José Martínez nombra nuevas estrellas en París

Estudiado golpe de efecto de José Martínez en la Ópera Nacional de París. A escasos tres meses de cumplirse su nombramiento como director artístico de danza (Ballet de la Ópera de París), el cartaginés José Carlos Martínez (53 años) ha hecho entre otros sutiles cambios dos nombramientos categóricos y de campanillas en la plantilla parisiense de más de 150 artistas y 100 funcionarios, un total cercano a los tres centenares de personas. Un bailarín mestizo (no negro exactamente, como ha señalado algún sector de la prensa gala, que duda de las razones para una operación así) Guillaume Diop (París, 2000), y una bailarina mitad asiática y mitad neozelandesa, en la que encontramos apenas el ligero rasgado de sus ojos, Hanna O’Neill (Tokio, 1993), sumando un perfil preponderantemente caucásico.
Es interesante escarbar en la biografía de este chico, que baila muy bien, y hace gala de su seriedad a la vez que de una extrema modernidad en sus gustos y estética. Solamente en toda la historia reciente de la Ópera de París se han apurado (con prisas no demasiado justificadas) a saltarse la preceptiva estancia en la categoría de premier danseur previa a ser estrella: fue con Laurent Hilaire en 1985, Manuel Legris en 1986 y Mathieu Ganio en 2004; los dos primeros, cuando el director artístico era Rudolf Nureyev; el tercero, cuando dirigía Brigitte Lefèvre.
Diop ha estado catorce meses en la plantilla como cuerpo de baile y solista, pero desarrollando muy temprano papeles protagónicos, tras ser admitido en un curso de profesionalización, y ya preparándose para esto: una carrera de primera figura. Diop estudió en uno de los conservatorios municipales de París, en el distrito XVIII (Montmartre), y según algunos medios ya antes había intentado entrar en la ‘magna casa’ dos veces infructuosamente, término que su biografía actual no confirma.
Esto y el nombramiento de Hanna O’Neill también como étoile, es un golpe de efecto muy estudiado por el equipo de Martínez. Se debe tener en cuenta que Diop fue uno de los redactores (y firmantes) del manifiesto-informe “Acerca de la cuestión racial en la Ópera de París”, que saltó a la prensa y precipitó la dimisión de Aurélie Dupont. Diop, de padre senegalés y madre francesa, convertido en estandarte político reivindicativo y en una de las prometedoras esperanzas de la compañía, ha ganado un protagonismo inesperado más allá del elitista marco formal y los límites del ballet mismo, y es líder entre los cinco autores negros y mestizos del manifiesto, escrito en 2020 con mucha evidencia en la estela del movimiento #BlackLivesMatter.
Al mismo tiempo, ha sido nombrado también estrella el bailarín Marc Moreau (Charente-Maritime, 1986) bailarín francés que sí se ha formado en la propia institución. Alexander Neef, director general de la Ópera Nacional de París, no ha estado presente en la ceremonia de estos nombramientos.
Algunos portales franceses dedicados a la danza y el ballet han señalado de manera sintomática que ni Diop ni O’Neill han estudiado en las aulas de la Ópera, lo que no ha sido recibido con demasiado entusiasmo por el rígido estamento didáctico dada la notoriedad y repercusión de los dos nombramientos frente al de Moreau.
A la vez, Martínez, para tranquilizar al ala conservadora, que es muy poderosa en sí misma, ha anunciado la reposición inmediata de La bella durmiente, de Nureyev, que no sube al escenario de Garnier ni de La Bastilla desde hace más de diez años, y es probablemente el más opulento de todos los montajes del repertorio parisiense junto a La bayadera. También Martínez, según AFP, se ha apresurado a puntualizar que son las cualidades artísticas de Diop, su carisma y su potencial, las razones de su elección y ascenso. Además, ha destacado que “en ningún momento se me pasó por la cabeza nombrarlo por el color de su piel”. En París, muy pocos le creen y reconocen el verdadero cariz de toda la compleja operación que preconiza una nueva era de cambios formales y artísticos.
Roger Salas