TÁR: la batuta de la discordia

Se estrena en España TÁR, la película de Todd Field con una magnífica Cate Blanchett interpretando a una polémica directora de orquesta
En Prova d’orchestra, un falso documental de Federico Fellini de 1979, la punzante mirada del cineasta de Rimini coloca en el podio de una orquesta ficticia a un director alemán de trato insufrible. Venía a exponer Fellini en poco más de una hora hasta qué punto ese grupo de locos con instrumentos conformaba un reflejo de la sociedad y la política italianas, entre la miseria y la incandescencia. Era inevitable recordar en ese punto aquellos gritos desaforados de Arturo Toscanini en la grabación de La traviata con la NBC Symphony Orchestra de 1946: “Contrabassi! Testa d’asino! You have no ears!”. Aunque los tiempos han cambiado, aquel “cabeza de burro” era la fórmula equivalente, décadas atrás, de una de las frases más directas, certeras y concisas de la película TÁR (Todd Field, 2022): “Una orquesta no es una democracia”.
La de Fellini era una idea bella pero un tanto parvularia: la orquesta no es una representación fiel de la sociedad. De hecho, en pocos lugares tiene mayor importancia la jerarquía y mayor sentido el término ‘élite’. Los códigos en el mundo de la orquesta están bien establecidos y mejor respetados: quién se levanta primero a saludar, cuántas veces, quién pasa la página en la partitura del atril, quién anuncia el final del ensayo, cómo se producen los ascensos. Y en cuanto hay una jerarquía establecida, aparece el poder y su influjo. TÁR, la nueva película del director Todd Field, trata del uso del poder y de las arenas movedizas a su alrededor. Es un relato sobrecogedor que plantea un viaje al inframundo por parte de su protagonista, una directora de orquesta de élite. El enfoque de la película —que no rehúye temas como el #MeToo o la visión de género— ha despertado una encendida polémica a su alrededor, coincidiendo con su estreno en España y el inicio de su carrera hacia los Oscar.
Retratista de lo oscuro
El perfil del responsable de la película, Todd Field, no es un perfil al uso. El director saltó a la fama por su trabajo como actor en uno de los papeles más llamativos de la última filmografía de Stanley Kubrick, el del pianista de Eyes Wide Shut. Su debut tras las cámaras llegó con la sorprendente In the Bedroom (2001, Premio Especial del Jurado del Festival de Sundance y cinco nominaciones al Óscar), para dirigir luego un capítulo de la fascinante y sórdida Carnivàle y consolidarse con un segundo largometraje (Little Children, 2006). TÁR es su regreso tras un silencio que se ha prolongado más de quince años. Todd Field trama en su nueva película el retrato de la ‘catábasis’ de Lydia Tár, una directora de orquesta de talento incuestionable que ha de enfrentarse a los demonios confusos que ha ido creando en su ascenso a la cima, en la sociedad de lo políticamente correcto, las fake news, los policías de balcón y la dictadura de las redes sociales. Lydia Tár no es en ningún caso un personaje inocente, pero Field propone un laberinto lúcido por el que transita la protagonista hasta descubrir que no hay minotauro que la absuelva: ella es el propio monstruo.
Todd Field trama en su nueva película el retrato de la ‘catábasis’ de Lydia Tár, una directora de orquesta de talento incuestionable que ha de enfrentarse a los demonios confusos que ha ido creando en su ascenso a la cima
Con un lenguaje cinematográfico extraordinariamente depurado y sin olvidar algunas de las recurrencias artísticas que definen la carrera de Field, la película se sostiene sobre un guion detallista, un marco referencial gigantesco y, sobre todo, una actriz que no abandona la pantalla durante las casi tres horas de metraje. Es una de las marcas de la casa, el uso de actrices capaces de cargar con el peso de situaciones fronterizas, como Sissy Spacek en In the Bedroom, Kate Winslet en Little Children o Cate Blanchett ahora en TÁR. La película se estrenó en Estados Unidos el 7 de octubre de 2022 con un resultado en taquilla poco relevante (apenas cinco millones de euros de recaudación), aunque un recorrido en premios importante, principalmente para Blanchett, que ha ganado entre otros el premio a mejor actriz en los Golden Globe Awards, la antesala de los Óscar.
Más polémica que espectadores
Pero ¿dónde puede saltar la polémica en una película sobre música clásica? Lydia Tár, la protagonista, es además de directora de orquesta, lesbiana, madre y una tirana, utilizando ese poder de forma explícita para sus propios fines. El guion es un espejo refractario sobre las políticas de cancelación preventiva y parte del pensamiento más restrictivo derivado del #MeToo. Tras llevarse Cate Blanchett la Coppa Volpi a la mejor actriz en la Mostra de Venecia, algunos periodistas comenzaron a preguntarle por el mensaje que transmitía en cuestión de género, situando a una mujer como protagonista de una larga cadena de abusos.
Aunque Cate Blanchett respondió en términos neutros (“la película reflexiona sobre el poder con independencia del género”), la construcción superficial del personaje de Tár ha despertado nuevas controversias al tener muchas concomitancias con una de las directoras de orquesta con más recorrido de nuestro tiempo, Marin Alsop. La norteamericana fue discípula de Leonard Bernstein y hoy en día dirige orquestas de primer nivel. Es lesbiana, está casada con una mujer que pertenece a una de las orquestas de las que fue titular, es madre y fundadora de la Taki Alsop Conducting Fellowship, una fundación que convoca becas para ayudar a otras mujeres directoras a que tengan las mismas oportunidades. Todos esos puntos son compartidos con Lydia Tár, el personaje ficticio de la película. El crítico musical del New York Times, Zachary Woolfe, fue uno de los primeros en caer en la cuenta de la larga serie de paralelismos.
En unas declaraciones a The Times del 8 de enero, Marin Alsop se mostraba muy crítica con la película, y no solo por las sinergias superficiales con su propia vida. “Estoy ofendida con TÁR como mujer, como directora y como lesbiana”, explicaba. “Hay tantos hombres, hombres reales y documentados, en los que esta película podría haberse basado… Pero, en cambio, pone a una mujer en el papel y le da todos los atributos de este tipo de hombres. Asumir que las mujeres se comportarán de manera idéntica (…) es perpetuar algo que ya hemos visto en películas muchas veces antes”, concluía Alsop.
A partir de ahí el cruce de declaraciones entre todos los encausados ha sido continuo, generando una publicidad inesperada alrededor del estreno en Europa de la película. Cate Blanchett contestó pocos días después en una entrevista en la BBC Radio 4, defendiendo que la naturaleza corruptora del poder no hubiese quedado retratada con tanto matiz si se hubiera colocado a un hombre en el centro. “Entendemos perfectamente lo que puede parecer, pero el poder es una fuerza corruptora sin importar el género. Y creo que nos afecta a todos”, rebatía la actriz australiana.
En el mismo sentido respondía Todd Field al comentario de Alsop de que la película era ‘anti-feminista’. Field explicaba que el hecho de que no haya directoras al frente de orquestas alemanas es algo que le preocupa, al igual que tampoco las encontremos al frente de ninguna de las Big Five americanas. “Eso convierte la película en un cuento de hadas —especificaba—, (…) pero, de nuevo, es que no trata de eso. Trata sobre el poder, (…) y, con suerte, al hacer que este personaje no sea un hombre, se puede brindar la oportunidad de ver el poder por lo que es: algo que acaba corrompiendo a cualquiera que lo toca”.
En los últimos días, a medida que TÁR ha ganado presencia en los medios, otros puntos de vista han ido aflorando. Natalie Murray Beale, directora de orquesta australiana y preparadora de Cate Blanchett, cree que el protagonismo femenino permite normalizar la idea de una mujer admirada por los hombres y altamente cualificada. “La falta de visibilidad de las directoras es el verdadero problema. Así que fue emocionante darme cuenta de que esta película se verá en todo el mundo, particularmente en lugares donde las mujeres nunca se muestran en roles tan autoritarios”, explica Murray Beale. Hasta el propio Scorsese ha metido baza desde Venecia: “Esta película es una salvación para el mundo del cine en general”. ¶
Mario Muñoz Carrasco
Años de sequía
El peligro de TÁR, bien intuido por Marin Alsop, radica en la verosimilitud del retrato: Lydia Tár huele a realidad en un páramo donde apenas encontramos películas sobre una temática tan específica. Para conseguirlo, Field se ha rodeado de personajes reales (como Adam Gopnik, el entrevistador del New Yorker) y de una reconstrucción muy compacta de los ambientes, donde aparecen retratadas instituciones, sindicatos, agencias, asistentes e instrumentistas. Tampoco se eluden nombres polémicos, cono Wilhelm Furtwängler, Charles Dutoit, James Levine o Plácido Domingo. ¿Será TÁR el único referente cinematográfico para el mundo de la música clásica?
Durante la última década algunas películas han intentado acercarse al mundo musical con dispar ambición temática. De Dirigent (2018, Maria Peters) es un largometraje neerlandés que revisa la figura de una pionera, Antonia Brico, también citada en TÁR. Lo acomodaticio del relato y su corrección política lo alejan como referencia del género. The Conductor (2021, Bernadette Wegenstein) usa el formato documental para elaborar una panorámica sobre la propia Marin Alsop, en un ejercicio cinematográfico sin apenas vuelo lírico y una narrativa heroica en exceso convencional.
La serie Mozart in the Jungle (2014, VV.AA.), basada en el libro de Blair Tindall, incluía el gancho de Gael García Bernal interpretando informalmente a una versión televisiva de Gustavo Dudamel, al frente de la NYSO. Su formato de comedia mainstream la alejó de un ejercicio crítico más profundo sobre el mundo de las orquestas.
Tal vez el mejor acercamiento al mundo de la élite musical, aunque no sea estrictamente a la música clásica, sea una película de ese mismo año, Whiplash (2014, Damien Chazelle), donde un joven percusionista de jazz ha de sobrevivir a la búsqueda del límite personal de exigencia en una escuela remedo de la Juilliard School. Abismos, genialidad, entrega y obsesión. Un doloroso y seductor cóctel que comparte, fotograma tras fotograma, con TÁR. ¶
Mario Muñoz Carrasco
[Fotos: Focus Features]
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