JEREZ / La ópera en llamas
Jerez de la Frontera. Teatro Villamarta. 24-I-2021. Verdi, Il trovatore. Andeka Gorrotxategi (Manrico), María Katzarava (Leonora), Luis Cansino (Conde de Luna), María Luisa Corbacho (Azucena), Javier Castañeda (Ferrando), Patricia Calvache (Inés), Fran Gracia (Ruiz). Coro del Teatro Villamarta. Orquesta Filarmónica de Málaga. Director de escena y escenografía: Marta Eguilior. Vestuario: Jesús Ruiz. Director musical: José María Moreno.
El Teatro Villamarta está acostumbrado, desde hace muchos años, a caminar sobre la fina cuerda del precipicio debido a su precariedad presupuestaria y a la falta de implicación de las autoridades culturales regionales y nacionales en un proyecto lírico de la relevancia de este teatro. Pero ello nunca le ha conducido a abandonarse al derrotismo ni dejarse vencer. Al contrario, ha sabido siempre reaccionar con imaginación, trabajo, capacidad de seducción y, sobre todo, mucho valor para sacar adelante su programación lírica, convirtiéndose por ello en todo un referente a nivel nacional. Pocas circunstancias tan en contra se habrá encontrado como las que han rodeado a su nueva producción de Il trovatore, en medio de esta tercera ola de la Covid-19 que ha llevado a la ciudad de Jerez a superar una tasa de incidencia acumulada de más de 1.000 en estos mismos días. Arriesgándose a un cierre del teatro (que se augura inminente), se optó por seguir adelante y salvar al menos una función, esta matinal del domingo de la que les escribo en estas líneas. Y hubiera sido una enorme pérdida el que se hubiera cancelado en su totalidad, porque el talento y el esfuerzo puestos sobre el escenario merece la pena y supera con creces las expectativas.
No resulta fácil poner en escena con un mínimo de credibilidad teatral este desquiciado argumento que lleva al límite de tensión el diseño de los personajes y de las situaciones dramáticas. Si una lectura literal no resulta creíble, una lectura conceptual corre el riesgo de establecer una incomprensión total entre la palabra y la acción escénica. Marta Eguilior ha sabido esquivar ambos extremos definiendo una propuesta entre onírica e intemporal que se centra en lo esencial del drama: la incombustible capacidad de devorar de las pasiones puestas en juego en este drama. Una llama inextinguible que se materializa en una serie de proyecciones flamígeras y en juegos de luces cálidas que van recorriendo la ópera desde los últimos compases a los últimos. El imaginativo y ucrónico vestuario de Jesús Ruiz acentúa esa dimensión de pesadilla y de fantasía acentuada por un espléndido juego de luces que dan corporeidad a la oscuridad de los conflictos en juego.
El recientemente nombrado director titular de Filarmónica de Málaga, José María Moreno, estuvo toda la función atento a los cantantes, marcándoles todas las entradas y haciendo que la orquesta respirase con ellos, sin llegar nunca a taparlos. Tan sólo hubo algunos desajustes con el coro, pero en lo demás su dirección encontró el ritmo y el tempo justo en cada escena, con energía y brío en los pasajes más agitados y lirismo en los más íntimos, haciendo que la orquesta malagueña sonase con tersura y calidad.
El otro gran mérito del Villamarta fue el de consolidar un cast de enormes quilates, lo que no es fácil cuando de ll trovatore se trata. Andeka Gorrotxategi derrochó fuerza y empuje a todo lo largo de la velada. Posee una voz de auténtico spinto, de tonalidades oscuras muy atractivas, sobrado volumen y metal squillante en la zona superior, lo que le permite lanzar frases contundentes y espectaculares. Su fraseo es incisivo, muy pasional, recordando en ello (servata distantia) a Franco Corelli por la fuerza de su expresividad y la manera de atacar las frases. Sabe recoger la voz en los pasajes más íntimos y desplegar una bella línea cantabile, ligando con mucho gusto y controlando el volumen de su voz. Aunque en su versión recortada, la famosa Pira fue culminada con un Si largamente sostenido (aunque escamoteado en O teco almeno). La mexicana María Katzarava fue una grata sorpresa. Posee una voz también poderosa, de gran proyección, muy homogénea en el color y perfectamente controlada en todos los registros. Brilló en los pasajes de coloratura, pero aún más lo hizo en los momentos más reposados, con un legato magistral y una muy sensible acentuación. En D’amor sull’ali rosee dejó unos estupendos trinos en piano, unas frases ascendentes perfectamente graduadas y un pianissimo final fantástico. En todo momento su expresividad emocional fue paralela a la de Gorrotxategi. El Conde de Luna sonó con la voz autoritaria de Luis Cansino, todo un maestro del fraseo cuya voz se expande por la sala con autoridad y calidad tímbrica. Su línea de canto cincelada al detalle, sobresalió especialmente en Il balen, pero cabe recordar la magistral messa di voce sobre Oh Leonora! en la primera escena del tercer acto.
Un poco por debajo de este nivel de excelencia vocal estuvo la Azucena de María Luisa Corbacho. Derrochó pasión y dramatismo en el fraseo, con momentos contundentes especialmente en la última escena, pero la voz suena muy engolada y con tonos nasales, con cambios abruptos de color y un acusado vibrato en los pasajes más resposados. Otra sorpresa fue el Ferrando de Javier Castañeda, una voz de bajo con rotundidad y profundidad, sin oscilaciones y con facilidad para el canto más ágil. Su racconto de la primera escena fue realmente sensacional. Muy interesante también la Inés de Patricia Calvache, una voz lírica digna de tener en cuenta en el futuro. En el coro hubo un poco de todo, desde unas sopranos sin empaste y con tendencia al grito a unas secciones masculinas mucho más entonadas.
Andrés Moreno Mengíbar
(Foto: Javier Fergo)