Konstantin Krimmel: “Empiezo a plantearme si se debe aceptar todo lo que te ofrecen”
Konstantin Krimmel (Ulm, 1993), acompañado por el pianista Ammiel Bushakevitz, debutará el próximo lunes, 30 de enero, en lo que ya se ha convertido en una especie de parnaso liederista: el ciclo del madrileño Teatro de la Zarzuela. Lo hará cantando Schumann y Wolf. A sus 29 años, este joven barítono alemán está causando sensación entre los amantes del repertorio. Él reconoce que es su hábitat natural, pero lo mismo canta lied que ópera o concierto. Para muestra, un botón: charlamos con él al final uno de los ensayos que la Orquesta Nacional de España lleva a cabo para el oratorio Elías de Mendelssohn. Ha aterrizado el día anterior en la capital de España, a la que ha volado desde Leipzig, donde ha cantado en la Thomaskirche de Leipzig el Oratorio de Navidad de Bach. La semana anterior ha hecho cuatro funciones de la Flauta mágica (Papageno) de Mozart en Múnich. Y, nada más acabar en Madrid, tomará un avión rumbo a Canadá, donde le espera otro Oratorio de Navidad, esta vez bajo la dirección de Leonardo García Alarcón. Barroco, Clasicismo, Romanticismo, de nuevo Barroco… No cabe mayor versatilidad.
Esta es su segunda visita a Madrid. El pasado mes de abril, junto al Cuarteto Cosmos, cantó en la Sala de cámara del Auditorio Nacional el Notturno op. 47 de Othmar Schoeck. ¿Qué recuerda de aquel día?
Fue un gran concierto, en una sala con una magnífica acústica y con mucho público. Schoeck es difícil incluso para los germanohablantes debido a los textos. Lo que me llamó mucho la atención es la pasión que el público español siente por el lied. Ahí está el ciclo del Teatro de la Zarzuela, pero también está la Schubertíada. Que haya tantos recitales en España con canciones alemanas y que sean tan bien acogidos por el público es algo que me emociona. ¡Es una locura! Uno de los principales ciclos de lied de Europa, si no el más importante de todos ellos, se hace aquí. Me refiero al del Teatro de la Zarzuela, en el que debutaré próximamente.
Ese ciclo al que se refiere nació hace 29 años, que es justo la edad que usted tiene ahora. Qué coincidencia, ¿no?
Igual es el destino. Ves los nombres de los grandes especialistas en lied que han pasado por el ciclo en los últimos años, y te impresiona la lista, porque prácticamente no falta nadie.
Se dice que no pocos jóvenes cantantes que han pasado por el ciclo han sentido la presión por el debut. ¿La va a sentir usted?
Siempre hay algo de nervios cuando llegas por primera vez a una cita tan importante como esta. Pero realmente me entusiasma el reto. El día anterior al concierto en el Auditorio Nacional del que hablábamos antes, debutaba en el Teatro de la Zarzuela Katharina Konradi, acompañada por Malcolm Martineau, y no quise perdérmelo. ¡Impresionante, lo digo una vez más! El teatro, precioso, estaba lleno, el público escuchó el recital con un silencio reverencial… Me pongo a pensar en si hay algún sitio así en Alemania y llego a la conclusión de que no lo hay. Hay, por supuesto, sitios emblemáticos, pero el ambiente que se vive en España cuando se trata de lied me deja perplejo. Sé que va a ser para mí un momento especial cuando debute en La Zarzuela el 30 de enero. Y un gran honor.
Bach, Mozart, Mendelssohn, Bach de nuevo… Todo ello, en menos de un mes. Creo que eso da una idea aquilatada de su facilidad para afrontar diferentes repertorios.
Son cosas muy distintas entre sí, efectivamente, y en muy poco tiempo.
La versatilidad es una virtud, pero imagino que habrá momentos, en este ritmo frenético que lleva, que no serán fáciles de sobrellevar.
A veces noto que me falta algo de tiempo para mí. Ensayas, cantas, viajas, vuelves a ensayar, vuelves a cantar, vuelves a viajar… Y no paras. No obstante, se lo digo con sinceridad, estoy muy contento de que mi carrera transcurra a esta velocidad. Y, la verdad, ya me he acostumbrado a saltar de un repertorio a otro de manera tan vertiginosa.
Cuando uno es joven, lo aguanta todo.
Casi todo. Pero ya le digo que a veces es complicado, sobre todo, cuando llegan fechas tan señaladas como la Navidad y estás lejos de la familia. Además, en esa época del año suele hacer frío y has de tener un cuidado extremo para no enfriarte: que la garganta no responda debido a un descuido es lo peor que le puede pasar a un cantante. Como dice usted, soy joven, sí, pero estoy justo en esa fase de la carrera en la que te empiezas a plantear si debes aceptar todo lo que te ofrecen. Mantener este ritmo es posible únicamente si no sufres contratiempos. Pero al final siempre aparece alguno, es inevitable.
¿Quién será el que le diga, llegado el momento, lo de “frena”? ¿Su cabeza, su cuerpo, su voz, alguna persona cercana a usted…?
Mi cabeza, mi esposa, mi agente… Tengo a mi alrededor un pequeño grupo de gente que me conoce bien y que me cuida. Y eso es muy bueno, porque a veces te exiges a ti mismo demasiado sin darte cuenta. Si me ofrecen un Elías, como este de la Orquesta Nacional de España, obviamente no puedo decir que no. Y si me llaman para cantar Bach, tampoco puedo rechazarlo. Desde fuera, las cosas se ven mejor, así que, en ese sentido, estoy tranquilo, porque estoy bien rodeado. Soy muy consciente de que mantener este ritmo tanto tiempo al final puede acabar con uno.
Pero a usted, como decimos en España, le va la marcha, porque en 2018 participó en siete concursos de canto y en 2019, en dos más. Dicho sea de paso: de los nueve, ganó siete.
Fue una etapa loca en mi vida. Una vez que te metes en esa rueda, es difícil salir de ella. Concursas, viajas de un país a otro, unas veces en avión y otras por carretera… Pero sientes que estás cantando bien y que te acompañan los éxitos, por lo que quieres más y más. Ganar concursos es siempre un empujón importante para un cantante que está empezando. Sin embargo, me di cuenta de cuándo tenía que decir “basta”. Los concursos son un reto en todos los aspectos, incluido el corporal, porque si tu cuerpo no está en condiciones la cosa se complica mucho.
¿Tan necesarios son los concursos para los jóvenes?
Sí, sin duda. Más ahora que en el pasado. Son una gran ayuda. Todos los grandes cantantes han pasado por algún concurso; si les ido bien, han despegado. Lo bueno de los concursos de ahora es que la mayor parte de ellos se transmiten en streaming a todo el mundo, lo cual te proporciona visibilidad. yo estaba participando en mi segundo concurso y, antes de las rondas finales, recibí una llamada desde España. Era Victor Medem, director de la Schubertíada. “Te estoy viendo y me da igual lo lejos que llegues en el concurso, pero quiero que vengas a cantar aquí lo antes posible”, me dijo. Y así fue como se gestó mi debut en España, en diciembre de 2019… gracias a un concurso.
Su relación con Medem es muy estrecha. De hecho, después de cantar en Madrid el día 30, tiene dos conciertos organizados por él en el Palau de la Música de Barcelona: el 1 de febrero, con el Cuarteto Mandelring, canta una obra de un compositor contemporáneo, Ferrant Cruixent, y una selección de lieder de Liszt-Reimann; y al día siguiente repite el programa del Teatro de la Zarzuela. Y en el verano intervendrá en la Schubertíada de Valdegovía (8 de julio) y en la de Vilabertran (19 de agosto). Choca un poco verle cantando música contemporánea…
Estrenamos la obra Post lucem de Cruixent el verano pasado, en el festival que tiene el Cuarteto Mandelring. Evidentemente, no es un repertorio que yo frecuente, pero se trata de una pieza no muy larga, así que no me resulta tan difícil. No es, desde luego, un reto tan grande como Elías, que es extraordinariamente demandante para la voz.
“Que haya tantos recitales en España con canciones alemanas
y que sean tan bien acogidos por el público es algo que me emociona.
¡Es una locura!”
Deduzco que con quién más a gusto se encuentra es con Schubert y Schumann.
Sí, sin duda. Schubert, Schumann, Loewe… Cuando canto, me gusta contar una historia. Y eso lo consigo con las canciones de estos compositores. Y si tienes la suerte de trabajar con un buen pianista, pues mucho mejor. Contar una historia junto a tu pianista es una experiencia única.
Usted empezó con solo cinco años en el St. Georgs-Chorknaben de su ciudad natal, Ulm, y estuvo allí dieciséis años. Imagino que cantaría mucho Bach.
No, no tanto. Era sobre todo música coral a cappella, la que se hace habitualmente en los oficios religiosos.
Pero después sí ha hecho bastante Bach.
Y lo sigo haciendo. Me encanta su música, que considero que es muy saludable para la voz. Cuando haces tanta ópera y tanto lied, es bueno volver a Bach, regresar al Barroco… Esa forma de cantar mantiene la voz fresca, al menos en mi caso. Es un estilo muy natural, aunque también lo es el lied. En cambio, la ópera exige una mayor potencia vocal, ya que al final te encuentras en una sala enorme actuando ante dos mil personas.
Ha cantado alguna que otra ópera barroca, como el Orlando de Haendel, pero no es un terreno que pise con frecuencia.
Me encantaría pisarlo, pues es una música maravillosa. Veo la ópera barroca muy próxima a la de Mozart, que me fascina. En la Bayerische Staatsoper me piden hacer mucho Mozart, cosa que agradezco, pues en este momento considero que es lo más idóneo para mi carrera. Espero que me ofrezcan alguna ópera barroca próximamente.
Usted pertenece a la Bayerische Staatsoper. ¿Qué le supone ese compromiso? Sobre todo, pensando en el futuro. Quiero decir que si se ve en el futuro cantando Verdi o Puccini. O, incluso, Wagner.
Sí, ¿por qué no? Me encantaría. Lo de Wagner es más complejo, porque depende de cómo evolucione mi voz en los próximos años. Wagner es siempre un caso particular, pero sí que me gustaría cantar dentro de no mucho tiempo óperas de Verdi, por ejemplo. Gerald Finley, que actualmente afronta los papeles operísticos más importantes para barítono, también empezó haciendo Schubert y Schumann. Moverte en distintos repertorios proporciona flexibilidad a la voz. No soy de los que le gusta moverse en una única dirección. Hay música increíblemente hermosa a la que no quiero renunciar de ninguna manera: me gusta la ópera, me gusta el lied y me gusta el concierto.
Acabo ya… ¿Quién ha sido su referente musical en el canto?
Le va a sorprender, porque no era un cantante clásico. Siempre me gustó un actor y cantante austriaco de opereta que intervenía en programas de televisión: Peter Alexander. Cantaba música ligera, de esa que no se considera seria. Me fascinaba la naturalidad de su voz, que estaba entre tenor y barítono. Cantaba con una honestidad vocal que no he visto tantas veces. Siempre estaba procurando adaptar mi manera de cantar a la de Alexander. ¶
Eduardo Torrico
(Foto: Daniela Reske)
(Entrevista publicada en el nº 391 de Scherzo, de enero de 2023)