. Como ejemplo esta vez, el trompeta Manuel Fernández Álvarez, que cumplió espléndidamente el impagable papel de hacer que todo comenzara como es debido. Y junto a él la trompa Marta Montes, la flauta Claudia Walker-Moore, la oboe Carolina Rodríguez Canosa y el timbalero Fernando Llopis.
Luis Suñén