La chica de Ipanema (en recuerdo de Astrud Gilberto)
El pasado lunes, 5 de junio, falleció a los 83 años la cantante brasileña Astrud Gilberto, considerada la reina de la bossa nova. La recordamos a través de un artículo que Santiago Martín Bermúdez publicó en 2010 en el blog de Scherzo, donde evoca el nacimiento del que fue su más inolvidable éxito, Garota de Ipanema (La chica de Ipanema).
Olha que coisa mais linda, mais cheia de graça
É ela a menina que vem e que passa
Num doce balanço caminho do mar.
Las personas que se reunieron en cierto estudio de Nueva York un par de días de marzo de 1963 eran gente de talento, gente interesante, verdaderos artistas. Estaban convencidos de que iban a hacer algo bueno, algo digno. No podían saber que estaban provocando un milagro. La grabación de Garota de Ipanema para el sello Verve en aquellos días de finales del invierno de 1963 se iba a convertir en uno de los milagros de la historia del sonido grabado. Y de la música en general, caramba, permítanme que así lo afirme, no creo que sea demasiado exagerado. No escatimemos el número de milagros, hay muchos. Pero señalemos como tales los verdaderos milagros, no la quincalla, ¿de acuerdo? Bueno, pues yo diría que Garota de Ipanema es uno de esos milagros.
Dos compinches, Vinicius de Moraes y Tom Jobim, habían compuesto un año antes la canción. Tenía destino teatral. No es cierto que lo inspirara una muchacha que pasaba por allí camino del mar. Más bien ellos lo adaptaron a la chica que pasaba: ese ostinato métrico que evoca el andar de la muchacha, la voz doliente, aguda y melancólica de Jobim, el punteo de la guitarra, la melancolía de la letra, que celebra la belleza y lamenta su distancia, su ausencia, su pérdida…
Pero en marzo de 1963 se juntaron varios talentos más. A la letra de Vinicius y la música de Jobim se unieron los talentos de Joao Gilberto y Stan Getz, nada menos. Y a alguien se le había ocurrido que una parte de la grabación consistiera en la misma canción, pero cantada en inglés; de esta nueva letra se ocupó Norman Gimbel. Y ahí surgió una nueva voz, que ni siquiera está en los créditos, la de Astrud Gilberto, que era la esposa de Joao en ese momento y cuyo timbre aterciopelado era como una caricia, como un susurro, y que desde entonces dio mucha guerra musical. Jobim, al piano; Joao y Astrud en la voz; y por fin Stan Getz en el saxo tenor… Todos ellos se suceden en la línea cantabile a lo largo del corte en uno de esos milagros, sí, que a veces se dan en estos mundos de lo musical y lo grabado. La musicalidad de cada uno de ellos es incuestionable. Como lo es la de la bossa nova como fenómeno equiparable al jazz. Precisamente, el disco de Verve del que este corte formaba parte de un intento reciente de hermanar jazz y bossa nova. No era el primer disco en que gente como Stan Getz “se iba a Brasil”. Y, en fin, esa musicalidad está viva en viejas canciones que todo el mundo vuelve a cantar, a presentar, a grabar, a “versionar”: Garota de Ipanema, Corcovado, Desafinado, Tomara, Aguas de março, Eu sei que vou te amar, Manhà de Carnaval, y muchísimos más, hasta llegar a la generación posterior, la de Chico Buarque y Toquinho. Pero eso es otra historia. De momento, nos quedamos con el milagro de Garota de Ipanema. Un milagro que se produjo… ¿por qué? Ojo a la posible causa:
O mundo inteirinho se enche de graça
E fica mais lindo por causa do amor
Ahí les dejo a ustedes, en compañía de Astrud y de Tom.
Santiago Martín Bermúdez