JEREZ / ‘Diálogos de carmelitas’: parábola trágica
Teatro Villamarta. Jerez de la Frontera. 24-VI-2022. Poulenc: Diálogos de carmelitas. Ainhoa Arteta, Nicola Beller Carbone, Ángeles Blancas, María Luisa Corbacho, Nuria García-Arrés, Beatriz Lanza, Rodrigo Esteves, Davis Alegret, Luis Pacetti, José Manuel Montero. Orquesta Filarmónica de Málaga. Coro del Teatro Villamarta. Dirección musical: José María Moreno. Director de escena: Francisco López.
No se ha representado mucho en nuestro país, aunque cada vez aparece con más frecuencia, esta ópera de Poulenc, que vio la luz, en versión italiana, en la Scala de Milán en 1957. Poco después se estrenaría en París en francés y con diversos retoques. La composición subraya a través de una atmósfera de atosigante dramatismo la aventura de las dieciséis monjas del Convento de Compiègne ajusticiadas en 1794 durante la Revolución francesa. El músico siguió el guion que Georges Bernanos había escrito para una película que glosaba aquel hecho histórico. El texto fue transformado por el propio escritor en obra de teatro (Zúrich, 1951). La narración estaba basada en la novela Die Letzte am Schafott (La última del cadalso, 1931) de Gertrude von Le Fort.
La escritura es de gran refinamiento, melódica, tonal, con estratégicas disonancias. Los interludios entre escenas o actos tienen con frecuencia aire de marcha, más o menos fúnebre, y aprovisionan de material temático y armónico a las escenas subsiguientes, en un trabajo de variación continua admirable y cargado de sentido dramático. Son continuos los trémolos, los ostinati, los ritmos obsesivos y enfebrecidos. Abundan los timbales, que marcan implacables pulsiones. Entre la numerosa percusión, figura el piano.
Hay escenas sobrecogedoras, como la de la muerte de la vieja Priora, que sigue sin duda la estética de un muy reconcentrado verismo a trasmano. La secuencia final es magnífica: un Andante, un Salve Regina, de muy sentida melodía, de trazo elegante, que alude tanto a la felicidad por la entrega a Dios como al suplicio y la angustia de la muerte. Son escalofriantes los tremebundos golpes de la guillotina a medida que las monjas van cayendo. El Deo Patri gloria de Blanche, la última en subir al cadalso, resulta especialmente conmovedor.
Para esta representación jerezana, Francisco López, antiguo director del Teatro, que ahora lleva con inteligencia y no poco esfuerzo su antigua colaboradora Isamay Benavente, ha planteado una visión de muy amplio recorrido, panabarcadora, en busca de una ambiciosa síntesis histórica, política, social y hasta religiosa, aunque esta dimensión es la que menos le interesa al regista, que se hace —y nos hace— preguntas tratando de dar con la clave de una abierta denuncia de los desmanes de algunos regímenes autoritarios.
El libreto, no obstante, se centra más en la lucha interior de Blanche, la protagonista, en los sentimientos y dudas de las monjas, en los aspectos espirituales (agonía, sacrificio, muerte, miedo, angustia, amor, decisión, valentía…) que en la historia propiamente dicha, en la acción de trasfondo histórico político, en el marco de la Revolución. De alguna forma, López le da la vuelta y la potencia hacia otros estratos, ya que le parece una suerte de parábola sobre la vivencia trágica del ser humano (sintetizado en Blanche de La Force) enfrentado a los miedos existenciales. De ahí que todo el proceso dramatúrgico que propone vaya evolucionando poco a poco hacia una mayor abstracción y universalización de los conflictos y sus consecuencias en los individuos; como en los intrínsecos al propio ser humano.
Por otro lado, nos dice el director de escena, “las continuas traslaciones espacio/temporales y de la acción confieren (e imponen dramatúrgicamente) al espacio escénico una diégesis de índole cinematográfica, ágil en su dinámica dramática y esencial en el tratamiento de las referencias concretas simbólicas”. No cabe desconocer que el origen del libreto de la ópera está en el guion para el cine que Bernanos escribió en 1948.
Una apuesta fuerte por tanto de Francisco López, Y muy ambiciosa; que, quiérase o no, considerando también la puesta en marcha de una variada imaginería, con proyecciones de la época hitleriana y estalinista, con numerosas ilustraciones resumidoras del texto, desfiguran no poco lo que de lineal tiene la historia y lo importante que es en ella, como eje central, el proceso mental y psicológico de Blanche. En el curso de la acción son numerosas las veces que aparece, silenciosa, en escena, la novelista de la que proviene todo: Gertrude von Le Fort. Toda la obra se desarrolla en un espacio escénico único que va mutando paulatinamente. Un gran rectángulo de paredes pétreas que adquiere distintas formas merced a una estratégica iluminación.
Desde el punto de vista musical hubo un poco de todo. En el foso actuó la Filarmónica de Málaga, de sonoridad ni muy rica ni coloreada pero con hechuras y disciplina bajo el mando muy correcto y ordenado, de indudable musicalidad, de José María Moreno a quien encontramos poco variado en los resortes expresivos, algo tímido en los momentos expansivos y en la acentuación de los contrastes dramáticos. Pero mantuvo el pulso y puso orden para que la fluida narración de Poulenc discurriera con claridad. Acertadas las resoluciones y la alta temperatura conseguidas en los compases finales.
El reparto vocal fue irregular. Pondríamos por encima, con excelente nota, a la anciana priora de Nicole Beller-Carbone, expresiva, lacerante, angustiada, que marcó con tino los exigidos contrastes y mantuvo una emisión bien controlada de su voz de soprano consistente y adecuadamente apoyada. Afinación y claroscuros de gran nivel. Bordó la escena de su muerte y contó en este caso con estupenda colaboración desde el foso. Junto a ella defendió bien su parte de Madre María de la Encarnación María Luisa Corbacho con su ancha voz de mezzo punzante, bien que tocada de resonancias nasales.
Ainhoa Arteta nos pareció excesivamente madura para Blanche. Su voz actual, la de una soprano lírico-spinto, no tiene la tersura ni la cristalina sonoridad de antaño y acusa un notable vibrato que hace peligrar las frases más luminosas y delicadas. Cantó casi siempre a plena voz. Como Ángeles Blancas, de timbre penetrante de lírica plena, que se lució, algo destempladamente, como Nueva Priora, en su parlamento del segundo acto. Faltaron matices. Bonita la voz muy lírica de Nuria García-Arrés, no siempre afinada. Y buen trabajo general del resto de féminas, incluidas las once carmelitas.
De los hombres destacamos al Capellán del tenor Luis Pacetti, entonado, discreto, musical, y al también tenor José Manuel Montero, Primer Comisario. Rodrigo Esteves prestó su atractivo timbre baritonal al Marqués de La Force y David Alegret defendió valientemente su no siempre airada parte de hermano de Blanche con su característica voz de tenor ligero, algo estridente en la zona superior. Todos contribuyeron mejor o peor a que finalmente la representación saliera a flote y nos lo pasáramos muy bien. Enhorabuena al Teatro Villarmarta por su propuesta.
Arturo Reverter