LA CORUÑA / Dos artistas: Jaime Martín y Pablo Ferrández
La Coruña. Palacio de la Ópera. 15-X-2021. Pablo Ferrández, violonchelo. Orquesta Sinfónica de Galicia. Director: Jaime Martín. Obras de Fanny Mendelssohn, Chaikovski y Felix Mendelssohn.
El segundo programa de abono de la OSG, con el Palacio de la Ópera al total de su capacidad aún pandémica, reunía a dos artistas españoles en plena forma. Jaime Martín, tras haber sido un gran flautista, se ha hecho definitivamente un nombre en el panorama de la dirección orquestal por el mundo adelante mientras Pablo Ferrández, recién ingresado en la treintena y a partir de ganar un ICMA al más destacado artista joven en 2016, se nos ha ido revelando como uno de los grandes violonchelistas del presente.
Abrió velada la Obertura en Do mayor de Fanny Mendelssohn, una obra elegante y vivaz, escrita por la compositora a sus veintisiete años, que muestra las lógicas influencias —guiños también por su parte— de —y a— Beethoven y su hermano Felix y que debiera sin mayores problemas entrar en ese repertorio orquestal romántico que a veces se estrecha tan en exceso. Y la cerró Felix Mendelssohn con su Quinta sinfonía, esa pieza irregular, un poco rara, sin la precisión de la Cuarta ni la buena literatura de la Tercera, que nos lleva de la sutileza del Amén de Dresde del casi inicio a una conclusión demasiado bombástica con las estaciones intermedias de un gracioso Allegro vivace, un suave Andante y, eso sí, un sorprendente inicio del coral del Finale en el que las maderas de la OSG hicieron maravillas. De ambas piezas el maestro cántabro trazó versiones intensas, de estupenda construcción general pero cuidadas también en el detalle, todo con esa gestualidad tan suya y tan atrayente —iba a decir divertida— para el público.
Por su parte, Pablo Ferrández hizo unas Variaciones rococó de Chaikovski, repletas de virtuosismo pero también de elegancia, pues el madrileño anda tan sobrado de técnica como dotado de una expresividad que sabe arriesgar casi al límite. En las cadencias pareció gustarse de veras y en ellas lució muy especialmente su maravilloso stradivarius Lord Aylesford, quizá uno de los instrumentos de más bello sonido de cuantos andan hoy por las salas de conciertos. Martín acompañó con sumo cuidado, con delicadeza extrema, y los dos firmaron con la OSG una versión de esas que, de estar en un disco, llamaríamos de referencia.
Luis Suñén