Kaufmann se revalida en el terreno del lied
SELIGE STUNDE
Lieder de Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Schubert, Schumann, Brahms, Liszt, Dvorák, Chaikovski, Mahler, Strauss, Wolf et al. / JONAS KAUFMANN, tenor, Helmut Deutsch, piano. SONY 19439783262 (1 CD)
Es difícil reseñar a Kaufmann y no caer en lugares comunes: la calidad soberana de sus registros, su total dominio vocal, su impoluta musicalidad, la nitidez de su declamación, su amplia cultura idiomática y estética, su acendrada y encantadora personalidad, su imagen de estrella sin desplantes de divo ni extravagancias cotilleras. Un solo riesgo cabe registrar en artistas de tal calibre: que no estén a su propia altura. En este recital cancioneril, afortunadamente, el tenor se revalida.
Para ello ha escogido un repertorio conocido, se diría que trillado, salvo un par de nombres traspuestos: Friedrich Silcher y Carl Bohm, más Alois Melichar que arregla a Chopin con versos de Ernst Morischka. Los demás son de la familia: Schubert, Beethoven, Mendelssohn, Grieg, Liszt, Schumann, Richard Strauss, Zemlinsky, Wolf, Dvorák, Brahms, Chaikovski, Mozart y Mahler. Si cabe el censo: tres siglos de la canción germánica. Las exigencias de estilos, caracteres y personalidades son extremas. A todas alcanza Kaufmann y con sostenido y cimero nivel.
La voz del artista se presta al repertorio de cámara porque se trata de un tenor sui generis, con la anchura central y el grave propios de un barítono. A la vez, es un cantante que domina a tales extremos sus reguladores de volumen, que puede ser patético en la exclamación y de una intimidad minimalista, cuando el poema lo exige. Baste examinar al Schubert cantado en filato: Der Jüngling an der Quelle y Wandrers Nachtlied II. O si no, el creciente sonoro con que resuelve las tres estrofas de la straussiana Dedicación. En lo narrativo puede presentar Das Veilchen de Mozart y en lo onírico Es muss ein Wunderbares sein de Liszt. Hasta es posible que cantables tan habituales como Ich liebe Dich de Grieg, Auf Flügeln des Gesanges de Mendelssohn o Als die alte Mutter de Dvorák consigan sonar a estrenos.
El análisis podría emprolijarse hasta el hastío. Kaufmann labra los textos con tanta minucia y los canta con tanta sabia aplicación, que cada pieza cobra unidad y el conjunto, familiaridad. Así es que estos compositores no sólo parecen componer continuando una tarea gregaria, sino que los antecesores semejan esperar a los siguientes. En fin: una historia tamaño bolsillo del lied.
Desde luego, la empresa podría haberse frustrado sin contar con el magisterio y el arte de Deutsch, tan habitual —diría: tan casero— de los madrileños amantes del género. Si todo fue óptimo es porque el pianista supo acompañar e Mozart y Schubert, aclimatar en Liszt y Wolf, y lucirse como instrumentista en el discurso paralelo que Mahler propone a la voz.
Blas Matamoro