LA CORUÑA / La OSG dice adiós a un gran maestro

La Coruña. Palacio de la Ópera. 10-VI-2022. Seong-Jin Cho, piano. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Dima Slobodeniouk. Obras de Stravinsky, Mozart y Brahms.

Los dos conciertos de abono de esta semana suponen la despedida de Dima Slobodeniouk como titular de la Orquesta Sinfónica de Galicia. El público, muy consciente del momento, le ovacionó con intensidad al principio y, sobre todo, al final de la sesión del jueves, a la que asistió este crítico. Mucha emoción y un homenaje más que merecido a un maestro que ha hecho historia entre nosotros.

Se abrió el programa con una impecable versión de las Sinfonías para instrumentos de viento de Stravinsky en la que las correspondientes secciones de la orquesta mostraron su clase y Slobodeniouk la suya en un ejercicio magistral de control rítmico. A partir de ese control surgió la hondura de una pieza que muestra el genio de su autor desde una elocuente desnudez. Y se cerró con una Primera de Brahms que se diría vivida compás a compás, arriesgada —de hecho el arranque resultaría algo desordenado—, en la que pareciera jugarse en cada nota un muy serio planteamiento expresivo.

Tras esa introducción siempre difícil el discurso adquirió un vuelo nada autocomplaciente, que supo ser poético en los dos movimientos centrales, sostenidos en la estupenda prestación de maderas y concertino para desembocar en un magnífico Finale. Las trompas cumplieron sin problemas en el coral y todo desembocó, con una doble lógica formal y expresiva, en una coda triunfal. Fue un muy ilustrador ejercicio de trabajo conjunto, de cómo el concierto es, a fin de cuentas, el desenlace de cualquier planteamiento previo, en el ensayo para los músicos, en sus propias referencias para el oyente.

El joven coreano Seong-Jin Cho es, todavía en la veintena, uno de los grandes pianistas de hoy, como ya había tenido ocasión de comprobar el público coruñés en ocasión anterior. Mozart le va como anillo al dedo y su versión del Concierto K. 488 fue simplemente ejemplar. Su sonido es precioso, la elegancia del discurso de una asombrosa madurez y su sentido del legato roza el milagro. Slobodeniouk y la OSG acompañaron estupendamente y el solista ofreció como encore una página haendeliana divinamente tocada.

Luis Suñén