LA CORUÑA / La técnica como expresión

La Coruña. Coliseum. 5-II-2021. Viviane Hagner, violín. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Alexander Liebreich. Obras de Berg y Schumann.
A la espera de cuándo pueda al fin volver al Palacio de la Ópera, con el Coliseum vacío a causa de los rigores de la pandemia, la Orquesta Sinfónica de Galicia ha optado por servir sus conciertos a su público a través del directo en YouTube. Mediante para ello la sabiduría realizadora de Antonio Cid, quien tanto tiene que ver en el éxito deslumbrante de su archivo de conciertos en internet, algunos de los cuales ronda los cinco millones de visualizaciones. La formación coruñesa sabe muy bien que en circunstancias como la que vivimos hay que mantener la conexión con sus abonados mientras no lleguen tiempos mejores.
Esta vez hubo que cambiar el programa —la Tercera de Bruckner por la Primera de Schumann— y el director previsto, Karl-Heinz Steffens, que fue sustituido por Alexander Liebreich, titular de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Praga. El maestro de Ratisbona demostró excelentes maneras en el siempre complejo universo schumanniano, entendido desde la solidez constructiva, el equilibrio, la buena gradación en las dinámicas y apoyado en una orquesta que volvió a lucir la calidad que atesora.
Curiosamente, sin embargo, donde mejores maneras demostró Liebreich fue, a mi entender, en el acompañamiento a Viviane Hagner en el Concierto para violín “a la memoria de un ángel” de Alban Berg, cuidadoso al máximo, sabedor el maestro de que si la solista debía trabajar a destajo no menos la orquesta —con unos clarinetes extraordinarios en esa suerte de coral que les corresponde en el segundo movimiento—, obligados todos a una concentración máxima en una partitura que no da respiro, tampoco al oyente.
La violinista alemana demostró ser artista de muchísimos quilates, con bello sonido, técnica irreprochable y, sobre todo, una asunción de su papel extraordinariamente inteligente, navegando por la hondísima página con la aguja de marear siempre a punto. La pieza de Berg exige una expresividad especialísima, sacar el máximo partido a una propuesta emocional que circula siempre entre el relato y sus consecuencias, la historia y el sentimiento, en una intimidad que nace del adecuado uso de un lenguaje virtuosístico —incluidas esas como cadenzas que son en realidad acentuaciones del discurso— puesto siempre al servicio de una intención que es a la vez evocación y drama, consciencia de una pérdida revelada por medios estrictamente musicales. Hagner lo entendió desde el principio, Liebreich y la OSG con no menor énfasis y por eso vimos y escuchamos una versión de altísima calidad.
Luis Suñén