Jordi Casas: “Cuando uno quiere una cosa, no se olvida de ella”

Ávila. Finales de agosto. Anochece mientras espero tomando algo en la barra de una taberna. Suena el móvil. Es Inés Mogollón, responsable de comunicación del Festival Abvlensis. Me dice que disculpe la espera, pero que había tenido que ir a recoger al maestro Jordi Casas que acababa de llegar. Me pregunta si no me importa que venga con nosotros. ¿Que si me importa? ¡Que venga! Unos minutos más tarde aparecen Inés y el maestro Casas. Pedimos algo. Inés me presenta a Jordi Casas. Inés prosigue y me cuenta que, aparte de músico, el maestro estudió Derecho y que le encanta la filosofía. Entonces, aprovecho la coyuntura para inquirir: “Entonces, conocerás a Juan David García Bacca…” El maestro Casas responde: “¡Cómo no! ¡Ese tocho de Filosofía de la música!” ¡Ya está! ¡Conexión inmediata! La conversación deriva al terreno de la literatura y de los libros que a los tres parece que nos apasionan. Sale a relucir La contraseña del infinito de José Luis Téllez que el maestro anda buscando para leerlo. “Muy buen libro”, le digo. Yo les recomiendo A sangre y fuego, de Chaves Nogales. Pagamos la cuenta y, acompañando el paseo con amena conversación, nos dirigimos al Palacio Caprotti donde esa noche se inaugura Abvlensis con una charla entre Jordi Casas y Paul Hillier. Dos días más tarde, me reúno con el maestro Casas para hacerle una entrevista. Muy buen conversador, afable y curioso, y uno de esos pocos humildes sabios musicales que hoy nos quedan…

Como probablemente ya le hayan hecho unas cuantas entrevistas en su vida, me gustaría que abordáramos temas que no se hayan tratado antes o de lo que simplemente le apetezca hablar con total libertad. Quizás no estaría mal empezar por la perspectiva de un músico, de un director de coro, cuya formación es netamente española…
Sí, sí. Yo empecé en Montserrat y luego en Barcelona. Y a mí no se me caen los anillos por decir que empecé a tener interés por la música a través de cantar en coros en Barcelona. Fue a partir de ahí que me interesó la polifonía y decidí estudiar más, porque en Montserrat había estudiado piano, solfeo, etc., y luego lo dejé un poco. Es cuando tuve oportunidad de dirigir un coro infantil que allí me empecé a formarme otra vez. Al estar dirigiendo un coro infantil, pero a la vez cantando en un coro de adultos, fue cuando empezaron las inquietudes por conocer la interpretación coral. Así es como empecé el resto de estudios al mismo tiempo que hacía Derecho.
¿Hay alguna diferencia entre una persona formada en España y otra que se ha formado en el extranjero?
Es muy difícil de decir, porque desconozco lo que hacen otras escuelas. La verdad es que a los tres años de hacer cursos de dirección coral en España, cursos que se hacían en verano, un poco como ‘un zapato y una alpargata’, o sea, que no eran tal como son ahora, bien organizados en conservatorios, fue entonces cuando marché a Francia. Allí había un movimiento coral de coros amateurs que se llamaba À coeur joie. Un movimiento muy de base, pero es lo que había. Allí fui a hacer unos cursos de cultura vocal y de dirección. A partir de ese momento me empezó la inquietud por el canto, porque en aquella época cantabas en un coro porque sabías solfeo, pero no había la idea de estudiar canto para ello. Estamos hablando de los comienzos de los años 60.
Cuando mira atrás en su trayectoria profesional, ¿en qué ha evolucionado desde su juventud?
En todo. Cambia la persona y, entonces, cambia todo.
¿Qué no hubiese hecho cuando era joven sabiendo lo que sabe ahora?
No sé. De hecho, me olvido de lo malo y recuerdo lo bueno. Sí, es verdad que en algunas cosas podría haber tenido más interés, haber luchado más por ellas. Pero en general no me arrepiento de grandes cosas. Al contrario, creo que he tenido mucha suerte, porque hay mucha gente que vale mucho más que yo y no ha podido tener la oportunidad, por diversas razones. En el mundo de la música, además de tener tus capacidades y de tener tus estudios y fuerza de voluntad, tienes que tener también un componente de suerte, de gente que se relaciona contigo, etc. Yo tuve la suerte de empezar la Coral Càrmina, que fue mi inicio en el mundo del coral serio, y pude contar con muy buenos colaboradores. Estos colaboradores no solamente daban un buen nivel al coro, sino que a mí me exigían como director el tener que pedir más… Por hacer un símil deportivo, al tener que entrenar a unos buenos deportistas, yo tenía que esforzarme mucho más, porque si no, ellos se hubiesen cansado o me hubiesen menospreciado. Nos retroalimentamos los unos a los otros. En esto tuve muy buena suerte. Habiendo estado en la Coral Càrmina quince años, fue cuando Ros-Marbà, que en aquella época era director auxiliar de la Orquesta de la RTVE (pasaron sus crisis de director cuando lo había dejado Blancafort por segunda vez), me dijo que presentara mi candidatura, porque sabía que estaban buscando director en la RTVE. En aquella época me entrevisté con Miguel Alonso, el gerente, y se ve que le gustaron mis ideas, mis propuestas. Entonces di el salto al mundo profesional, porque todo lo de la Coral Càrmina lo había hecho trabajando y estudiando otras cosas.
¿Por qué cree que en España la música coral está en un segundo plano respecto a la música instrumental? Hace cinco años estuve en Letonia y allí lo que prima son los coros…
Esto pasa en muchos sitios. Quizás Letonia, Estonia sean la excepción. Sí que ha habido razones para que eso ocurra. No conozco a fondo las razones históricas, pero quizás una de ellas sea que todo el mundo puede cantar, bien o mal. En cambio, un instrumento requiere unas horas de dedicación, lo cual da como una pátina de seriedad que los cantantes no tenemos… [Jordi se ríe] Bueno, algunos sí que la tienen. Un coro puede existir como coro siendo muy malo; en cambio, pocas veces una orquesta puede ser muy mala, porque el mero hecho de tocar un instrumento exige unos años de trabajo.
Hablando del programa que ha preparado para el Festival Abvlensis con el conjunto Antica, cuando tuvo la charla con Paul Hillier la primera noche en el Palacio Caprotti hubo un momento en que saltó para romper una lanza en favor del compositor Alejandro Yagüe al respecto de una obra con texto de García Lorca. Paul Hillier llevaba en su programa la Suite Lorca del finlandés Rautavaara…
Sí, es porque en los papeles se había hablado de las influencias de la música polifónica española en compositores posteriores y se cita únicamente a los extranjeros. Yo quise romper una lanza en favor de los compositores españoles, porque he tenido la oportunidad de conocer a muchos. Algunos de ellos por los que siento gran admiración. Mencioné a tres: Alejandro Yagüe, Jose María Sánchez Verdú y Jose Luis Turina. He estrenado obras de ellos y he estado cerca de ellos. Y he podido comprobar lo bien hecha que está esta música. Bueno, hay música bien hecha de otros muchos autores, pero estos realmente me impresionaron, además, por la sabiduría que tenían de la música.
Cuando le escuché decir aquello, como no conozco la obra de Yagüe, me quedé con la curiosidad de saber cómo sonaría el Lorca de Yagüe frente al de Rautavaara.
Uy, no tienen nada que ver. El Lorca de Yagüe, armónicamente, está más cerca de la música de Manuel de Falla, por decirlo de alguna manera. Tiene unas Canciones de la noche preciosas. Incluso llega a doce voces con triple coro, porque a Alejandro Yagüe le gustaba mucho lo de la policoralidad. Incluso escribió unos Cantus Firmus (que así los llamaba él) sobre el Adeste fideles, sobre Noche de paz y tal, complicados, a doble y triple coro… Era una persona inquieta desde el punto de vista musical. De estos Cantos de la noche de Yagüe para coro mixto dirigí algunos, no todos, con el Coro de la Comunidad de Madrid. Luego estrené en Burgos unas obras de él que no se habían cantado nunca, Historietas del viento, creo recordar que se llamaban. Son cuatro poemas de García Lorca que hacen referencia al viento. A Yagüe le gustó tanto el concierto que luego quiso colaborar con nosotros. Le pedí un encargo y nos escribió una obra que se titula Carmen de Luna para voces iguales con un coro femenino que dirijo cerca de Tarragona. El segundo poema era el Romance de la luna del Romancero gitano…
¿Por qué cree que existe esa percepción de que el compositor español es menor en comparación con el alemán, el inglés, etc.?
No. Fíjese, ha pasado una cosa muy curiosa. Muchos directores de coro de las últimas generaciones han estudiado con Eric Ericson o con compositores nórdicos. Los nórdicos, por una cuestión de tradición coral, tienen muy buenos coros. Son gente con una gran capacidad de disciplina, con una buena formación y un nivel cultural muy importante. De algún modo, esto ha invadido la música europea. En cambio, a mí me sabe mal que muchos coros se dejen obnubilar por esto y no aprecien lo que tenemos. Es un error que la gran polifonía de Guerrero, Morales y Victoria no se cante en los coros. Porque, aunque hagamos disquisiciones historicistas de que lo tendrían que cantar grupos pequeños con o sin instrumentos y no coros grandes, cantar esta música enriquece el espíritu. Una de las ventajas de haber estado de pequeño en la Escolanía de Montserrat es la de haber podido cantar, a los nueve años, polifonía, porque te entra de otra manera. La gran polifonía española, que es maravillosa, la acaban grabando los grupos ingleses, porque los de aquí nos hemos vendido las lentejas por cuatro canciones que vienen del norte. Sí, que están muy bien hechas, pero la música coral tiene una íntima relación con el lenguaje hablado. Nunca podremos saborear una canción sueca por cuestiones obvias. Mientras que, si cantamos en latín o castellano, lo podremos hacer.
Volviendo a romper una lanza en favor de compositores españoles, ¿qué tres obras corales de cada uno de los compositores que ha mencionado (Yagüe, Sánchez Verdú y Turina) destacaría?
Yo le puedo decir las que yo he conocido. Sánchez Verdú tiene un catálogo inmenso. He tenido la posibilidad de estrenar dos obras de él. Una fue una ópera que escribió para el Teatro Real, Viaje a Simorgh, que dirigió el maestro López Cobo y que yo tuve la posibilidad de preparar al coro. Luego otra obra que dirigí yo mismo y que era la Déploration sur la mort de Johannes Ockeghem. La estrenó el Coro de la Comunidad de Madrid en el festival de Granada con algunos instrumentistas: trombón, violonchelo, viola y algún instrumento de percusión. Con motivo de la Olimpíada Cultural en Barcelona, estrenamos El libro del destierro con mis dos coros, el Coro de la Comunidad y con el del Palau de la Música. Es una obra escrita para gran orquesta y coro. Fue emocionante, porque Verdú aprovechó para esta obra los últimos versos que empezó a escribir Antonio Machado antes de morir: estos días azules / este sol de la infancia… De José Luis Turina, tuve también la oportunidad de estrenar su ópera Don Quijote en Barcelona. Y luego la Comunidad también le encargó una obra con motivo del 25º aniversario del coro. Turina retomó la música nocturna de Madrid de Boccherini, pero en una versión para coro a veinte voces. ¡Una cosa muy divertida y muy bien hecha! ¡Y musicalmente fantástica! Compleja, pero con un sentido impresionante. Y de Yagüe ye te he dicho antes lo que había hecho.
En su vida ha hecho muchas cosas. ¿Y ahora qué?
Ahora el concierto de polifonía, De los afectos y las pasiones, maravilloso que vamos a dar esta tarde con Antica. Luego vamos a estrenar unas canciones de Albert Ginovart con el coro de mujeres de Vilaseca. Llevo allí seis años como director principal invitado. Me hace ilusión porque estrenamos cosas muy bien escritas. En concreto, estas canciones son sobre unos poemas catalanes de Joan Maragall y de Josep Carner. ¡Fantásticos! Ginovart viste muy bien estos poemas con su música y además de una manera muy asequible para el gran público. Luego tengo colaboraciones pendientes como preparador de coro aún en la Comunidad. El maestro Víctor Pablo me sigue queriendo y me ha pedido para las Vísperas de Mozart y para el Elias de Haendel. Y, en medio, las colaboraciones que hago como preparador de coros para la Orquesta de Castilla y León.
¿Qué le gustaría hacer que no haya hecho ya?
Muchas cosas. Hay muchas obras que no he hecho nunca. Hay una colección de madrigales religiosos de Orlando de Lassus que se titula Las lágrimas de San Pedro. Son veintitrés madrigales con los textos de San Pedro cuando llora al traicionar a Jesús, escritos a siete voces. ¡Es una maravilla! Yo, en directo, no lo he oído nunca. No creo que hubiese público que lo resistiese, porque veintitrés madrigales son muchos. Es una obra que en Semana Santa, en vez de tanto Requiem de Mozart, que está muy bien, sería maravillosa. Otra obra que tampoco he podido preparar nunca y que me gustaría hacer es el Requiem por aquellos que uno ama de Paul Hindemith. Es un requiem sobre unos textos de Walt Whitman, un poco en el modelo del Requiem alemán de Brahms. Aunque es un réquiem, los textos son poéticos, están en inglés y no tienen nada que ver con la misa litúrgica. Es una obra muy ‘americana’ por así decirlo. No es el Hindemith que tú y yo conocemos.
¿Qué se puede hacer para que la gente escuche más música coral?
Darla. Tener gente que entienda de ello y que lo pase adecuadamente. Mire, voy a hacer una cita de otro autor español, Quintiliano, nacido en Calahorra, magnífico orador: el profesor a los alumnos es como el que vierte vino en una botella, que para que el cuello de la botella no lo escupa, tiene que tirar la cantidad precisa para que pueda entrar y se aproveche. Si tú pasas demasiada música coral o demasiada enseñanza a un alumno, lo va a aborrecer; si pasas poco, no se aprovecha. Tienes que echar la cantidad justa. Por ejemplo, el Requiem de Ligeti en su forma de concierto es absolutamente duro para el público que está en una sala. En cambio, la gente que ha ido a ver 2001: Una odisea del espacio, se ha comido el primer número del Requiem de Ligeti admirada. ¿Qué quiere decir esto? Que la música, desde el Renacimiento hasta el Barroco y hasta Wagner, ha sido siempre acompañante de otras artes. El concierto como tal lleva poco tiempo. Siempre ha sido música para bailar o música litúrgica o música de salón. Así que algo bueno que se puede hacer es que, cuando pongan series históricas por televisión, en lugar de poner tonterías, se pusiera música de Victoria, por ejemplo. ¡Tendríamos que jugar sucio! Utilizar otros medios para hacer llegar esta música que merece mucho la pena y que sola no atrae. Gusta a los que ya han entrado en el concierto, pero lo que cuesta es que entren. El origen de la música instrumental nace de la polifonía del siglo XVI. La música está más ligada al lenguaje de lo que la gente cree.
¿Con qué disfruta más: dirigiendo un coro o dirigiendo una orquesta?
o. Yo soy director de coro. De hecho, cuando he dirigido orquestas es porque ha habido un coro detrás. A mí me gusta mucho la palabra. Incluso cuando ensayo con las orquestas, explico los textos que están apoyando, porque las orquestas, en el tipo de música que hago yo, apoyan los textos que cantan los coros.
Hablábamos el otro día de filosofía, ¿qué tiene de filosófico la música?
¡Muchas cosas! Pero ahí no me voy a meter, porque a veces los árboles no me han dejado ver el bosque… De vez en cuando tengo que trascender, pero no lo he pensado mucho, no. Las cuestiones que me salen de la interpretación musical, para mí son muchas veces tan trascendentes… Sin ir más lejos, esta mañana en los ensayos con Antica, pensaba yo en la aparición de, por ejemplo, los matices: piano y forte. Esto sale en La pazzia senile de Adriano Banchieri y no nace como piano y forte, sino para distinguir a los personajes. Como cantan cuatro voces y no hay escena, para que la gente que escucha sepa que habla Pantalone o Colombina, tienen que cambiar de registro. Entonces, Banchieri dice que se cantará pianoforte, cioè con la “mutazione di voce”, para que la gente entienda que son personajes diferentes. O sea, de un recurso puramente dramático que se buscaba, encuentran otra cosa. Encuentran las sonatas de Frescobaldi fortepiano, etc. y descubren lo divertido que es jugar forte y piano.
Estudió Derecho, formó una familia, es padre y abuelo… ¿cómo ha sacado tiempo para la música?
La familia no me quitó tanto tiempo como me habría gustado. Yo he negligido bastante en el papel familiar por dedicarme mucho a la música.
¿Qué recuerdo le gustaría que les quedase de usted a sus nietos?
¡Uy, no sé! No lo he pensado. Yo lo que quiero es que sean felices. ¡Que no es poco! Actualmente, mis nietos tienen 11, 7 y 5 años. Me gustaría que me recordasen con simpatía, pero me han visto muy poco. Entre que no vivimos en la misma ciudad y que yo no conduzco ni tengo medios de locomoción, no nos vemos todo lo que me gustaría a mí. Yo he disfrutado tanto con lo que he hecho, que mi posición ha sido realmente un tanto egoísta.
¿Hay que ser egoísta para ser músico entonces?
No necesariamente, pero hay momentos en que tienes que tomar una opción entre varias posibilidades. Entonces, a la que tomas una, estás diciendo que no a otras. El tiempo es una de ellas.
¿Con qué frase se quedaría?
Cuando uno quiere una cosa, no se olvida de ella.
Pues, Jordi, no quisiera ser cenizo, pero esa frase me sugiere otra como epitafio que no está nada mal: “Me han querido porque no me han olvidado”. Yo espero que siempre se le recuerde.
Michael Thallium
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