Joaquín de la Cuesta: “Maltratamos a nuestros artistas mientras glorificamos todo lo que viene de fuera”

Aunque él comenzó como contrabajista, su pasión siempre fue la dirección orquestal. Joaquín de la Cuesta es uno de esos directores atípicos que, huyendo del gran repertorio, tiene clara su misión como director: revitalizar el patrimonio musical olvidado para meterlo en el repertorio concertístico. Fundador y director titular de la Orquesta de Cámara Teobaldo Power, lleva los últimos años de su vida trabajando e investigando la música del compositor tinerfeño que da nombre a la citada orquesta, en busca de obras olvidadas que nos descubran los entresijos del patrimonio musical español. Atiende a SCHERZO por videollamada desde su casa de Islandia, donde actualmente trabaja como docente en una escuela de música.
Alterna su actividad concertística con la docencia en Islandia. ¿Cómo llega a Islandia?
Pisé Islandia por primera vez en 2006. Anteriormente estuve trabajando como director de la Escuela de Música de Torroella de Montgrí y, motivado por la curiosidad que siempre tuve por los países nórdicos, decidí hacer un mailing masivo buscando ofertas laborales en el norte de Europa. Y así fue cómo llegué al país de los volcanes, los géiseres y los enormes glaciares. Me asenté en un colegio rural y pude disfrutar del modelo de educación nórdica hasta 2008, pero la crisis también azotó a la educación Islandesa y tuve que regresar a España. Durante estos años he desarrollado mis actividades musicales en Madrid, Soria y Tenerife. Fue en la isla donde creamos uno de los proyectos a los que más tiempo y pasión he dedicado: la Orquesta Teobaldo Power que, desagraciadamente, no pudo estrenarse como deseábamos ya que nuestro primer concierto iba a tener lugar en marzo del 2020. Frente a la incertidumbre laboral y profesional, surgió la oportunidad de volver a trabajar en Islandia y no me lo pensé dos veces.
¿Tendremos la oportunidad de disfrutar de la Orquesta Teobaldo Power o ha sido una víctima más de la pandemia?
Una orquesta que se autogestiona, vive de los conciertos y de la taquilla. Si no hay conciertos, no hay dinero. Si no hay dinero, no hay orquesta. Siempre ha sido un proyecto que ha querido distanciarse del resto de orquestas que ya tenemos en las Islas Canarias, intentando marcar un objetivo claro: la recuperación de la música española. Ahora que parece que las cosas vuelven a moverse, esperamos tener la oportunidad de estrenarnos como agrupación y, de esta forma, marcar un camino centrado en la recuperación de todo el maravilloso patrimonio musical que hemos querido olvidar.
¿Son los sistemas educativos nórdicos el paradigma al que aspirar o nos encanta flagelarnos pensando que nuestra educación deja mucho que desear?
El sistema educativo español es terriblemente rígido. Yo viví en carnes el conocido como plan del 66. Un proyecto que, pese a las mil carencias que podía tener, poseía bases sólidas que con un poco de ‘chapa y pintura’ podían mejorarse. La LOGSE transformó la percepción horizontal de la música en algo totalmente vertical. A esto, hay que sumarle que los conservatorios de grado medio se han transformado en un quiero y no puedo. El profesorado se esfuerza en dar una educación de nivel pero, al tener unos currículos muy cerrados, les es imposible. Esto hace que los alumnos lleguen a los grados superiores con carencias de base. La educación superior se ha convertido en la búsqueda de profesores concretos que aporten al alumno la excepcionalidad. Y el grado elemental… es otro recuerdo fatuo del plan del 66, pues su título es más simbólico que representativo. Islandia concibe la educación como algo adaptado al alumno para que su desarrollo sea el mejor en cada caso. Sí que hay grado medio y grado elemental, pero lo conciben de otra forma. Es común que las escuelas de músicas estén integradas dentro de los colegios, lo que permite que haya una estrecha colaboración entre la educación reglada y la musical. Los alumnos cursan sus estudios musicales dentro del horario escolar. El nivel elemental es más laxo y busca forjar un disfrute por la música. No hay programas ni temas cerrados. Los chavales tocan los instrumentos, hacen grupos, descubren el repertorio… Son años para incentivar la curiosidad. Con esto no quiero decir que no haya ni currículum ni exámenes oficiales, pero la forma que tienen de llegar a ellos es más orgánica y se adapta al alumno. La educación no es angustia por aprobar. La educación se basa en motivar al alumno para que se descubra dentro de los conocimientos que tú le aportas y, a partir de ahí, los desarrolle.
¿Cómo difiere la relación que el público de a pie tiene con la cultura en Islandia con respecto a España?
El islandés es una persona que le gusta participar en la actividad cultural cuando se le ofrece. Si la administración proporciona oferta cultural, el islandés participa. Los espacios se llenan porque asumen que no hay comunidad sin actividad cultural. Y no podemos olvidar que para las sociedades nórdicas, la vida en comunidad es símbolo de supervivencia. Creen firmemente en la cultura como elemento de cohesión social. En España observamos el acto cultural con criterios exclusivamente estéticos. No existe rito de comunidad y por eso, en parte, nos hemos desconectado de la cultura como sociedad.
¿Cómo llega Teobaldo Power a su vida?
Una de las grandes incógnitas que tuve no solo en mis años de estudio, sino también durante gran parte de mi carrera, fue el hecho de que en la historia de la música en España, hubiera vacíos cronológicos que nos hacían pasar del glorioso Renacimiento a Boccherini, de Boccherini a Arriaga… Y cuando se muere Arriaga, avanzamos directamente a Manuel de Falla. Esa falta de grandes referentes en casi doscientos años de historia de la música avivó mi curiosidad por buscar los nombres olvidados. Fue leyendo un blog sobre la historia de la sinfonía cuando escuché por primera vez el nombre de Teobaldo Power. Leí que había sido un músico tinerfeño, con bastante popularidad en su época, que tenía un par de sinfonías: una en La y otra en Do, y que una de ellas, la Sinfonía en La, había sido grabada por Víctor Pablo Pérez junto a la Orquesta Sinfónica de Tenerife. La Sinfonía en Do menor parecía perdida, entonces me propuse encontrarla. Comencé así una búsqueda interminable que me llevó desde el Centro de Documentación de Canarias y América (CEDOCAM) al archivo del Conservatorio Superior de Música de Madrid —donde Power había sido profesor—. Estuve hablando incluso con la musicóloga Rosario Álvarez, que me dijo que esa sinfonía que estaba buscando no existía. Lo único que pude encontrar que se acercase a esa supuesta Sinfonía en Do fue un Intermezzo incompleto en el que se podía leer: Intermezzo para la Sinfonía en Do. Y durante toda esta búsqueda rocambolesca de una sinfonía que nadie parecía haber visto nunca, encontré su Concierto para piano y orquesta. Entonces me puse a trabajar en una edición del manuscritos, y gracias al editorial Willemsmusiik hemos conseguido tener una edición crítica que esperamos que se pueda publicar este año.
¿Cuán olvidada está la figura de Teobaldo Power en las Islas Canarias?
Es una lástima que incluso en Tenerife, su ciudad natal, Power tenga una representación casi inexistente. Canarias se ha olvidado de Teobaldo Power. El gran compositor canario, del que Canarias toma su himno, es un completo desconocido para las islas. ¿Por qué maltratamos tanto a nuestros artistas mientras glorificamos todo lo que viene de fuera? Históricamente hemos abandonado nuestro siglo XIX. Tenemos una escuela de piano maravillosa de la que no sabemos absolutamente nada. ¿Y qué decir de nuestra música sinfónica? Obviamente nunca serán tan emblemáticas como una Quinta de Beethoven o una Cuarta de Brahms, pero son piezas de una calidad incuestionable que, seguramente, si fueran de compositores extranjeros las interpretaríamos mucho más. Tenemos un complejo de inferioridad tan grande, que ni nuestro Ministerio de Cultura lucha por que la Zarzuela, el gran género español del siglo XIX, sea considerada Patrimonio de la Humanidad. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Si incluso en los Archivos de la SGAE, los que más música española consumen son los alemanes…
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